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El Asalto a la Bahía Garrafilada

Los barcos a vapor comenzaron a amarrar en el puerto de Ventormenta, mientras que las naves más dañadas de la séptima flota continuaban siendo reparadas en los astilleros de la ciudad humana. Muradin subió los escalones hasta finalmente llegar al castillo de proa con el fin de supervisar la llegada de la flota proveniente de Forjaz y una vez el motor a vapor de su propio barco fue apagado, el enano dirigió su mirada hacia la cubierta, donde diversos tripulantes enanos se hallaban manipulando los distintos aparejos, mientras que los soldados comenzaban a formar. Había enanos de los tres grandes clanes, pero por un instante, el consejero Barbabronce sintió un nudo en la garganta al ahogar un insulto en lo más profundo de su ser, al ver a algunos enanos hierro negro armados no solo con la armadura de la capital enana, sino también el tabardo propio de la nación. Eran aliados, pero para alguien que por años había combatido contra ellos, era difícil pensar en ellos como en algo más que enemigos.

“¡Soldados de Forjaz, prepárense para desembarcar!” – Alzó la voz el consejero Barbabronce. – “¡Primero y segundo pelotón, vosotros lo haréis primero! ¡El resto os seguirá!”

Los enanos golpearon sus hachas contra sus escudos, señal de que acatarían la orden y Muradin bajó del castillo de proa, notando por el rabillo del ojo a una figura humana y familiar, envuelta en una armadura de color azul, con hombreras con la forma de un águila por un lado y de un león en la otra. Su rostro tenia dos cicatrices que formaban una cruz y su cabello largo estaba tomado con una coleta. A ojos de cualquiera, ese hombre proyectaba la imagen de un guerrero, más que la de un Rey, pues contrario a otros monarcas humanos, como el viejo Terenas Menethil II, Varian Wrynn se negaba incluso a portar una corona. Antes llevaría un yelmo en vez de una corona sobre esa cabeza pensó divertido el enano, mientras desembarcaba antes que el resto de sus tropas.

Tan pronto estuvo en el muelle, el enano dio un par de pasos más hasta quedar frente al alto rey de la Alianza y líder de Ventormenta. Con respeto, Muradin se inclino frente a este y Varian meramente asintió como saludo al mismo.

“Bienvenido a Ventormenta, Muradin.” – Le saludo el Rey.

“Me alegra estar aquí, Rey Varian.” – Dijo el enano una vez se reincorporó. – “¿Cómo están las cosas en la ciudad? ¿Esta la séptima flota lista?”

“Estamos tratando de dar abasto con los refugiados de Theramore, pero no es una tarea sencilla.” – Contesto Varian con honestidad. – “Y en cuanto a la séptima flota… Más de la mitad sigue en los astilleros. Solo podré sumar un cuarto de ella.”

Muradin se encogió de hombros.

“Afortunadamente para ti, tengo naves a vapor de sobra.” – El enano esbozo una sonrisa debajo de su espesa barba cobriza. – “Y nuestros soldados están ansiosos de vengar a los brigadieres que perdimos en Theramore.”

Varian asintió y se hizo a un lado, invitando al enano a caminar junto a él. Muradin instantáneamente comenzó a caminar, siguiendo el paso del monarca humano. Tal y como el Alto Rey le había señalado, la ciudad estaba repleta de refugiados: el puerto de la ciudad tenia a más población civil de lo que cualquier soldado podría haber imaginado y para el enano era difícil suponer si era porque no tenían donde llegar, porque estaban acostumbrados a vivir en un sitio así y el puerto les recordaba a su hogar perdido, o porque creían que aún llegarían barcos con la intención de trasladarlos a Theramore. Pobres almas… era lo único que podía pensar el enano cada vez que los veía tanto en el puerto, como también en las calles de la ciudad, una vez lo dejaron atrás.

Ambas figuras se adentraron en el castillo de Ventormenta sin cruzar una sola palabra, al menos, hasta llegar a la sala de guerra. Junto al mesón ya se encontraban la gran almirante Jes-tereth y el maestro de espías, Mathias Shaw, quienes no tardaron en saludar con los debidos respetos al rey y al consejero. Muradin asintió a ambos y se aproximo a la mesa, notando los relieves de los tres continentes tallados sobre la madera, notando que diversas piezas referidas a la Horda y la Alianza se encontraban repartidas por encima de esta. No obstante, la más llamativa de todas, era la de un barco con la cresta del león sobre su vela, frente a la costa de Durotar.

“¿Es ese el objetivo?” – El enano cogió la figura y busco la mirada de Varian. Su expresión delataba la sorpresa que le produjo ver esa nave allí.

Varian asintió.

“Tenemos información de que la flota de la Horda ha zarpado al sur de Kalimdor.” – Señalo Mathias Shaw. – “La costa de Durotar esta desprotegida.”

“Un ataque rápido y certero…” – Asintió lentamente Muradin, volviendo a dejar la figura en su sitio. – “Pero atrevido.”

“Atrevido, sobretodo.” – Concordó el Rey de Ventormenta. – “Pero sin su cabeza, la serpiente morirá y probablemente lo que quede de la Horda se abrirá a la paz.”

“¿Y si no?” – Pregunto el enano, tanteando la posibilidad de que, como con Theramore, la Horda buscara represalias por lo ocurrido con Orgrimmar.

“Acabaremos con ellos.” – Sentenció Varian Wrynn.

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El asalto a la Bahía Garrafilada tomara lugar este proximo sabado 11 de julio sobre las 19:30 hrs. Los post relacionados a este hecho serán colocados dentro de estos días.

 

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La Batalla del Bastión Plumaluna

La flota de Shandris Plumaluna finalmente había llegado al bastión que llevaba su nombre y poco después de que las tropas kaldorei, draenei e incluso algunos huargen, habían desembarcado, los barcos se habían repartido por la costa para defender el puesto militar desde el mar. La general se encontraba en lo alto del árbol que funcionaba como cuartel principal del bastión, observando el mapa de Feralas que tenia en mesa frente a ella con pluma en mano, marcando las posiciones de las cuales sabia su estado de acuerdo a los informes que había solicitado.

Los ojos plateados de la elfa de la noche se pasearon desde el Bastión Plumaluna, hacia la Torre de Estulan, para luego continuar hacia Nueva Thalanaar y marcar este lugar con una equis. En silencio, Shandris murmuro una maldición para quien fuera que se hubiera atrevido a atacar o sitiar el asentamiento, pues eran sus ojos hacia el mar que eran ahora las Mil Agujas. En su mente cavilo la posibilidad de que fuera la Horda la culpable, pero ella conocía Feralas, y en su interior era consciente de que también podrían haber sido los Gordunni o los Tótem Siniestro, los cuales también acechaban en los alrededores.

Resignada, la kaldorei volvió a repasar el mapa, escuchando entonces unos pocos pasos detrás de ella, los cuales se detuvieron para dar pie a un simple taconazo.

“General.” – Escucho decir a una centinela.

Shandris se aparto de la mesa y se giro para ver a la elfa de la noche.

“Las patrullas que envió a explorar el perímetro han vuelto.” – Anunció la centinela. – “No hallaron presencia enemiga en los alrededores, salvo unas pisadas de ogro que pudieron haber hecho durante el día.”

La general frunció el ceño al oír aquello. Como elfos de la noche, sus costumbres eran nocturnas y por ende, toda su vida ocurría con la Diosa observándoles en todo momento. Sin embargo, como sus aliados, la Horda estaba compuesta por razas diurnas y gracias a sus oficiales, había averiguado que Garrosh Grito Infernal había aprovechado ese horario para avanzar por Vallefresno. Algo que, sin lugar a dudas, volverían a utilizar contra el bastión, incluso de manera inconsciente.

“Avisa al resto de oficiales, y a la sacerdotisa Estrellaclara, de que modificaremos nuestra costumbre.” – Ordeno la general. – “Quiero a todos durmiendo dentro de las próximas dos horas. Nuestro enemigo es diurno, así que tendremos que adaptarnos a ellos si queremos resistir su ataque.”

“Como ordene, general.” – Asintió la centinela, quien, si tenía algún atisbo de duda, al menos sabia esconderlo detrás de una expresión de mármol.

Shandris se acerco al mapa y lo enrollo, para luego volver a acercarse a la elfa.

“Lleva tu informe a la sacerdotisa Estrellaclara, también.” – Señalo Shandris. – “Y entrégale este mapa.”

La centinela cogió el mapa, se cuadro y marchó bajo la atenta mirada de su oficial. Shandris suspiro, llevando su mirada hacia el horizonte nocturno y por ultimo, a la Madre Luna. No tenia ni un solo deseo de adoptar una costumbre diurna, alejada de su brillo, pero como cualquier cazador, ella debía conocer y adaptarse a su presa. No tenía otra alternativa y como si se tratara de una despedida, la kaldorei musito una plegaria a Elune antes de caminar hacia su cama.

Citar

La batalla del Bastión Plumaluna tomara lugar este domingo 12 de julio sobre las 20 hrs. Personajes relacionados a estos hechos seran notificados via foro dentro de los proximos días.

 

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El Asalto a la Bahía Garrafilada

Horda

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Ficha de combate

Fuerza 3

Agilidad 2

Resistencia 3

Voluntad 2

Hacha de dos manos 15 (+3)

Combate sin armas 8 (+3)

Defensa fisica 12 (+3 / +2)

Voluntad mental 10 (+2)

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Ficha de combate

Fuerza 3

Agilidad 2

Resistencia 3

Voluntad 2

Hacha de dos manos 8 (+3)

Combate sin armas 8 (+3)

Defensa fisica 8 (+3 / +2)

Voluntad mental 8 (+2)

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Ficha de combate

Fuerza 3

Agilidad 2

Resistencia 3

Voluntad 2

Hacha de dos manos 6 (+3)

Combate sin armas 5 (+3)

Defensa fisica 6 (+3 / +2)

Voluntad mental 4 (+2)

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Ficha de combate

Fuerza 4

Agilidad 3

Resistencia 3

Hacha de dos manos 5 (+3)

Combate sin armas 2 (+3)

Defensa fisica 5 (+3 / +2)

Alianza

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Ficha de combate

Fuerza 3

Destreza 2

Agilidad 1

Resistencia 2

Voluntad 2

Armas de filo de dos manos 8 (+3)

Armas de filo de una mano 8 (+2)

Resistencia fisica 6 (+2)

Percepción sensorial 5 (+3)

Voluntad mental 4 (+2)

 

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Ficha de combate

Destreza 3

Fuerza 3

Voluntad 2

Resistencia 2

Maza de una mano 10 (+3)

Hacha de una mano 8 (+3)

Resistencia fisica 6 (+2)

Voluntad 7 (+2)

 

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Ficha de combate

Conocimiento 3

Voluntad 3

Agilidad 2

Percepción 2

Hechizos ofensivos 10 (+3)

Hechizos defensivos 10 (+3)

Hechizos con efecto 10 (+3)

Percepción extrasensorial 10 (+2)

Defensa fisica 5 (+2)

 

4b2aebeb.png

Ficha de combate

Destreza 3

Percepción 3

Agilidad 2

Resistencia 2

Armas de tiro 10 (+3)

Armas de filo de una mano 8 (+3)

Resistencia fisica 6 (+2)

Percepción sensorial 7 (+3)

457ca659.png

Ficha de combate

Destreza 4

Percepción 2

Agilidad 1

Resistencia 3

Armas de Filo de una mano: 5 (+4)

Percepción sensorial: 3 (+2 )

Defensa fisica: 4 (+1 / +3 )

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La Batalla del Bastión Plumaluna

Horda

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Ficha de combate

Fuerza 3

Agilidad 2

Resistencia 3

Voluntad 2

Hacha de dos manos 6 (+3)

Combate sin armas 5 (+3)

Defensa fisica 6 (+3 / +2)

Voluntad mental 4 (+2)

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Ficha de combate

Fuerza 3

Agilidad 2

Resistencia 3

Voluntad 2

Arma de filo de dos manos 6 (+3)

Combate sin armas 5 (+3)

Defensa fisica 6 (+3 / +2)

Voluntad mental 4 (+2)

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Ficha de combate

Fuerza 5

Agilidad 1

Resistencia 4

Maza de dos manos 5 (+5)

Combate sin armas 2 (+5)

Defensa fisica 5 (+4 / +1)

 

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Ficha de combate

Conocimiento 5

Agilidad 1

Voluntad 4

Hechizos ofensivos 5 (+5)

Hechizos defensivos 4 (+4)

Defensa fisica 2 (+1)

 

7143abfb.png

Ficha de combate

Fuerza 4

Agilidad 3

Resistencia 3

Hacha de dos manos 5 (+3)

Combate sin armas 2 (+3)

Defensa fisica 5 (+3 / +2)

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Epilogo

Los restos de la flota de la Alianza todavía flotaban sobre la bahía Garrafilada, cuyo solitario muelle se encontraba excesivamente reforzado producto de la batalla que había ocurrido en ese lugar. Todo a su alrededor estaba en silencio, pero para él, eso solo era la falta que venia antes y después de una tormenta que volvería a golpearlos una vez más. La Alianza había sido derrotada, pero su ataque hizo algo más que solo romper la ilusión de que Grito Infernal era invencible después de Theramore, sino que tampoco iban a dejarse amedrentar por su enemigo. La derrota los había unido con un propósito que iba más allá de vengar lo ocurrido y que harían lo que estuviera a su alcance para poner fin a la guerra, incluso si eso significaba ir a por el corazón de sus enemigos.

“Aún se pue’e rehpira’ la magia que usaron.” – Dijo Rokhan, quien se hallaba a la izquierda del jefe lanza negra.

“Eh cie’to.” – concordó Vol’jin para luego desviar su mirada de la bahía y volver a montar su raptor.

Tras la batalla, los heraldos kor’kron volvieron a dejar Orgrimmar con un destino claro: las capitales de sus aliados. Uno de ellos había llegado a las Islas del Eco, exigiendo reunirse con el jefe de la tribu, para luego informarle de que nuevamente el jefe de guerra quería reunirse con los lideres de la Horda. Vol’jin había recibido el mensaje, más no fue concluyente con su respuesta al orco antes de dejarlo marchar. Sin embargo, ahí estaba, a solo pasos de la ciudad orca, preguntándose para sus adentros si habría sido el único en responder y si fuera así, si es que no estaba caminando hacia una trampa. Después de todo, había oído ya lo que ocurría con quienes disentían con su jefe de guerra y tiempo atrás, él lo había amenazado de dispararle una flecha al corazón.

Rokhan y tres siame-quashi avanzaban en torno a su jefe, a lomos de un raptor al igual que él, atentos a los alrededores. Sobretodo ante algunos orcos cuyas miradas aceradas reflejaban el resentimiento que tenían contra ellos, seguramente por ser quienes estaban más cerca para ayudar a Orgrimmar y en vez de eso, prefirieron permanecer en las Islas del Eco, protegiendo su hogar en caso de que la Alianza intentara reclamarlas como cierto almirante humano había hecho en el pasado.

Los trols cruzaron la puerta de la ciudad y avanzaron por el Valle de la Fuerza, hasta detenerse unos pocos metros por delante del Fuerte Grommash. Un orco se aproximo a ellos para poder llevarse sus monturas, mientras Vol’jin y los suyos continuaron su camino a pie, adentrándose en el edificio, siempre seguidos bajo la atenta mirada de los kor’kron. El jefe de los lanza negra dio un paso tras de otro, observando a cada uno de los guardias, atento especialmente a sus manos y a sus pies, expectante de cualquier movimiento sospechoso. Aunque sus temores aminoraron cuando llegó a la amplia sala del fuerte y pudo notar que el resto de lideres también estaban allí.

Vol’jin asintió con la cabeza, a modo de saludo silencioso, a Baine y a Lor’themar, cuando su mirada se cruzo con la de estos y sin más, camino hacia su asiento, mientras podía sentir la mirada inquisitiva de Garrosh Grito Infernal encima de él, observándolo desde su trono de metal, cuero y hueso.

“Bien… Ya todos están aquí.” – Dijo Garrosh con un tono de voz grave, una vez Vol’jin se sentó. – “Muchos estarán preguntándose por qué les he pedido venir y la razón es simple: la Horda les necesita. YO los necesito.”

Vol’jin levanto una ceja al oír esas palabras y el resto de lideres reaccionó de la misma manera. Baine frunció muy ligeramente el ceño y se inclinó un poco hacia adelante, mientras se acariciaba su crin, ciertamente intrigado por las palabras de Garrosh. Lor’themar, cuyo semblante solía ser neutral, esta vez entrecerró sus ojos y ladeo la cabeza, viendo directamente al jefe de guerra. Sylvanas simplemente esbozo una suave y velada sonrisa, seguramente deleitándose con la situación. Gallywix se frotaba las manos, como quien estuviera a punto de hacerse con una oportunidad de oro. Ronauk, líder de los taunka, en tanto, se limito a reacomodarse en su silla y Zaela de los faucedraco tan solo desvió su mirada unos instantes, como si estuviera en desacuerdo con esas palabras y se sintiera decepcionada del jefe de guerra al tener que decirlas. Nazgrel de los Lobo Gélido, en cambio, tan solo gruño al oír tales palabras, ciertamente desconfiado de su veracidad.

“Theramore fue una victoria, pero fue una victoria más costosa de lo que pensé.” – Continúo diciendo el mag’har. – “Escondí algunos detalles de mis planes por temor a la deslealtad. Tome el manto de jefe de guerra, mientras la Horda estaba tratando de resolver las consecuencias de la Puerta de Cólera y esa consecuencia de un supuesto ataque contra los elfos de la noche en Vallefresno. Soy un guerrero, no un chamán y Thrall lo sabía, cuando me nombró como el nuevo líder de la Horda, pero ahora veo que liderar a la Horda es algo más que pura fuerza.”

“Admito que no debí esconder los detalles la batalla de Theramore y aunque, por un momento, creí que podría continuar con el plan que les dije en esta misma sala, las cosas fueron cambiando y el ultimo ataque demostró que no puedo hacer esto solo.” – Agregó Garrosh a su discurso. – “Orgrimmar esta en pie, gracias a la fuerza y esfuerzo de muchos, pero si la Alianza intenta otro ataque. Uno más fuerte que este, especialmente ahora que el Bastión Plumaluna sigue en pie, no puedo estar seguro de que podamos resistir.”

El silencio se apodero de la sala poco después de esas ultimas palabras y se prolongo por unos cuantos segundos más, los cuales parecían volverse una eternidad.

“Estoy seguro que decir estas palabras no ha sido fácil para ti, Garrosh.” – Baine rompió el silencio entonces, dirigiendo su mirada al orco. – “Se requiere valor para admitir nuestros propios errores y eso has hecho hoy. Esta es la valentía que la Horda necesita, no solo la que se prueba en batalla.”

“Sin embargo…” – Le interrumpió Lor’themar. – “el daño ya esta hecho: las grietas no sanaran tan rápido, como algunos aquí querrían. Cuando mi pueblo y yo nos unimos a la Horda, Thrall promulgaba valores como la unidad y esta ha ido desapareciendo desde que esta guerra comenzó. Incluso he sido informado de que teníais a un espía sin’dorei apoyándoos todo este tiempo, algo de lo que no supe hasta que uno de mis oficiales regreso de la batalla de Theramore. Unas palabras así no servirán para restaurar la confianza de los sin’dorei tan fácilmente, por sentidas que sean.”

“Tu has probado tus palabras a través de acciones, jefe de guerra.” – Dijo Sylvanas, una vez Lor’themar termino de hablar. – “Tal vez, podrías hacer lo mismo ahora. Dices que el temor a la deslealtad motivo tus decisiones y a pesar de eso, y de nuestro desacuerdo con ese ataque, todos aquí aceptamos seguirte a la batalla en Theramore. Ahora estamos aquí, de nuevo, así que como puedes ver, la lealtad sigue presente…”

Garrosh suspiró con resignación, algo que llego a parecer más un resoplido solapado por sus colmillos, cuando escuchó las palabras de Sylvanas. Vol’jin entrecerró sus ojos, viendo unos instantes a la Reina Alma en Pena, consciente de que estaba buscando conseguir algo. De todos sus aliados, los renegados eran los únicos que realmente se encontraban bajo el ojo atento del jefe de guerra como consecuencia de la Puerta de Cólera. Aunque eso no había sido la decisión de Garrosh, él tan solo había heredado ese desenlace y el trol estaba seguro que, si por él hubiera sido, seguramente todos los no muertos habrían sido purgados de la Horda. ¿Acaso la llamada Dama Oscura de los renegados buscaba transformar Entrañas en alguna clase de ejemplo?.

“Tienes razón. Palabras son palabras y tengo que probar lo que digo.” – Respondió Garrosh. – “En recompensa por tu lealtad, Sylvanas, retirare a la mayoría de mis kor’kron de Entrañas. Solo dejare al capitán Bragor y un pequeño grupo de sus guerreros, para asegurarnos de que el añublo no vuelva a ser utilizado de ahora en adelante.”

Los ojos de Garrosh acudieron entonces al puesto de Nazgrel.

“Las fuerzas que Cromush dejó en el Valle de Alterac seguirán allí, pero quedarán a las ordenes de los Lobo Gélido.” – Agrego el jefe de guerra. – “Cromush regresara a Molino Tarren, para continuar a cargo de la defensa de ese territorio junto a los renegados.”

“Bien.” – Fue lo único que obtuvo como respuesta por parte de Nazgrel.

“Aún e’ta el asunto de la guerra…” – Indicó Vol’jin desde su asiento, volviendo a hacerse el silencio. – “De’truimoh Theramore, pero la Alianza se ha unido cont’a nosot’oh. Su ataque a O’grimma’ falló, pero podrían volve’ a intenta’lo con ot’oh de nosot’oh.”

Garrosh asintió un par de veces.

“Es por eso que necesitamos permanecer unidos.” – Contesto Garrosh. – “La Alianza no aceptara la paz hasta que estemos muertos en el suelo o encadenados en sus prisiones, como hicieron en el pasado. Kalimdor es casi nuestro, pero eso no los detuvo para atacar Orgrimmar y no los va a detener para atacar a cualquiera de vosotros.”

“Esta guerra terminara con una victoria de la Horda, pero necesito su ayuda para hacerlo. Permitire que vuestros embajadores no solo sean representantes de su pueblo, sino también consejeros en lo que a esta guerra se refiere.” – Agrego el jefe de guerra. – “Cada movimiento o campaña que hagamos, será decidido a conveniencia de toda la Horda.”

La desconfianza, a pesar de las concesiones que Garrosh había hecho, seguía presente en varios de los ahí reunidos y cuando Vol’jin miro al orco, estaba seguro de que él también seguía desconfiando de ellos. Lamentablemente, él había desatado la guerra entre la Horda y la Alianza, y Theramore había marcado un antes y un después en el conflicto. Garrosh había cruzado una línea que ningún otro, salvo la Legión Ardiente en su afán de conquista y destrucción, había cruzado antes y eso había empujado a la Alianza a actuar de acuerdo con un enemigo así. Irónicamente, el jefe de guerra había conseguido su guerra y aunque no tenia los resultados que él esperaba, había obtenido lo que buscaba y el resto iba a seguirlo, aunque fuera solo por poder defenderse de futuras ofensivas, mientras se buscaba la manera de alcanzar la paz antes de que el baño de sangre acabara con todos…

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Los guardias reales de Ventormenta se encontraban patrullando las murallas en torno al castillo de su Majestad, cuando uno de ellos noto a la solitaria figura femenina que caminaba hacia el foso que dividía la capital humana con el hogar del Alto Rey de la Alianza. Una capucha cubría su cabeza, pero en los costados se podían ver varios mechones de cabello blanco caer por encima de sus hombros y a juzgar por el báculo que portaba, era evidente que era una maga, aunque no cualquiera.

“¿Quién va ahí?” – Alzó la voz uno de los guardias, por encima de una de las almenas.

La mujer se detuvo frente al foso y llevo su mirada al guardia.

“Lady Jaina Proudmoore de Th…” – El nombre de su antiguo hogar desapareció de sus labios tan pronto se percato del inconsciente desliz y por un instante, un nudo se hizo en su garganta.

Nada más basto el nombre para el guardia, para este asentir y señalar a los guardias de la entrada que alzaran el rastrillo y bajaran el puente levadizo. Paralelamente, otro de ellos marchó apresuradamente hacia el castillo con la misión de notificar al rey de la presencia de la dama, quien seguramente buscaría una audiencia con él.

Jaina cruzo el puente levadizo en silencio y así continúo caminando por el patio de armas del castillo, hasta finalmente llegar a la entrada de este, donde un guardia le esperaba para conducirla a la sala del trono. La maga se limito a asentir como saludo y el soldado se giro poco después de su gesto, para escoltarla al encuentro del rey.

Varian se encontraba sentado sobre su trono, aunque en vez de llevar su característica armadura azul, llevaba un chaleco de tela del mismo color con bordados de hilo dorado y una camisa blanca de lino por debajo. No obstante, sus piernas seguian cubiertas por las grebas y sus pies aún portaban las botas típicas de su indumentaria de batalla. Genn se encontraba a la izquierda del trono, cruzado de brazos, siguiendo cada paso de la antigua señora de Theramore y a la derecha del Rey, algo más alejado que el rey de Gilneas, se encontraba el maestro de espías Mathias Shaw.

“Rey Varian.” – Jaina se inclino de forma reverente. – “Espero que vuestra herida haya sanado. La Alianza necesitara a su Alto Rey ahora, más que nunca, en el campo de batalla.”

“La herida esta sanando, aunque no creo que hayas venido para solo saber como estoy, Jaina.” – Contesto Varian.

Jaina asintió a las palabras del rey de Ventormenta y, seguidamente, se retiro la capucha con su mano izquierda e inhalo profundamente por la nariz.

“El Kirin Tor me ha elegido como su líder.” – Dijo la maga finalmente, mirando fijamente a Varian, cuya expresión templada cambio radicalmente a una de sorpresa.

Genn levanto una ceja y por un solo instante, miro de reojo a Mathias Shaw, quien al notar su mirada simplemente se encogió de hombros. El gilneano suspiro con resignación y volvió su atención a Jaina.

“Supongo que eso significa que Dalaran finalmente volverá a la Alianza.” – Dijo Genn con su mirada puesta en la maga.

“Me temo que no es tan simple…” – Respondió con cierta renuencia la humana.

Varian frunció el ceño y se reacomodo en su trono.

“¿A qué te refieres con que no es tan simple?” – Preguntó el Alto Rey de la Alianza. – “Dalaran perdió a Rhonin gracias a la Horda y tu misma viste de lo que Garrosh es capaz, ¿acaso eso no es suficiente para el Kirin Tor?”

Inconscientemente, la voz de Varian fue alzándose y tomando un matiz un tanto más severo, mientras hablaba.

“Soy la nueva líder del Kirin Tor, pero eso no me transforma en su reina.” – Señaló la maga con un tono relativamente tranquilo. – “Hay otros archimagos quienes tienen voz en la ciudad y a pesar de todo lo que ha ocurrido, los magocratas siguen divididos en que hacer de ahora en adelante. Algunos incluso consideran que podríamos aprovechar nuestro vinculo con Quel’thalas, para lograr un armisticio o al menos, una tregua, entre la Horda y la Alianza.”

El silencio se apodero del salón del trono. Genn negó severamente con la cabeza, sin quitarle los ojos de encima a Jaina, quien a su vez tan solo aguardaba los comentarios de Varian. El rey de Ventormenta, por su parte, se llevo la mano derecha a su rostro y se froto suavemente la cuenca de sus ojos, tratando de comprender el por qué el Kirin Tor optaba por mantener su neutralidad a pesar de todo lo que había ocurrido.

“¿Y tu qué crees?” – Varian miro fijamente a Jaina. – “¿Realmente crees que hay una posibilidad de que puedan lograr eso o estas con aquellos que creen que deberían de volver a la Alianza?”

Jaina suspiro largamente.

“Aunque una parte de mi sabe que no hay posibilidad de alcanzar la paz con la Horda, no mientras Garrosh este liderándola…” – Comenzó a responder la maga. – “Quiero creer que hay una posibilidad de lograr algo. Fueron los Atracasol quienes dieron el voto decisivo para que el Kirin Tor fuera en ayuda de Theramore y su archimago representa a Lunargenta, eso dice bastante.”

“Lo hicieron porque servía a sus propios intereses, Jaina.” – Contesto secamente el rey de Gilneas. – “No porque realmente les importara el destino de Theramore.”

“Tal vez, pero eso prueba que no todos están de acuerdo con seguir las ordenes de Garrosh.” – Contrargumento la ahora líder del Kirin Tor. – “Y puedo aseguraros que ellos no son los únicos que se que se oponen a sus planes.”

“Puede que tengas razón, pero eso no bastó para impedir que Garrosh volviera a reiniciar esta guerra.” – Sentención el Rey Varian con un tono contundente. – “No puedo creer que después de todo lo que ha pasado, Dalaran decida permanecer neutral, pero tampoco puedo forzar vuestra mano. Sin embargo, si la Horda decide moverse en vuestra contra, pueden contar con nuestro apoyo para defenderos de ellos.”

Jaina frunció un poco el ceño al oír las palabras de Varian, sintiendo el deseo de retribuir ese apoyo que no había solicitado. Sin embargo, eso era algo que ella no podía decidir por si misma y aunque podía comprender el por qué lo decía, tampoco podía negar los argumentos de sus pares en el Consejo de los Seis, al señalar que aún podían dar con una forma de alcanzar una paz, aunque fuera momentánea. Irónicamente, Dalaran se había convertido en un faro de esperanza, tal y como lo había sido Theramore en su día, pero aunque ella no quería admitirlo, el temor a que su llama también fuera extinguida estaba ahí, acechando en los más oscuros rincones de su corazón.

“Agradezco tu apoyo, Alto Rey.” – Respondió la maga tras una elegante reverencia.

La reunión no tardo en concluir poco después de ese intercambio de palabras. No había espacio para más y tras realizar las debidas despedidas, Jaina opto por pasear por las calles de la ciudad antes de regresar a Dalaran. Habían miradas condescendientes con ella, pero parte de su espíritu halló paz al ser reconocida por algunos sobrevivientes de Theramore, ahora refugiados en Ventormenta. Sin embargo, como Varian y Genn, ellos también ansiaban que la Horda respondiera por su crimen y en más de una ocasión, Jaina se encontró sin palabras o meramente se limitó a responder que la Alianza haría todo lo necesario para que así fuera. No podía decir más, pues ahora lideraba una nación realmente neutral y que, como ella en el pasado, estaba depositando sus esperanzas en la paz.

Jaina se detuvo en el mirador del puerto de Ventormenta, observando los muelles por un instante, para después mirar los astilleros con las naves de la séptima flota que aún seguían siendo reparados.  Garrosh había desatado la guerra y en vez de forzar a la Alianza a capitular frente a la Horda, solo había conseguido darle un motivo de peso para seguir luchando. Theramore había sido la chispa de un fuego que incluso ella creía imposible poder apagar a esas alturas, pero si de algo estaba segura, era que independientemente de lo que trajera el futuro consigo, no permitiría que Grito Infernal volviera a arrebatar las vidas de aquellos que habían depositado su fe en ella. No sin antes luchar.

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