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-Relatos de un Caballero-

XXI

El irrenunciable deber...

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Costasur no había estado tan atestada de gente como en aquél entonces. Cientos, sino miles de supervivientes habían llegado a la ciudad portuaria con la esperanza de encontrar pasaje al oeste, incluso algunos al sur, hacia el reino de Ventormenta. En aquél puerto se enteraron de las novedades. Tirisfal y los bosques de la Vega del Amparo apenas se mantenían en pie, mientras que la resistencia de los caballeros de Dathrohan y Mograine intentaban mantener los caminos seguros en el oeste, para salvar a cuantos pudieran escapar del norte y las regiones más emponzoñadas del reino. Tras que Arthas disolviera la orden de la mano de Plata, muchos caballeros, ahora sin mando alguno, se plegaron al mando de su majestad, con la esperanza de proteger los pocos rescoldos que aún quedaban en pie de la patria.

Otros, se unieron a la iniciativa de Lady Valiente, que convencida, había afirmado que debían huir hacia el oeste. Incluso, se enteraron que el príncipe Arthas había partido al norte, en búsqueda de aquél que se hacía llamar artífice de la oscuridad que azotaba a su reino. Los más leales estaban dispuestos a servir a la patria hasta las últimas consecuencias y verla florecer a pesar de las dificultades.

Iván no creía que Lordaeron fuese a superar la oscuridad que se cernía sobre ella, más aún con un hombre como el príncipe de Lordaeron como heredero de un rey como Terenas, que aunque sabio, se veía pequeño ante el enorme peligro que hombres como él y los supervivientes sí habían visto y que los burócratas y aristócratas de la ciudad no. 

Fuera como fuera, aún había esperanza de encontrar a los Lionhammer y él los buscaría...

Iván consiguió un espacio para los suyos en un buque que se uniría a la expedición de Jaina Proudmoore. Partían en una semana, pero él se encontraba en una engrucijada.

Aquellos supervivientes que había llevado hasta Costasur se habían ganado su cariño y no los obligaría a quedarse. Aún, tenía un deber que cumplir. Aún había posibilidades de que los suyos estuviesen con vida, más aún si Tirisfal estaba en pie. Todavía existía la esperanza, por vaga que fuera, de encontrarse nuevamente con sus primos, sus pequeños sobrinos y por sobre todas las cosas, con su hija. Tragó grueso, él solo quería encontrarla y si lo hacía, podría traerla a Costasur y... solo así... partir hacia el oeste, o al sur. ¡Si tenía una oportunidad, por mínima que fuera, de recuperar el amor de su hija, de estar ahí verdaderamente para ella la tomaría! 

Pero... ¿Y si no le seguía? ¿Y si se negaba a acompañarle aún en la situación que se encontraba el reino? ¿Si le rechazaba? ¡O si...! ¡No, no se iba a atrever siquiera a pensarlo! 

Volvería a Tirisfal, buscaría a su familia y los traería aquí. Era la única oportunidad de los suyos a sobrevivir al infausto destino que les esperaba en Lordaeron.

Fue así que resolvió, aquella madrugada, de preparar el petate y partir hacia Tirisfal. Algunos caballeros de la orden y miembros del ejército regresaban a Tirisfal a ponerse bajo las órdenes del rey. Iván aprovecharía que estaría acompañado para atravesar el bosque de Argénteos que, aunque lo conocía, se decía que tras los sucesos de la plaga, no eran tan seguros como antes. 

Se preparó y en plena madrugada intentó salir de la posada, pero fue sorprendido por Marion. 

-¿Os váis?- 

- Tengo qué- sentenció, sin mirarla, avanzando con firmeza hacia las afueras del pueblo- Es mi deber, niña-

- Pero teníais una promesa con nosotros, jurásteis que nos acompañaríais...- 

- Y eso hice, os he acompañado hasta Costasur- Repuso, girándose y viéndola- He cumplido con vosotros, no os debo nada, ni vosotros a mí- 

Marion negó varias veces, bajando la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas. Iván guardó silencio mirándola, antes de comentar con voz baja. 

- Mi hija aún puede estar viva, niña...- La voz del paladín se resquebrajó, con sentimientos encontrados- Si tengo una sola oportunidad de...- 

- Lo entiendo, maese- Interrumpió ella- Simplemente, no quisiera perderos y menos por una...-

-¿Una qué? ¿Una esperanza?- comentó él, acercándose hacia ella- ¡Por mínima que sea, he de tomarla, vos lo haríais por vuestra hija e incluso por vuestro esposo, no es así?- 

Marion se mantuvo en silencio y bajó la cabeza, asintiendo. 

- Así es...- 

- Prometo encontrarme con vosotros, una vez que mi familia y yo estemos juntos...-

-¿Y si no, maese Iván? ¿Qué pasará si no?- 

Iván negó varias veces con la cabeza y afirmó- Pasará, joven Marion, por mi sangre y honor. Y sea cual sea el resultado de mi búsqueda, prometo partir hacia el oeste y encontrarme con vosotros, con todos ustedes. Sóis como mi familia- 

Marion se quebrantó y no pudo soportarlo más, corrió hacia el paladín abrazándole con fuerza, llorando. Él la abrazó y también lloró. Le había tomado cariño como si fuera su propia hija. Ella decidió acompañarlo hasta donde se encontraba la mesnada que intentaría volver a Tirisfal a través de los bosques oscuros de Silverpine. 

- Prometísteis reencontarnos, maese- Dijo la muchacha, tomándole del antebrazo cuando ya el grupo se disponía a partir. Se adelantaron algunos metros, Iván le sonrió poco, forzadamente- Debéis cumplir, os escribiré a Costasur tan pronto podamos hacerlo desde el oeste...- 

- Un caballero siempre obedece sus promesas, moza Marion- Dijo, inclinando su cabeza- Os bendigo grandemente a vos y a vuestra niña. Prometo escribiros de vuelta...-

Iván le sonrió... y encontró a los hombres con los que atravesaría los bosques de Silverpine.  

ArtStation - Silverpine Forest

***

 

 

// Entrega XXI del relato de Iván. Cada vez más próximo a acabar, asumo yo que quedan unos 3 o 4 capítulos más, como mucho. Espero que les guste :)

Editado por Sacro
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-Relatos de un Caballero-

XXII

Cuestión de fe...

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Los bosques de Silverpine, antaño sempreverdes, despedían un olor exquisito a fresno, que le recordaba a los asados en fogón que se hacían en el invierno con leña de aquellos bosques en la Villa Lionhammer. Ellos, aunque no eran expertos cazadores, hacían partidas de caza en compañía de algunos de los labriegos y criados que cultivaban las tierras de Michael en busca de jabalíes y ciervos para las cenas del Festival del Invierno, que realizaban en familia. 

Michael abandonó la vida acomodada en la ciudad para cuidar aquellas tierras y aprendió mucho de agricultura, ganadería y agronomía. Con esfuerzo, hizo que aquellas tierras tiraran para adelante cuando el rey se las otorgó tras el sacrificio de Gódric, su padre. Recordó con cierta ternura que un verano, encontró una tortuga en las orillas del Lordamere y se la regaló a la pequeña Susan, pero la tortuga le mordió el dedo gordo del pie izquierdo y tuvieron que regresarla al lago, entre risas, mientras la chiquilla se quejaba de las burlas. 

Ahora, las tierras que otrora fueran un remanso de paz se encontraban pútridas. Lo que antaño podría haber sido un paseo por la campiña de Lordaeron ahora era un auténtico peligro, un mero recuerdo del pasado: Los bosques estaban marchitos, el olor de los pinos, fue sustituido por el pútrido y dulzón hedor de la muerte. El agradable clima del bosque refugiados en la enorme hoguera con tizones ardientes de la hacienda de su familia habíase reemplazado por un frío antinatural, de muerte, que no volvería nunca a darle paso al sol de Lordaeron en verano. Las haciendas que pudieron ver en el camino ardían, se encontraban abandonadas y plagadas de cadáveres resecos. Incluso, en los caminos encontraron restos de caravanas que, en medio de su desespero, intentaron abandonar el bosque y Lordaeron para siempre.

Los soldados rapiñaron las pertenencias abandonadas, sacando miserables reliquias familiares sin valor de campesinos de la región, algunas monedas de cobre y con suerte, alguna de plata. Los caballeros de la mano de plata hicieron la vista gorda, sabedores que sus propietarios o bien estaban muertos, o bien habían logrado llegar a Costasur (si es que lo habían logrado) para no volver. 

La mesnada, conformada por casi un centenar de valientes, debió resistir varios ataques de los muertos, que acechaban en cada recodo del camino. Con suerte, esta partida no tenía civiles inexpertos entre los miembros y lograron avanzar sin problemas. Pensó en acudir a las tierras de Villa Lionhammer, pero los caminos eran peligrosos y prefirió mantenerse firme con el grupo. Contaba con la esperanza, tal vez, de recuperar aquellas tierras una vez llegasen a la ciudad, encontrase a su familia y el Rey Terenas lograse imponer el orden. No obstante, los horrores que cada día enfrentaban le convencían de lo contrario. 

Silverpine Forest by dlikt on DeviantArt

 

***

Tirisfal Glades 2022 by dlikt on DeviantArt

Tirisfal era aún un lugar... "seguro"

Al llegar a los peajes, notaron que estaban fuertemente militarizados por los ejércitos del rey que aún quedaban en pie. Se sabía de alzamientos de muertos en la región y que el culto operaba, pero la presencia de la orden y los agentes del rey era lo suficientemente fuerte como para evitar que las fuerzas de la oscuridad les superaran, al menos de momento. Eso le dio esperanza al grupo, que rápidamente se puso a las órdenes de las fuerzas de Lord Simbad Sacredsword, un caballero de la mano de plata al que había escuchado nombrar en la guerra. Este hombre, junto a otros más, dirigían la valiente defensa de Tirisfal a nombre del rey junto algunas legiones. 

La legión en la que él había servido había combatido en el oeste, en Hearthglen y en los bosques de Vega del Amparo, siendo gravemente diezmada en aquellas batallas. El resto de la legión, se unió a la I Legión del príncipe Arthas cuando este partió hacia el este siguiendo los envíos de grano y la unidad fue arrasada en el este, más allá del Cruce de Corin, en Vallenorte y en las peripecias de Stratholme. Asumió que su sobrino Pablo habría caído en la defensa, pues sabía que servía en aquella legión como teniente tras ser nombrado paladín.

Preguntó por las legiones que aún conservaban una fuerza operativa capaz de defender las tierras de Tirisfal y escuchó nombrar a la legión de Trabalomas de la que nunca recordaba el número que le habían asignado y que se encontraba bastante diezmada al intentar proteger los pocos asentamientos de la región y los caminos de Alterac, que de por sí eran peligrosos. La II Legión del ejército, que intentaba mantener los caminos entre Hearthglen, Andorhal y Tirisfal seguros para los refugiados sin mucho éxito. La VIII, que justamente defendía la frontera con los bosques de Argénteos, Una legión para proteger la ciudad, la XIX, que estaba conformada por reclutas en su mayoría y reforzada por la guardia real de su majestad y la XVIII, ubicada en el paso hacia Tirisfal desde Vega del Amparo... Aquella la conocía bien y un atisbo de esperanza se dibujó en su rostro. 

En esa legión se encontraba sirviendo Paul, el hijo mayor de Tarin. Si había suerte podía estar vivo y con él, muy probablemente, su hija. La esperanza se dibujó en su rostro. Acudió a la ciudad capital, donde Lord Simbad se encontraba organizando la defensa de Tirisfal pero lejos de presentarse al centro de mando, se desvió al barrio de los nobles, donde se encontraba la mansión familiar.

Lo que antaño había sido una gloriosa ciudad, ahora se encontraba en un paupérrimo estado de hacinamiento. La pobreza, las restricciones y el caos en las calles era perenne. Las fuerzas del rey mantenían el orden interno a duras penas y la orden de la mano de plata trataba de atender a tantos refugiados como llegaban de los distintos frentes que la plaga había atacado. Se abrió paso y llegó hasta las puertas de la mansión. 

Routes - Keystone.guru

Abandonó a su familia hacía meses y ahora, que se encontraba nuevamente frente a la vivienda, sus más grandes temores estaban cercanos a hacerse realidad. Tembló, incluso más que cuando enfrentó por primera vez a los orcos y se meó en los pantalones. Sintió más miedo ahora que cuando vio a los muertos levantarse para hacerle la guerra nuevamente a los vivos. Dio dos pasos atrás...

-¿M-maese Iván...?- Escuchó una voz, que le asustó, girándose. Era la joven Amanda, aquella criada de la familia  que desde muy pequeña era la más cercana a Susan- ¡Oh, p-por la luz!-  La chica graznó y se arrojó a los bazos del paladín que, sorprendido le abrazó como a una hija más.

- Amanda, niña- musitó, mirándola con algo de alegría- N-no sabes la alegría que me da veros...¿Dónde están todos los demás?- 

La muchacha lloraba, sin saber cómo responderle. El corazón de Iván latía con fuerza y sentía que le saldría de la boca. 

- M-milord, ellos... e-ellos han huido a la Villa L-Lionhammer, Lord Michael, su esposa... Lady Merissa, t-todos han ido allí... ruego a la luz que sigan bien-

Iván la miró con los ojos bien abiertos. Y su desasosiego fue enorme... amargo. Entendió que sus parientes habían intentado huir de la capital, pero los caminos de Argénteos no eran seguros y era probable que...Se interrumpió, ahogando un gemido de dolor.

- ¿Y Susan...? ¡Decidme, por la luz, que está bien!- 

Amanda tardó en responder, presa del llanto. Pero le respondió:

- M-milord, se unió al ejército con maese Paul- Suspiró- Sé que sirve en la XVII... p-pero no he r-recibido más noticias de ellos hace... días- 

Iván tuvo que respirar con fuerza, para poder calmarse. ¿Y si aún estaban vivos? ¡Tenía que ir con ellos, reunirlos y buscar a los suyos en Villa Lionhammer! 

Tomó por los hombros a la joven criada y la zarandeó un poco. 

-Escúchame, niña- graznó - Necesito saber la ubicación exacta de mi hija y Paul ¿Sabes dónde están?-

- Sí, milord.... en el baluarte, la frontera entre Tirisfal y Vega del Amparo- 

- Prepara provisiones- afirmó- ¿Tu familia, sigue en la ciudad?- 

La chica asintió, intentando darle explicaciones. El paladín no la dejó terminar- Que viajen ligero, coged provisiones y llevad lo estrictamente indispensable. Tenemos que salir de la ciudad cuanto antes y de Lordaeron para siempre. Esta tierra está perdida-

-¡Maese, lo que decís es...!- 

Iván gruñó y le miró, torvo- No has visto los horrores que yo he visto niña. Si quieres sobrevivir junto a los tuyos, es el momento de obedecer- 

Amanda bajó la cabeza, servil y asintió- ¿Dónde i-iréis?- 

- A buscar a mi hija...nos iremos de este maldito infierno de una vez por todas ¿Hay alguna bestia en los establos?-

- S-sí, milord... La vieja Betsy. Vuestro primo me la ha dejado para... cualquier eventualidad-

- La tomaré, necesito viajar rápido- Entró a la casa y en las cocinas se hizo de algunas escasas provisiones. Solo tenía una oportunidad y no podía desperdiciarla- Me encontraré con vos y los vuestros en cuatro días a más tardar. Si no regreso, no nos esperéis- 

La muchacha palideció, sin saber qué responder.

-¿Me escuchaste bien, niña?- 

Ella asintió varias veces. El paladín asintió y apresuró el paso hasta los establos. 

Solo la fe movía sus actos. Era cuestión de fe lo que le movía ahora a salvar a su hija y al joven Paul. Haría lo que fuera necesario por llevárselos consigo o morir en el intento.

***

 

// Para lo que me cuesta escribir últimamente, ando On-fire. Espero poder terminar esto pronto. 

 

 

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-Relatos de un Caballero-

XXIII

La Caída de Lordaeron

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Los caminos no eran pacíficos, ni transitables. 

En varias ocasiones tuvo que chocar contra mesnadas de muertos en solitario, mientras se abría paso hacia El Baluarte. En los cruces de caminos, encontró puestos de avanzadilla, que sufrían ataques permanentes de los muertos vivientes. La falsa calma que reinaba en los Claros de Tirisfal no era más que una pantomima. La niebla antinatural se apoderaba de los caminos, cada vez que el horror se preparaba para atacarlos. Pero con suerte (y la gracia de la luz) alcanzó el Baluarte. 

Guardaba la esperanza de encontrar a los restos de la XVIII legión o al menos, a alguien que le indicase dónde se encontraban aquellas fuerzas militares, pero su corazón casi se entrega. El baluarte se encontraba lleno de cadáveres y ardía en llamas. Los soldados allí habían perecido. Presa del dolor, rugió furios y cargó contra las llamas y la muerte, purgando a tantos muertos como pudo, intentando encontrar entre los cuerpos los cadáveres de su hija y su sobrino. 

En medio de su reyerta personal, penetró en una de las tiendas abandonadas, aquella que era de alguno de los oficiales. Allí había cartas y órdenes recibidas hacía poco. Habían recibido órdenes de partir a Brill, donde esperarían instrucciones del rey. Las noticias afirmaban que el príncipe de Lordaeron se encontraba próximo a volver de las gélidas tierras del norte. 

Aún había esperanza. Emergió de la tienda, con la carta en mano, mientras un necrófago apestado cargaba contra él, levantó su martillo con una sola mano y soltó un marrazo que le reventó el esternón. Subió a la vieja Betsy y acicateó hacia Brill. 

 

Finally finished all my Tirisfal Glades paintings : r/classicwow

Aunque avanzar solo entre los campos de la muerte era terrible, más podía su deseo de salvarla. Acicateó a la vieja Betsy con violencia, tanto, que la yegua se quejó y se detuvo en medio de los caminos. Comprendió que no podía forzarla más y le dejó descansar, avanzando entre los adoquines mugrientos. Los molinos de las campiñas, en la lejanía, se alzaban como colosos tenebrosos, que le miraban con ojos amarillentos y carentes de vida en medio de la niebla.

"¡PAPI!" 

Suspiró, apretando los puños. 

"¡Marie, dónde estás!" 

Sus ojos se llenaron de lágrimas. 

"¡Papi no juto, buca ota be!" 

El paladín rugió de rabia y frustración, golpeando con violencia la cerca en la que apoyó sus manos hasta casi lastimarse, de no ser por los guanteletes de placa y cuero que llevaba. 

-¡No me la quites, a ella no!- Graznó, mirando hacia arriba, rabicundo e inexorable- ¡No me quites a mi hija, te doy mi vida a cambio de ella!- 

Pero la luz no atendía a ese tipo de plegarias. Se giró, cuando la rabia pasó a ser nuevamente miedo y se acercó a la yegua, que ya estaba dispuesta a avanzar. Pero sus gritos habían alertado nuevamente a los muertos vivientes. 

-¡No me detendréis, malditas bestias de oscuridad!- 

Cargó hacia los necrófagos con determinación, pero aunque lo intentó, la luz no atendió su llamado. Impactó al primero con su martillo y luego al otro, tratando de mantenerlos lejos de su yegua. Pero pronto comenzaron a superarlo. La luz no acudía a sus llamados y comenzó a temer. Una de las criaturas corrió hacia él y debió interponer el mango de su martillo de guerra entre su torso y las fauces pestilentes de la bestia, pero concentrado en detenerla, otra logró rasgar su costado con sus garras haciéndole sangrar. 

Footman vs Ghoul... an illustration I did last month! - Samo94 : r/wow

-¡RAGGGH!- Rugió de dolor, apartando a la bestia con la que forcejeaba empujando el martillo con tal fuerza, que la endeble criatura cayó con este encima, incapaz de levantarlo. El paladín se retiró el yelmo y a suerte de arma, lo empotró varias veces contra la cabeza de su otro contrincante hasta hacer que parara. Pero otro más corría hacia él para reemplazar a su vil secuaz... y otro.... y otro.... 

¿Acaso acabaría todo así, devorado por secajos pestilentes? ¿Acaso no vería más a su hija?

Pero pensar en su pequeña leona era una de sus grandes motivaciones. Súbitamente, la sacrosanta Luz Sagrada le rodeó y se proyectó en todas direcciones, calcinando a los muertos vivientes a su alrededor. Calzó su yelmo, dispuesto a avanzar, Rugiendo otra vez. 

-¡Por mi hija, por mi patria!- 

La rabia recta del paladín comenzó a superar a las fuerzas de la oscuridad que le habían rodeado y pronto, los muertos vivientes comenzaron a huir o perecer a sus manos. Primero uno, luego otro... y otro... Su martillo y armadura quedaron empapados del pestilente ícor de la muerte, pero había prevalecido por su propia voluntad. Había sometido a la luz a que no le abandonase.

Había perdido demasiado tiempo, rugió furioso y subió a la yegua, avanzando. Aquella noche, llegó a Brill, viendo en la lejanía las fumarolas de las casas y las luces en las melancólicas ventanas. 

En efecto, el ejército de Lordaeron se había pertrechado en aquella locación, pero eran incontables soldados y refugiados. En medio del caos, intentó vislumbrar los rostros de su hija y su sobrino, pero ninguno de ellos estaba entre los guerreros. Los soldados le indicaron que la XVIII legión se encontraba acampada en los alrededores de la plaza principal del pueblo. Ese día, pasaban revista. Las noticias eran de júbilo.

Arthas había vuelto del norte y partía junto a sus flamantes capitanes hacia la capital a encontrarse en la capital con su padre, el rey. Lo recibirían pronto en el pueblo y se pondrían bajo su mando. Los rumores decían, que llevaba consigo un arma de justicia, con la que castigaría a la sombra. Pero eso a Iván no le importaba.

Los hombres de la legión se encontraban formando, pero era incapaz de diferenciar a su hija entre tantos rostros jóvenes. El corazón le palpitaba con rapidez. Se atravesaba delante de las mujeres que veía uniformadas, pero era incapaz de encontrarla. Jamás la había visto en armadura. 

-¿S-susan M-Marie?- Dijo a una, tomándola de los hombros, pero la joven, morena, negó varias veces viéndole con extrañeza. 

-¡Susan!- Su voz, trémula, se perdía entre los vítores y las voces de mando. Al pueblo había llegado una comitiva de caballeros, encabezada por lord Simbad. Supo reconocerlo por el tabardo y las armaduras de batalla. Pero su instinto le indicaba que algo no estaba bien. 

-¡Viva el Príncipe de Lordaeron!- Escuchó gritar a uno de los jóvenes oficiales. Los soldados respondieron con algazara y salero todos los soldados, golpeando los hierros. Iván exclamó en medio del vítore.

-¡Susan!- Pero era imposible que, si ella estaba en medio de aquellos, le escuchasen. De súbito, las campanas del pueblo comenzaron a sonar con fuerza. Los soldados gritaban eufóricos y el tañir de las campanas volvió a silenciar su voz clamando el nombre de Susan y Paul. Las campanas se detuvieron de golpe y el paladín confirmó sus sospechas. En medio del caos, desde el camino del rey, un solitario jinete, ensangrentado, cabalgó hasta lord Simbad. 

-¡El rey ha muerto...! ¡El príncipe de Lordaeron... lo ha asesinado! 

 

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El silencio sepulcral dejó azorados a todos, que no fueron capaces de actuar. 

-¡El ejército de los muertos se acerca! ¡Vienen por nosotros, con el traidor a la cabeza; Ciudad Capital y las fuerzas del rey Terenas han caído!-

El caos se apoderó de todos. Los soldados, comenzaron a romper filas, presas del miedo y los refugiados, corrían igualmente. Los oficiales intentaban mantener el orden en medio del caos, pero antes siquiera de poder reaccionar y buscar a su hija, el horror se hizo presente. La Plaga había comenzado a verse desde todas las colinas. Brill sería una conquista más para la muerte.

Iván comenzó a gritar desesperado, buscando a sus parientes, pero no fue capaz de hacerse oír en medio del caos. La batalla comenzó y en medio del caos, abandonó toda esperanza, no encontraría a su hija, ni a su sobrino. En medio de un hueco que pudieron abrir los hombres y mujeres de Lordaeron, presa del terror, huyó con otros, mientras Brill quedaba atrás. Los ejércitos de Lordaeron comenzaron a correr hacia los caminos que daban hacia el bosque de Argénteos. Donde cayó de rodillas, viendo la capital de su patria destruida, en llamas y pestilente, mientras el otrora príncipe de Lordaeron emergía por las puertas, magnánimo, con la espada bañada en la sangre de su padre. 

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***

 

// Una nueva entrega de los Relatos de un Caballero, quedan cada vez menos :) 

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  • 1 mes atrás...

-Relatos de un Caballero-

XXIV

El último Éxodo

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De no haber sido por la chica Amanda, él se habría dejado devorar por los muertos. 

De rodillas frente a la ruinosa Lordaeron, donde nada más y nada menos que el príncipe de las tinieblas ordenaba a su marabunta correr detrás de los que habían podido salir de la ciudad y de contra las fuerzas que desesperadas intentaban defenderse, la chica apareció entre la gente. 

-¡Milord...!- 

Iván lloraba, desconsolado. Su hija, su patria, su familia. Todo estaba perdido. Pero en medio de tanta oscuridad, la joven pelirroja emergió como un faro de luz. 

-¡M-Milord...!- 

Entre las gentes, la joven apareció a lomos de un jaco. Chillaba, llena de sangre, ícor y vísceras, pero intacta. 

-¡M-milord, de-debemos salir de aquí!- 

El paladín la observó, atónito. Se iba a dejar morir, ya nada tenía un atisbo de sentido, pero la presencia de Amanda le pareció una especie de señal. 

-¡Niña... por las barbas de Terenas, estás viva!- La muchacha lloraba desconsolada, observábale con apremio- ¿Tus...?- 

Iván no quiso terminar su pregunta. La familia de Amanda había caído y probablemente había salido de los muros de Ciudad Capital por el sacrificio de ellos. Se reincorporó con pesar. Iván graznó.... -Tenemos que irnos de aquí, ahora- 

La joven asintió, sollozando. El paladín se apeó a la vieja yegua y exclamó. 

-¡S-Seguidme!- 

Los hombres y mujeres que estaban cerca, en medio de la podredumbre, la pestilencia y la muerte que le escucharon les siguieron. Iván apenas podía convocar a la luz, puesto que se forzaba a sí mismo a creer y tener temple. El veterano no tendría recuerdos claros de cómo realmente se abrieron paso entre las huestes de muertos vivientes, pero lo hizo con un puñado de supervivientes.

ArtStation - Alterac Mountains

Incluso, tenía lagunas de cómo se había topado con la chica. Lo que aquí relatamos, fue lo que pudo reconstruir después de escapar. Perdieron los caballos en medio de los campos y en más de una ocasión debieron esconderse en medio de los funestos terrenos, dentro de las casas y tierras de lo que otrora había sido Tirisfal, con huestes de muerte pisándoles los talones y con cultistas que les cazaban. Iván conocía bien aquellas tierras y a pesar de las dificultades, logró dirigirlos hacia el Lago Lordamere, escapando al bordear sus orillas y escapar hacia las montañas de Alterac. 

El frío atenazó sus huesos, pues no estaban preparados para atravesar aquellas tierras también malditas y manchadas por la traición de los Perenolde. Pero fuera de todo pronóstico y probablemente debido al auxilio de la luz, el grupo logró atravesar los caminos y pasos montañosos hacia Trabalomas, sin correr peligro alguno más allá de las inclemencias del clima. Cuando abandonaron el peligro y llegaron a Molino Tarren, que en aquél entonces aún era habitado por súbditos del rey, tuvieron un fugaz momento de calma.

La muchacha, Amanda, le reveló al paladín que en efecto su hija sirvió en la Legión XVIII. "No le encontrásteis porque era un grupo numeroso, milord.... seguro ella ha sobrevivido. Quiero creer que así ha sido"

Pero Iván abandonó su esperanza de volver a tener a su hijita entre brazos. Se veía como el último superviviente de Lordaeron que llevaba el apellido de lo que una vez fue la casa Lionhammer. Convencido de esa premisa, solo gruñó en respuesta a lo dicho por la joven criada. 

- Daría mi vida a quien tuviera que darla, si con ello mi hija estuviese viva- Amanda bajó la cabeza, no quiso insistir. Iván estaba roto por dentro.

-¿Qué haremos ahora, milord...?- Comentó la joven, luego de un incómodo silencio- ¿Cómo procederemos?- 

- ¿Procederemos?- repuso Iván, con gesto severo- ¿Acaso no estás viendo lo que ha pasado? ¡Lordaeron ha caído!- 

Amanda tardó un poco en responder, pero repuso:

- Lordaeron seguirá en los corazones de su pueblo en tanto sigan creyendo que existe. Además, milord, aún cuando hemos perdido todo, vos seguís... y como vuestra criada, sigo a vuestro servicio. Mi familia siempre estará vinculada a los Lionhammer, en tanto yo siga viva- 

La muchacha le sorprendió. Hablaba con una convicción y serenidad que él no habría tenido jamás a aquella edad. El paladín suspiró y se acercó para abrazarla, como lo haría un padre a una hija. La muchacha le correspondió y ambos lloraron amargamente, por largo rato, drenando el dolor inenarrable que sentían. 

Una vez hubieron llorado y calmado sus emociones, el paladín habló con ella suavemente. 

- Tienes que irte de estas tierras, mi niña. Debes irte lejos y rehacer tu vida- 

- Pero... milord... ¿y vos? ¡No puedo dejaros, sois lo más cercano que tengo a una familia y de Susan- 

Iván negó con la cabeza- No puedo irme. No habéis visto lo que yo y aún cuando estas tierras están sentenciadas y mi familia con ellas, aún hay gente que necesita quien le proteja. Lordaeron jamás volverá a ser lo que fue, pero en algo tienes razón. Seguirá habitando en los corazones de la gente que aún viva y haya nacido en ella-

Amanda bajó la cabeza, suspirando. 

- Os juro por la luz y por la memoria de mi hija, que a cada hombre, mujer, anciano o niño que lo necesite, le protegeré con mi vida. Nada me ata al mundo, más que esa premisa. He perdido todo, pero si puedo reunir con mi sacrificio a tantos padres pueda con sus hijos, mi alma partirá tranquila al sepulcro- 

Fue así, que convenció a la joven Amanda de partir. A los días, Iván escoltó a una caravana importante de supervivientes de Lordaeron y de habitantes de Molino Tarren hacia Costasur. Tal como su primer viaje a aquellas tierras, los caminos eran agrestes, silenciosos y seguros. La chica Amanda tomó un buque que la llevó a la Isla de Kul Tiras. No volvería a saber de ella, no obstante, la tendría presente siempre en su memoria por ser, junto a aquella muchacha llamada Marion a la que había rescatado y mandado junto a la expedición Valiente, las dos razones por las que aún seguía sirviendo a los inocentes. 

De alguna forma, ambas le recordaban a su hija, donde quiera que ahora estuviera. 

 

// Con este relato, nos acercamos ya a la última parte de los Relatos de un Caballero. Estoy casi seguro, que de no terminar en la otra parte, lo haremos en dos más. 

 

Espero que les guste...  

 

 

Editado por Sacro
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-Relatos de un Caballero-

XXV

El Señor Feudal

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Como muchos otros, el anciano Lionhammer, otrora paladín, ahora un caballero sin señor o rey alguno, se avocó a servir a los refugiados y supervivientes que llegaron desde los cuatro puntos cardinales del reino a Trabalomas y a todo aquél que pasara por allí huyendo hacia las Tierras Altas de Arathi, donde también ofreció su espada al servicio de los reductos strómicos. 

Junto a él, un grupo pequeño, pero entusiasta y experimentado de antiguos soldados y caballeros del Reino, conformaron una compañía mercenaria que, al servicio de estos reductos, enfrentó a los males que asediaban a ambos antiguos reinos humanos. Trataban de servir con honor y no prestar sus espadas a otra causa que no fuera la de la justicia, la luz y el bien, pero en tiempos tan difíciles como aquellos, incluso los que servían bajo la senda del honor, manchaban sus manos. 

Sirvieron por un tiempo en el ejército de Garithos, con la promesa de recibir un pago por sus servicios, durante la campaña que emprendían los remanentes de la alianza para tomar el control de la antigua capital. Para sorpresa de la compañía-que sabía del inminente ataque del ejército del mariscal a Ciudad Capital y por lo cual les habrían contactado- fueron enviados a las montañas de Alterac contra los bandidos de la hermandad del sindicato. Iván, furioso, acató las órdenes, primando las necesidades de sus hombres antes que el honor y la gloria de la conquista de la capital. Al final, dada su veteranía y como capitán de aquellos soldados de la fortuna, sabedor del peligro que supondrían los bandidos para el eventual restablecimiento de un gobierno en Lordaeron,entendió que era tan necesario ir a las montañas a dar guerra sin cuartel a aquellos perros sarnosos de Alterac como tomar por asedio la capital.

Puede que, aunque les habían arrebatado la gloria, salvaran la vida, ya que días posteriores, mientras esperaban nuevas órdenes en las montañas tras masacrar a todo alteracquí que se encontraron y opuso resistencia, se enteraron de la caída del ejército del mariscal al intentar recuperar la  capital coaligados con los muertos vivientes de Sylvannas. Fuera como fuera, volvían a ser libres de mando alguno y con el escaso botín que obtuvieron de manos de aquellos perros de las montañas, volvieron derrotados a Costasur. 

Los años siguieron pasando e Iván, si había dejado atrás sus títulos y comenzaron a dejarle de llamar caballero (y mucho menos paladín) ahora parecía cualquier cosa menos un antiguo veterano de los ejércitos del rey. Se le conocía como un mercenario más de tantos que había cumpliendo encargos y defendiendo la endeble estabilidad de las laderas de trabalomas y los caminos de las Tierras de Arathi. Desaliñado, enfermizo, entregado a la bebida y los excesos, le llamaban simplemente como "El capitán". 

Sin embargo, un alegre día, mientras acampaba junto a sus hombres en las cercanías a una de las torres de Costasur, uno de los centinelas de guardia dio el aviso. 

-¡Mensajero, Capitán!- 

Iván frunció el ceño, extrañado. ¿Sería un nuevo encargo desde el concejo de Costasur? ¿Habría una nueva caravana a la cual escoltar?. 

- Dejadle pasar- Respondió, hosco, mientras picaba con un viejo cuchillo oxidado una jugosa manzana que un niño de los campos de trabalomas le había regalado tras su última escolta a las caravanas comerciales que solían surtir aquella región desde Costasur. Esperaba a uno de los soldados que solían enviar con las ordenanzas desde Costasur, pero le sorprendió el tabardo que llevaba: azur, con el puño de hierro cerrado en el centro del pecho, a manera de blasón. El muchacho avanzó, firme, hacia él.

- Salve, Sir Iván Lionhammer, paladín de los caballeros de la Mano de Plata- 

El anciano Iván gruñó y le entró la tos, atragantándose. Hacía demasiado tiempo que nadie le llamaba de esa forma, siquiera por su nombre. Incluso sus compañeros de armas se sorprendieron, ya que ninguno conocía aquella faceta de él. 

- Ya no, hijo- graznó, tras aclararse la garganta- La orden ya no existe. ¿De dónde te has sacado esos colores? ¿Acaso se lo robaste a un cadáver? imagino que sabes que es un acto terrible el que has hecho... ¿no?- 

Dijo, con un tono un tanto furioso. Aunque ya no fuera un paladín y la luz le hubiese abandonado hace demasiado, seguía respetando a sus camaradas caídos. Poco a poco, con disimulo, comenzó a apretar el mango de su viejo cuchillo, dispuesto a arrojárselo directo al cuello al muy hideputa. Le haría arrepentirse por robar tabardos de sus viejos camaradas. 

- Al contrario, milord- Repuso el joven, con serenidad- La orden está más viva que nunca- 

Iván soltó una carcajada que sus compañeros secundaron. Todos sabían que la orden era una reliquia de otro tiempo. El muchacho frunció el ceño y continuó, momentáneamente ofendido, extendiendo una misiva lacrada con el símbolo de la mano de plata para Iván.

-Si no me creéis, comprobadlo por vos mismo-

Iván comenzó a leer la carta, y a medida que la iba leyendo, sus compañeros pudieron notar como su gesto burlón demudaba a uno de confusión, increduldiad y luego a uno de profunda seriedad. El viejo lionhammer mantuvo un silencio sepulcral, mientras miraba la carta y luego al muchacho con seriedad... Hasta el punto de hacerse incómodo para todos los presentes. 

El anciano se levantó, mirando al chico, firmando la carta con su propia pluma y tintero. 

-Decidle al señor feudal Vadin que asistiré a su llamado, aunque no soy el mismo que otrora fui- 

El joven paladín parpadeó y sonrió un poco complacido y marcial, tomó la carta y le saludó férreo, asintiendo luego. 

- Será un honor informarle a mi señor de vuestra decisión. Esarus Thar´no Darador, maese-

-Sí, sí, ahora márchate...- gruñó el paladín, incómodo...pero farfulló en respuesta- Esarus Thar´no Darador-

El joven inclinó la cabeza, sonriendo con un tanto de complicidad y marcialidad, partiendo raudo, a donde quiera que se encontrase su señor. 

-¿Qué carajo acaba de pasar, capitán?- Preguntó confundido uno de los suyos, el teniente Hill.

- La orden me ha reclamado, Hill- dijo, suspirando largamente, con su rostro lleno de dudas, evidentemente- Debo acudir tan pronto como pueda ante Lord Tirion Vadin- 

-¿Vadin?¿ El antiguo señor de Mardenholde?- 

Iván asintió, mirándole de reojo. 

-¿Y qué se supone que haremos nosotros? ¡No vamos a ir a vernos con ese noble! ¿O sí?- 

Iván comenzó a hacer su equipaje y recoger su tienda, negando con la cabeza- No, viejo amigo, desde este momento, estás al mando de la compañía-

-¿Qué? ¡Te volviste loco, viejo decrépito!- 

Iván negó con la cabeza...

- Un paladín no dejará de serlo, siempre que su pueblo lo necesite. Y un hombre de Lordaeron siempre estará presto a defender a su patria en tanto siga respirando- 

Comentó con determinación. Los demás comprendieron y levantaron sus tarros de cerveza, ante la premisa que los había unido a aquella compañía en un principio: Defender a Lordaeron hasta el final y a toda consecuencia, donde fuera que se encontrasen. 

Esa misma madrugada, tras beber una pinta más con sus compañeros y comer cecina, el viejo Iván Lionhammer partió con premura hacia donde le habían indicado en aquella misteriosa misiva. 

El destino que tomó, era La Capilla de la Esperanza de la Luz... 

 

// Ya estamos más cerca de terminar, creo que solo falta un capítulo, que con probabilidad será un poco largo. 

 

 

 

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-Relatos de un Caballero-

XXVI

La Batalla por Capilla de la Esperanza de la Luz

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Iván se hizo de su astucia y el conocimiento de los caminos de la región para llegar hasta la Capilla de la Esperanza de la Luz. No fue un trayecto fácil, pues aquella vasta región estaba devastada por la guerra y los muertos vivientes. Su llegada le recordó aquellos infaustos días en los que tuvo que abandonarla con aquella caravana, pues las fuerzas allí acantonadas no se daban abasto para la defensa. En aquella ocasión, años después, la situación no era tan distinta. Los presentes, apenas un puñado de defensores, levantaban a la desesperada parapetos y defensas que a simple vista, le causaron preocupación.

Sobre los pechos de aquellos, no obstante, vio pendido el símbolo del puño cerrado de plata. Otros, llevaban el tabardo oscuro del Alba Argenta, una iniciativa entusiasta de varios supervivientes y paladines de la orden. Tuvo que identificarse sacando de su mochila el antiguo blasón de su orden, remendado y harapiento para poder pasar a tierra sagrada. 

Entre los presentes, reconoció a antiguos camaradas y hermanos que, aunque no estuvieron en los mismos frentes que él, le saludaron como a uno más y se dieron un abrazo de auténticos hermanos. No eran muchos, estaba claro, pero se sintió como en los tiempos de mayor gloria de aquella orden a la que orgullosamente perteneció en el pasado. Entre los presentes, reconoció a aquél entusiasta escudero que había llevado la misiva con su aceptación al llamado.

-He venido tan pronto como he podido, maese...-

- Soulshield, lord Iván- respondió el escudero- Byron Soulshield. Nos honra con su presencia en esta hora tan aciaga- 

Iván frunció el ceño, pero antes de preguntar, Soulshield prosiguió.

- La situación es crítica, milord. Las fuerzas del carnicero se preparan para un ataque inminente. Han azotado las tierras de Nuevo Avalón, Villa del Refugio y la Mano de Tyr. La cruzada escarlata ha sido totalmente masacrada y esta es la última defensa de la luz en estas tierras, ahora que todos han caído. Un ejército enorme, encabezado por los caballeros de la muerte, viene hacia aquí- 

Iván sintió un nudo en la boca del estómago. Aquello suponía un evento inminente y gravísimo, para el que los hombres que estaban allí presentes no eran ni suficientes, ni mucho menos estaban preparados. Era una batalla perdida, a la que todos habían acudido de buen grado a morir. 

- Eso explica entonces la preparación de esas defensas tan mierderas- Dijo, mirando hacia las trincheras y parapetos improvisados que levantaban en los alrededores de la capilla- Una batalla inminente, con números en contra, ante el enemigo más grande que ha tenido la humanidad de Lordaeron-

El escudero le miró, firme, asintiendo- Ninguno de nosotros está aquí obligado, milord, podéis iros...-

Iván le interrumpió y aseveró- Un día más de trabajo, hijo... y quiera o no, en algún momento, tenemos todos que hacernos uno con la luz- 

El viejo sonrió, torvo, mientras Byron le apretó el hombro con camaradería.

- No caeremos, milord. Y si fuera el caso, la luz está con nosotros- 

Iván solo se limitó a asentir. De súbito, un cuerno se escuchó en la cercanía. 

- ¡Se acerca Lord Tirion!-  

Las fuerzas, con evidente consternación, comenzaron a sentirse impulsados por la presencia de un hombre de aquella prosapia. Como gran parte de los presentes, aquél portaba ropas y armaduras que eran indignas de su posición, pero aún así, su grandeza no se veía opacada. Comenzaron los vítores. 

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Las fuerzas, con evidente consternación, comenzaron a sentirse impulsados por la presencia de un hombre de aquella prosapia. Como gran parte de los presentes, aquél portaba ropas y armaduras que eran indignas de su posición, pero aún así, su grandeza no se veía opacada. Comenzaron los vítores.

- ¡Hermanos! la hora es aciaga y se acerca, el que probablemente sea el momento más importante de la historia de nuestra patria. Todos los aquí presentes han acudido al llamado irrestricto del deber y les agradezco. La luz prevalecerá, en tanto sus fieles le sigan siendo fieles. Sé que muchos de vosotros habéis estado a punto de desfallecer, pero hoy, nuevamente la luz se impondrá y nos mostrará que, a pesar de la oscuridad, siempre encontraremos un nuevo amanecer. ¡Esarus Thar´no Darador!- 

Iván asintió con firmeza, mientras sus compañeros vitoreaban. Si ese era el momento cumbre de su historia, lo asumiría con determinación. Tirion se aproximaba a los hombres que encabezaban la defensa: Tyrosus, Albar y otros más a los que no pudo reconocer, pero se abrió camino hasta él. Tirion saludaba a todos cuanto podía, e Iván pudo cogerle del brazo, antes de ir con los mandos. 

- Milord... yo...- 

Tirion le observó con fijeza, y para su sorpresa, le reconoció: 

- Hermano Lionhammer-  Puso su mano en su hombro - No esperaba menos de vos-

Iván no supo que responder, mas que hacer una mueca extraña con el rostro y balbucear...

- E-era mi deber estar aquí- 

Tirion sonrió levemente y para su sorpresa, el paladín sintió la calidez de la luz calentarle, mientras la luz manaba de forma tenue de la mano de Tirion, que apretaba su hombro con firmeza. Como hacía mucho, volvía a sentir en su corazón como aquella energía sacra le reconfortaba. 

- No temas entonces, Iván Lionhammer, pues la luz aún tiene un destino para ti- afirmó- Vuestra prosapia, es grande y digna. Los honráis de igual forma- Tirion sonrió levemente, palmeando una vez más el hombro de aquél, antes de apartarse y reunirse con los oficiales del Alba Argenta, para ultimar los detalles. 

Iván no supo cómo, pero que Tirion le hablase en tiempo presente sobre los suyos, le dio un atisbo de esperanza. ¿Sabría algo aquél? ¿Qué significaban sus palabras? ¿Habría sido la luz hablando a través de él? Sus preguntas pronto tendrían respuesta.

La defensa se organizó según las indicaciones de los líderes de aquella defensa y para sorpresa de Iván, Fordring volvió a marchar de la Capilla. Desconocía los planes que tenía aquél, pero si lo conocía bien, sabía que era un caballero valiente que tenía un as bajo la manga. 

Por su parte, Iván estaría en la primera línea de defensa de aquél reducto de esperanza, la capilla no caería. 

Know Your Lore: The sacrifice of Darion Mograine

El  cielo comenzó a oscurecerse y la tierra a temblar. Pronto, los gritos de alarma se acontecieron y un oscuro coloso eclipsó el sol y el funesto cielo de las Tierras de la Peste. Aquella, era la temible necrópolis de Acherus, un bastión aberrante capaz de surcar los cielos. La marabunta negra, de ojos amarillentos y azures, pestilente, clamaba ansiosa la muerte de aquellos que habían acudido a combatir a la sombra. Iván sintió por un momento flaqueza. 

Pero en su mente, vislumbró un atisbo de esperanza. Las palabras de Tirion habían retumbado en su mente y cuando cerró los ojos para tomar valor, la visión de su joven hija se hizo presente, así como la de todos sus parientes. Fuera cual fuera su destino, él se consagraría en honor a ellos, a todos y cada uno, leones blancos y negros, eso no importaba. Ese día, se inmortalizarían en la gloria, o en la muerte, todos, en él, se consagrarían.

Los caballeros de la muerte encabezaban la conflagración abyecta, pero eso no le arredraría. Cuando escuchó el grito de guerra enemigo, dio dos pasos adelante. 

-¡Por el rey lich! ¡Por la sombra! ¡Gloria al Azote! ¡Muerte a los vivos!- 

El joven Byron, aunque estuvo en todo momento estoico, en ese momento, flaqueó, retrocediendo dos pasos. Iván le tomó del hombro y le miró fijo.

- Hasta el final, muchacho, Tenacidad aún cuando la hora sea más oscura- 

El escudero tragó saliva y viendo a aquél, asintió con mayor determinación. 

- ¡Por Lordaeron, por la luz! ¡Por la vida!- gritó Iván y los defensores de la capilla, le secundaron. 

Cuando era inminente el choque, cientos de cadáveres andantes comenzaron a arder tan pronto comenzaron a tocar el suelo rededor de la capilla. ¡El suelo sagrado de la luz castigaba a la sombra! ¡Gritaron con fervor! 

El ejército de la muerte comenzó a chocar con fiereza contra las defensas, que envalentonados por el respaldo de la luz y los héroes que allí reposaban, comenzaron a luchar encarnizadamente. Iván se apartó de los sables oxidados de un guerrero esquelético, antes de encajarle en las costillas su martillo, levantó su martillo a tiempo, antes de recibir con el mango del mismo un ataque, que despachó al empujar a su atacante lejos de él. Sintió en su interior el cálido toque de la luz y cerró los ojos, fervoroso, rezando una plegaria.

- Hoy, más que nunca, te pido tu auxilio, aún cuando sé que he sido el más indigno de los tuyos... dame fuerza para castigar a la sombra- 

Su mano se iluminó y una sentencia salió disparada de esta hacia el enemigo. Iván se sorprendió, pero con convicción avanzó delante, secundado por el escudero, plantando su maza en el suelo, consagrando el suelo a su alrededor y mandando a la ceniza a varios de los muertos vivientes a su alrededor. 

-¡Por la luz! ¡Resistid firmes!- 

No obstante, la fuerza sombría, aún con el respaldo de la luz, era superior... y comenzaron a recular las defensas. Los necrófagos apestados y abominaciones rompieron uno de los flancos, mientras que donde él se encontraba, debieron retroceder. Caballeros de inconmensurable valor cayeron. Una saeta artera pasó silbando cerca de él, incrustándose en el pecho del escudero Byron Soulshield. 

- ¡No, Byron!- 

El muchacho cayó en el suelo, inerte. La saeta le había arrebatado la vida en el acto. Y el paladín, presa del dolor por su partida, lloró amargamente su muerte. Intentó llevarse a rastras el cuerpo, pero sus compañeros no se lo permitieron, él mismo podría caer de hacerlo. Entre los caballeros de la muerte, quien les lideraba, llevaba la crematoria consigo, aquella arma de valor y sacrosanta virtud, ahora impía, en manos de Darion Mograine, comenzó a levantar a los muertos... y hacerles recular hacia las segundas defensas. 

El muchacho cayó en el suelo, inerte. La saeta le había arrebatado la vida en el acto. Y el paladín, presa del dolor por su partida, lloró amargamente su muerte. Intentó llevarse a rastras el cuerpo, pero sus compañeros no se lo permitieron, él mismo podría caer de hacerlo. Entre los caballeros de la muerte, quien les lideraba, llevaba la crematoria consigo, aquella arma de valor y sacrosanta virtud, ahora impía, en manos de Darion Mograine, comenzó a levantar a los muertos... y hacerles recular hacia las segundas defensas. 

No obstante, el oscuro señor de los caballeros de ébano, comenzó a tener problemas para controlar la hojarruna maldita. Fue en ese momento, cuando Tirion Fordring hizo acto de presencia en el campo de batalla, causando el reimpulso de la defensa y con ello, el descalabro de las fuerzas de la plaga. Fue ahí, que presenciaron el milagro de la luz, cuando el propio espíritu de Alexandros Mograine hizo acto de presencia y acusó a Darion y al resto de caballeros de ébano por sus actos. 

Se liberaron del control de Arthas, que también se hizo presente en aquél lugar, cuando en el punto cumbre de la batalla, Darion Mograine le arroja la espada maldita en un último acto desesperado al paladín y este, mediante la luz la purifica. El Rey Exánime había sido derrotado y ellos, fueron testigos y partícipes de una victoria sin precedentes: La Plaga podía ser vencida. 

Ese día, Tirion Fordring unificó bajo su mando a los caballeros de la Mano de Plata y a los miembros del Alba Argenta. Y Lord Iván sería juramentado como uno más, renovando sus votos, ahora como Lord Paladín de la Cruzada Argenta y con un objetivo en mente: Acabar con la tiranía del Rey Exánime y así, reivindicar su apellido, como el último de su progenie como se creía. 

 

// Ya solo queda, ahora sí, una sola entrada para culminar esta historia épica sobre el padre de mi personaje Susan Lionhammer. Espero de corazón que a quienes lo han leído, les guste. 

 

 

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