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CORAZÓN DE LOBO

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I

LA OFENSIVA DE VALLEFRESNO

Los gritos de animo y batalla inundaban los alrededores del Aserradero Grito de Guerra, donde diversas hogueras ardían en medio de la oscuridad de Vallefresno. Pequeñas volutas de fuego escapaban de los fogones de vez en cuando, chisporroteando frente a los chamanes que entonaban canticos hacia los elementos, buscando su bendición para el futuro que les aguardaba a todos. Al mismo tiempo, otros guerreros de los Grito de Guerra bebían, afilaban sus armas y hasta luchaban en un improvisado anillo de batalla que habían construido con estacas para marcar los limites, correspondiendo a los ritos del Mak’Rogahn. A los ojos de cualquiera, se podría decir que los orcos estaban realizando una celebración por alguna aparente victoria y en lo profundo del enorme cuartel, el Jefe de Guerra, Garrosh Grito Infernal, se hallaba sentado en su trono no solo por ser el líder de la Horda, sino también por ser el jefe del clan en cuyo dominio se encontraba, tal y como su padre lo había hecho en el pasado.

El interior del gran salón era cálido y aun llevado su torso casi descubierto, cubierto únicamente por las correas que sujetaban sus hombreras de hueso, gotas de sudor corrían por sobre la piel marrón del orco. Pero eso no parecía molestarle tanto, ni tampoco a su más cercano consejero; Sauranok el Místico, uno de los chamanes que había decidido permanecer junto a la Horda en el momento en que Azeroth se volvía contra su propia naturaleza tras el despertar de ese enorme dragón negro.

Garrosh se llevó su jarra a su boca y bebió de su grog como si no hubiera bebido nada en meses, poco antes de que los sonidos que venían fuera del edificio se acallaran por unos pocos segundos y luego, se transformaran en insultos y hasta retos de combate en la improvisada arena.

“¿Qué ocurre ahí fuera?” – Pregunto con su voz grave el Jefe de Guerra, dejando su jarra de lado para coger el mango de Aullavisceras, la cual reposaba al costado derecho de su trono.

“No lo se, Jefe de Guerra.” – Contesto Sauranok a su lado izquierdo, adelantándose unos pocos pasos hacia la salida del gran salón. – “Pero iré a ver, si ese es tu deseo.”

Garrosh asintió y siguió con la mirada a Sauranok, quien no tardo más que cinco minutos en abandonar y luego, retornar al gran salón, escoltando a un grupo de cinco guerreros orcos en cuyo centro de su formación se encontraba una Elfa de la Noche de cuerpo esbelto y fibrado, apenas cubierto por una armadura que dejaba poco a la imaginación, como era costumbre en las Centinelas y cuyo cabello azulado se encontraba adornado con varias hojas verdes de los arboles.

“Nazgrim y su partida de exploradores encontraron a esta elfa espiando el aserradero, Jefe de Guerra.” – Anuncio Sauranok, una vez se detuvo frente a Garrosh. – “¿Qué hacemos con ella?”

Garrosh observo en silencio a la elfa por unos segundos y luego volvió su mirada hacia Nazgrim, uno de sus tantos suboficiales y guerreros que habían luchado por la Ofensiva Grito de Guerra en la Guerra contra el Rey Exánime, cuya expresión marcial siquiera variaba frente al Jefe de Guerra. Pero tampoco le impedía actuar como su honor demandaba y en cuanto noto los ojos de Grito Infernal sobre él, el inmenso orco se golpeo su pecho con orgullo.

“Háblame, Nazgrim. ¿Dónde encontraste a esta espía?” – Pregunto Garrosh con su voz retumbando en el interior del gran salón, mientras este se reincorporaba.

“Cerca de la empalizada noroeste, Jefe de Guerra.” – Contesto Nazgrim, observando fijamente a los ojos del joven líder de la Horda. – “Seguramente proviene del puesto de avanzada de los elfos no muy lejos de aquí; Canción del Bosque. Estaba sola y parecía estar observando los movimientos del aserradero y nuestros guerreros.”

Garrosh asintió y con un simple movimiento hosco de su cabeza, hizo que los guerreros se apartaran, dejando a la elfa a merced del Jefe de Guerra. Los pasos de Grito Infernal hicieron eco sobre el suelo de piedra, pero la elfa no se amedrento y tan pronto observo sus pies frente a ella, levanto sus ojos cuyo brillo plateado era tan puro como la luz de la Luna, mirándole de un modo desafiante. El orco le sostuvo la mirada y en cuanto oyó a la elfa murmurar unas palabras en su lengua, una sonrisa curvo su rostro, enseñándole sus colmillos.

Lentamente, Garrosh levanto a Aullavisceras y dejo reposar la cabeza del hacha bajo la barbilla de la elfa, sin borrar su gesto del rostro.

“Rezas a tu diosa… a tu Elune, para que pueda otorgarte la salvación o cualquier otra esperanza antes de morir. Pero te equivocas si crees que voy a matarte aquí, elfa. No hay honor en acabar a un enemigo desarmado.” – La mirada desafiante de la elfa inmediatamente se volvió confusa, algo que provoco que Garrosh hinchara su peso de orgullo y le observase de forma altiva. – “Te liberare y llevaras un mensaje a tus hermanas: Vallefresno dejara de perteneceros muy pronto y quien se interponga en el destino de la Horda, pagara con sangre su estupidez.”

Garrosh observo a Nazgrim y señalo a la elfa, luego de apartar Aullavisceras de la barbilla de la elfa, haciendo el hacha honor a su nombre tras producir un suave silbido al cortar el aire con tan simple movimiento.

“Llévala donde la encontraste y libérala, Nazgrim. Luego regresa aquí.” – Nazgrim asintió a las palabras de Garrosh, sin rechistar o mostrar una señal de confusión. – “Hay una tarea que tengo para ti.”

Grito Infernal se giro y volvió hacia su trono con completa naturalidad, mientras un confuso Sauranok seguía con la mirada a Nazgrim y sus guerreros, quienes se llevaban consigo a la espía elfa de la noche. El chamán no podía comprender el actuar del Jefe de Guerra, ¿como era posible que dejara a una enemiga libre? ¿sobretodo ahora que estaba tan cerca de comenzar su verdadera ofensiva?. Víctima de la confusión, el chamán se giró hacia Garrosh, encontrándose con la fiera mirada del mag’har sobre él, quien obviamente había notado la confusión reflejada en sus ojos y en su modo de actuar.

“Deja que los elfos de la noche sepan lo que haremos. Deja que la Alianza sepa lo que haremos. Porque cuantos más soldados quieran enviar a detenernos, más fácil será para nosotros aplastarlos a todos y reclamar no solo Vallefresno, sino que todo Azeroth si es necesario, para que la Horda pueda demostrar que este Cataclismo ha abierto las puertas a un nuevo mundo.” – Sauranok parpadeo ante las palabras de Garrosh, pero no porque no estuviese de acuerdo con ellas. No, en realidad si lo estaba y se sentía inspirado a seguirlo, especialmente porque no solo beneficiaría a la Horda, sino también a otros igual de interesados en el futuro conflicto. – “Un mundo sin la Plaga y su Rey Exánime para hacer temer a nadie. Un mundo sin una Alianza a la que tener que temer o respetar por lo que nosotros hagamos… Un mundo dominado por la Horda.”


Off-rol

El evento dara comienzo para la Horda de Kalimdor este Sabado 2 de Mayo a las 19 hrs. (Horario Peninsular), enviandose las notificaciones onrol por los respectivos grupos de organizaciones oficiales y otros medios.

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II

EL DESTINO DE LA ALIANZA

Los albañiles trabajaban tan rápido como podían, evitando en todo momento la mirada casi lupina del Rey Varian Wrynn, con esos fieros y en cuyo reflejo podía verse la basta experiencia que poseía en asuntos de guerra el gobernante de Ventormenta, así como la fiereza que lo había caracterizado y permitido sobrevivir como gladiador en la arena. Hasta el capataz había decidido levantarse de su asiento para supervisar la construcción y las reparaciones de las distintas naves que se encontraban dentro de los astilleros; no siempre tenían el lujo de recibir la visita de su Majestad. Aunque el recibirla también significaba que de no ser de su agrado los esfuerzos sobrehumanos que estaban realizando los albañiles para concluir cuanto antes sus labores, el Rey aplicaría aun más presión pues la guerra estaba cada vez más cerca y el Capataz Metz temía que esta fuera la razón de su visita.

Su Majestad caminaba en silencio, con el semblante serio, a menudo confundido con severidad por las cicatrices que cruzaban su rostro, paseando su mirada por las distintas naves que comprendían desde cargueros, fragatas, rompehielos y destructores. A su lado izquierdo caminaba la Gran Almirante Jess-tereth, sobre cuyo pecho se encontraba reposando el tabardo de Theramore, mientras que al derecho, el Mayor Samuelson, su capitán de la guardia real.

“Estas naves no lucen preparadas aun para el combate…” – Comento el Rey Varian con un tono neutro, aunque con una clara preocupación en su rostro.

“Los hombres trabajan día y noche para concluir sus labores, Majestad.” – Apunto con tono moderado la Gran Almirante. – “En solo cosa de semanas la Séptima Flota debería de estar en condiciones para cumplir con todas sus obligaciones.”

Varian negó con la cabeza. Lo que para la Gran Almirante parecían semanas más que comprensibles, para el Rey de Ventormenta significaban más semanas de inactividad en las cuales las rutas comerciales por mar eran blanco fácil de piratería y de la Horda, si es que esta se atreviese a asaltarlas. Días con sus fuerzas teniendo que moverse a pie o aguardar en sus cuarteles, mientras los mensajes de ayuda llegaban de los distintos asentamientos bajo su control. Semanas que Varian no tenía el lujo para darse.

El sequito real continuo caminando, nuevamente, bajo un absoluto silencio, haciendo abandono de los astilleros para llegar a los muelles, donde su Majestad fue testigo de como una de sus naves de batalla era devuelta al mar. Comenzando a ser abordado, curiosamente, por distintos soldados cuyas cabezas no llevaban yelmos de metal como sus guardias reales, sino unos cascos más esféricos y con visores a cada extremo, y frente a su rostro, resultándole muy símiles a los yelmos empleados por los gnomos. Estos salían de las aguas de la bahía, siendo observados atentamente por un hombre que se encontraba a un costado de la cubierta y que vestía el uniforme reglamentario, de cabello rubio, corto y bien cuidado, con una barba recortada y una postura marcial.

“¿Ellos son…?” – Varían no necesito terminar su oración, nada más basto su mirada curiosa sobre los soldados para que la Gran Almirante asintiera.

“El G.O.E.V, su Majestad.” – Respondio Jess-tereth. – “El Grupo de Operaciones Especiales de Ventormenta. Son quienes se encargaran de las labores subacuáticas y de desembarco en las nuevas islas que parecen haber aparecido en nuestro horizonte, una vez la Séptima Flota este preparada.”

El Rey asintió sin poder evitar llevar su mirada hacia el horizonte, allá al lejano oeste donde podía ver claramente unos pequeños picos rocosos que indicaban montañas. Desde que el Cataclismo causase el levantamiento de tierras de tal modo, el monarca de Ventormenta había decidido que dicho sitio debía de ser investigado y, eventualmente, capturado por el Reino de Ventormenta y la Alianza si es que se llegara a tratar de un nuevo suelo. No podía darse el lujo de desproteger su frontera, no en tiempos como los que corrían, aun siendo una frontera marítima.

Sin embargo, la mente del Rey dejo de divagar cuando su Capitán de la Guardia Real anuncio la llegada de Mathias Shaw, quien con absoluta normalidad se inclino ante su Majestad con gran elegancia y con unas breves palabras, le hizo entrega de un solo sobre en cuyo contenido el Rey no solo encontró una nota, sino también unos mechones de cabello gruesos y oscuros, los cuales asimilaban bastante el pelaje de los animales y un colmillo roto.

Varian frunció el ceño al ver los elementos, dedicándole una mirada cauta al Maestro de Espías, quien solo le insto con un gesto de su rostro a leer la nota, algo que su Majestad no dudo en realizar.

“Así que esta cumbre no es solo para hablar del futuro de la Alianza…” – Comento el monarca, arrugando la nota a medida que sentía como una incontrolable furia se apoderaba de su ser. – “No me esperaba que Tyrande y Malfurion me tomasen como un idiota que no se daría cuenta de sus estúpidas intrigas.”

Los ojos de Varian, victimas de la furia incontenible que ya se reflejaba en ellos, se volvieron hacia Mathias Shaw.

“¿Qué harán el resto de naciones?”

“Acudirán, su Majestad.” – Respondió de forma inmediata el Maestro de Espías. – “Es posible que no sepan el trasfondo de toda esta reunión. Que no sepan que el Reino de Gilneas participara buscando su readmisión en la Alianza.”

“Gilneas…” – El solo pronunciar el nombre de dicho reino hacia hervir la sangre de Varian, quien arrojo la nota a las aguas de la bahía. – “Ahora que su muro no los protege, recuerdan su unión a la Alianza… Cringris y su gente… Daria igual si los aceptásemos o no, volverían a darnos la espalda como los cobardes que son.”

Mathias Shaw guardo absoluto silencio, respetando las reflexiones del Rey. Sin embargo, el Mayor Samuelson carraspeo, solicitando la palabra a su Majestad, quien no dudo en otorgársela con un ligero asentimiento poco antes de girarse para dedicarle toda su atención.

“Comprendo vuestro rechazo a Gilneas, su Majestad.” – Comenzó a decir el Capitán. – “Sin embargo, si permitís mi osadía, sois vos el único consciente de este engaño y Ventormenta solo es una voz más entre otras en la Alianza. Si nadie escucha vuestras palabras, la historia se repetirá. Quizá haríais bien en asistir para demostrar no solo la fortaleza de Ventormenta, sino también para enseñar al resto que clase de aliado están ofreciéndonos los Elfos de la Noche… Tal vez incluso sirva para que el joven príncipe entienda mejor el peso de las labores de un Rey, tanto en política, como en asuntos de guerra.”

Un simple, pero tajante “No” estaba por escapar de los labios de Varian y sin embargo, en cuanto escucho la ultima mención sobre la enseñanza que su hijo podría sacar de todo esto, cierta brizna de calma se apodero de su espíritu. Su mente se aclaró y le permitió sopesar cada palabra, descubriendo la razón tras de esta y tras varios minutos, asintió con un deje de resignación.

“Gran Almirante, preparad una escolta marítima.” – Ordeno el Rey al volver su mirada hacia Jess-tereth, continuando con Mathias. – “Esconde nuestros pasos. No quiero que nadie sepa sobre nuestra asistencia a esta cumbre. Lealtad y confianza es lo que necesita la Alianza, pero no quiero que Cringris se entere de nuestra llegada y prepare un falso discurso para adularnos e intentar convencernos de oir sus venosos gimoteos.” – La dureza de las palabras del Rey era excesiva, pero aun en su expresión se podía denotar que era el sentido del deber el que lo llevaba a aceptar asistir a la cumbre. A querer evitar que la historia se volviera a repetir y demostrar al resto de la Alianza lo inútil que era poseer un aliado así, que volvía la espalda tan fácilmente y dejaba que otros reinos, como Ventormenta, tuvieran que convertirse en uno de los últimos baluartes de la humanidad y enfrentar por si solos las amenazas que se cernían sobre ella.

Varian marcho en silencio, seguido nada más por el Mayor Samuelson y su guardia real. Tanto Mathias como la Gran Almirante intercambiaron miradas, con ambos reflejando su sorpresa por el consejo del Capitán, mientras que este ultimo se sentía más que satisfecho de ver como sus palabras habían surtido el efecto deseado y como ahora solo quedaba aguardar el resultado. Eran días oscuros y la noche se acercaba cada vez más, Samuelson lo sabía. Pero aun había maneras de llenar de esperanzas al resto antes de que el crepúsculo llegara a apoderarse de Azeroth. Solo requería un pequeño esfuerzo.

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