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Redyan Lyrudre - Prácticamente Magia (Historia, Relatos y Escritos)


Mensajes Recomendados

Relatos: El Despertar de la Sombra

Rasganorte - Cementerio de Dragones

*Una carta sellada con finos bordes lacrados y el simbolo de un fenix alado del mismo color, llega a manos de cada miembro de la Academia del Ocaso Marchito*

Bal'a dash sin'dorei,

La hora finalmente ha llegado y nuestros hermanos vuelven a movilizarse hacia el norte, y junto con ellos habeis de ir vosotros. Lamento que hayais de ser enviados cuales soldados a un campo de batalla, pero no queda otra alternativa. Sin embargo, la Archimaga Alysse Bloodrose os aguarda en el frio norte para comenzar a hacer investigar sobre esta amenaza que representa el Vuelo Azul para nosotros, como también la posibilidad de acercarnos aun más a Dalaran y el Kirin Tor.

Partireis junto con vuestros hermanos de la Legion 501 de la Mano de la Venganza, en tan solo dos lunas más, y sereis enviados hacia Orgrimmar, para partir desde allí hacia el techo del mundo.

Anu Belore Dela'na

Magistrix Anarial Dawnborn.

Redyan vió a lo lejos el mensajero. Pobre hombre, tenía que cruzar cinco millas cada vez que debía entregarle una carta. No tenía propiamente dicho, una residencia y tampoco la habría querido de ser así. Vivía tranquilamente en lo alto del frondoso arbol, en una casita sostenida por sus enormes ramas; Casita, que había construído mucho tiempo atrás junto a su amigo Eliyion. Él ya no estaba, se marchó hacía varios meses y ahora ella la ocupaba sola, sin necesidad de que eso cambiase.

Bajó las escaleras de cuerda hasta el pie del arbol y recogió la carta con el sello y lacrado de la Academia Ocaso Marchito. El mensajero le propinó una mirada molesta, aunque intentó no denotarlo demasiado y retiró pocos segundos después.

Redyan abrió el sobre y comenzó a leer poco a poco... arrugando cada vez más su naricita, en señal de desagrado.

- (Esto tiene que ser una broma...) - pensó al terminar de leerla. No podía creer que el aviso de Anarial, aquel dia en la reunión de la Academia, fuese cierta. ¿Desde cuando era lógico que obligasen a estudiantes, luchar en una guerra? Lo entendería en un caso de necesidad defensiva, si se diera una invasión o una guerra abierta dentro del propio Reino de Quel'Thalas... ¿Pero obligarla a viajar con un ejército hasta Rasganorte? ¡Estaban locos!

Ella sabía que no era una novicia, pero tampoco tenía grandiosos poderes y mucho menos, para luchar cara a cara con La Plaga... era incomparable esa situación, con la propia vivida siete años atrás, donde únicamente la supervivencia había sido lo importante, solo eso, sobrevivir, no plantarte delante de monstruos, sin posibilidad alguna de mantener unas defensas, siquiera magicas... Su estudio e intereses sobre la magia estaban enfocados al conocimiento, la experiencia, incluso la cultura o la existencialidad, lo suyo era investigar y aprender a desentrañar los misterios de las energías y Magia Arcana, no luchar...

Se sentía en cierto modo condenada, enviada a morir y su naturaleza desconfiada le hacía pensar en las peores deducciones... - (¿Habría hecho eso adrede, Anarial?) - Esa pregunta se formulaba sin querer en su mente.

Se llevó por inercia, unos instantes, la mano hacia el collar, de origen Draenei, que le había dado el Anacoreta Kairthos en Quel'Danas... - "Es un amuleto aprreciado por nuestrra culturra. Te prrotegerrá, pequeña curriosa. Siemprre que busques el camino corrrecto, te ayudarrá" - recordó las palabras de Kairthos mientras observaba el amuleto de cristal, un tallo ovalado de color violeta, algunas veces incluso parecía que brillaba un poco con luz propia. - (Pues mejor que sea cierto... porque falta me va a hacer allí... apenas se nada de Abjuración...) - pensó ella para sí, haciendo una mueca.

Guardó la carta lacrada y se dispuso a preparar su bolsa, mentalizandose de todo esto, aunque le seguía pareciendo una cabronada...

Debes tener Rango Rolero, con Cuenta de Juego, o superior para ver este contenido.

Frío, traición y batallas - Fortaleza Martillo de Agmar

Frío... frío... y más frío... La nieve, la helada y el desazón era todo lo que inundaba el corazón de la joven elfa en aquel horrible lugar. Había sido latigada, traicionada y ultrajada. ¿Porqué motivo? Apenas parecía haberlo, pero se encontraba en el interior de una celda húmeda y oscura, dentro de aquella fortaleza de piedra y hierro, con la espalda sangrante y ardiendo por el escozor de la carne viva al descubierto. No estaba sola allí dentro, Naur Quel'dalhar también había sido encerrado, tal vez por los mismos nulos motivos. Recordaba las palabras de Ciryon, con su dedo señalando a Naur, de forma acusadora, cómo si hubiera cometido algún crimen, una vil forma de hacer caer a un rival, nobles contra nobles, como tan acostumbrada estaba de ver en la Academia de magia, pero allí... allí no estaban en la Academia sino en mitad de una fortaleza de guerra rodeados de cruentas heladas y temibles enemigos. Aun así el joven mago no se estuvo de aprovechar esa viperina forma de conseguir que su rival, Quel'dalhar, fuera acusado falsamente de atacar a otro miembro del ejercito y no dudó tampoco en traicionar toda amistad con Redyan para conseguirlo. Así fue como sin sentido, la muchacha acabó latigada, por acusaciones colaterales de alguien que consideraba compañero y no obtuvo defensa alguna de aquellos en los que pudo haber confiado, como el propio Teniente Castien (¿?)

Para cuando sus heridas empezaban a cicatrizar llegó un emisario del Kirin Tor y junto a este Alysse, una Sin'dorei perteneciente a ellos. Esperaban llevarse al grupo de magos a una expedición lejos de la fortaleza. En otras circunstancias habría vomitado palabras de desprecio hacia esa Comandante humana y su séquito, pero después de lo que había sucedido prefería cualquier cosa a quedarse en la fortaleza, no estaba dispuesta a ser latigada sin motivo otra vez... El odio y una sombra crecía lentamente en su interior, una parte suya, cegándose por la traición sufrida. No había sido un buen momento para tales acontecimientos, con su corazón roto, apenas sin mantener esperanzas en su hacer, lamentándose y para colmo esa guinda, el equilibrio de su fortaleza se rompía lentamente...

Una de cal y una de sombras - Expedición del Kirin Tor

Sentía un terrible dolor en su cuerpo, costándole enderezarse por las heridas sufridas y aun así prefería hacerlo antes que parecer una inservible maga. Su orgullo vencía y predominaba para demostrar frente a esos elitistas magos del Kirin Tor, que era capaz de superarles en ingenio y astucia. Así lo hizo: Jake mate; Uno por partida doble, ella había sido rendida a sí misma y a la vez su otra cara les venció a ellos. Otra parte más turbulenta, más analítica, más vacía, pero que le proporcionó la astucia y nulo titubeo para llevar a cabo cualquier cosa que se propusiera.

Todo empezó en el interior de esas ruinas titanicas, dónde debían descifrar sus ocultos secretos para hallar los discos de Norgannon. La llave que abría la gran sala, esparcida en pedazos, debía ser reconstruída, uno a uno. Comenzó la carrera en "La sala de las proezas": una sala en la que debían demostrar ser capaces, fuertes, superarse a sí mismos, superar sus miedos...

No superó la prueba.

Sin embargo al ser vencida por otro yo más sombrío, uno que no le temía a nada, porque era incapaz de sentir nada. Se convirtió en lo que más temía de sí misma y al salir de allí en ese estado, se percató de que el primer trozo de la llave estaba en sus manos. ¿Iba a entregarlo? ¿Porque debía darles al Kirin tor la llave? No, se la quedaría para sí, reuniendo cada pedazo.

La sombra la dominaba y bajo su influencia, tenía una complice. Aquella adorable gnoma que igual que ella, se sumió en su otra cara al no superar la prueba de la sala. Ambas comenzaron sus planes, consiguiendo poco a poco esconder los pedazos de la llave, con la ayuda de Naur Quel'dalhar, a quien la joven elfa había sabido encadilar. Por desgracia el asunto se torció, cuando aquel Magister traicionero, Keldonus, resultó trabajar para el Vuelo Azul... Muy a su pesar, tuvo que renunciar a la llave y esconder los propósitos que había llevado a cabo todo ese tiempo. Los trozos de la llave fueron encontrados por el Kirin Tor, como única forma de que el Vuelo Azul no fuera quien lo obtuviera.

Todavía colmada de sus propias sombras y en ese mismo estado fue tal como regresó a Quel'thalas. Nadie parecía darse cuenta del bullicio que en su interior yacía. Nadie, salvo la muchacha, Freiha...


El Espejo

Por ~ Redyan Lyrudre

El solitario, espejo truculento: Cómo acecha detrás de mí cual animal rabioso en la noche.

Los demonios miran a través del vidrio, percibo sus miradas sobre mí.

De reojo siempre puedo verlos, pero se disipan tan pronto como me doy la vuelta.

Espejos, portales a otra dimensión.

Un reflejo exacto de la nuestra, pero no sólo refleja la luz y la materia física, sino que refleja nuestra falta de comprensión del mundo que nos rodea.

Espejos, cómo las entidades que dentro de ellos veo, me dan escalofríos.

Sentada aquí sola sobre mi cama en horas del crepúsculo.

Sé que me están mirando…

Pero todas y cada una de las veces que miro directamente a él, en lugar de los demonios, me veo a mi misma.

Sé que estos seres existen…

Mirando en mi alma cuando miro desde lejos.

La fuente de toda nuestra destrucción en nuestras vidas.

Pero ese demonio me da la bienvenida con la mañana siguiente.

El demonio es la entidad dentro de nosotros…

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  • 2 meses atrás...

Relatos: Morada de las Tinieblas

¿La muerte es... la salvación?

"¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son..."

- La muerte... es la salvación... - musitó Redyan empuñando la espada mientras estaba consumida por las sombras de aquellas tinieblas que habían despertado en ella en la Cámara Titánica de Rasganorte y que la habían llevado a este dramático punto, estando en un edificio ruinoso de alguna parte de las Tierras Fantasmas y se encontraba sosteniendo esa espada contra él.

Fue tan solo un instante, un instante eterno, mientras sostenía en alto la espada, dispuesta a dejarla caer sobre Alathen... Se detuvo, debatiéndose consigo misma. Desconocía cómo había llegado a ese punto, ni sabía cómo era que él estaba allí... adornando aquel momento macabro con su dulce y al mismo tiempo angustiosa presencia. Un resquicio de la realidad, no perdida, había vuelto a ella. Probablemente efecto de la Luz empleada por Lethaliel, mientras se protegía a sí mismo del control que Freiha mantenía sobre él, obligándolo a actuar fuera de voluntad.

Redyan le miró fijamente a los ojos, a aquel que tanto amaba, nada más recordando... "Son tus ojos el único sentido que no sería grato perder, sin él no admiraríais. Sin el no demostrarías nada, pues como los míos, son la ventana de lo más profundo de tu ser...”... torrente de contrariedades, vida o muerte, muerte en vida... delgada línea de desdicha... siquiera tuvo oportunidad de bajar nuevamente sus brazos... ¿Quién estaba más vacío de los dos? ... notó en ese instante el ardor de la Luz cruzando sus entrañas, sintiendo como si su ser fuera desgarrado por completo... abrió mucho los ojos por el intenso dolor y se dejó caer de rodillas, incapaz de mantenerse de pie.

Cerró los ojos durante ese período insignificante de tiempo, y se dejó llevar... los pensamientos vinieron a ella como un torrente de ideas. En ese segundo en el que todo le pareció paralizado, miles de cosas ocurrían en todas partes. Idas y venidas a la vida... Llantos, lágrimas y sonrisas... Odio y Amor... Desesperación y esperanza... Pudo verlo todo como protagonista. Sentir el dolor y la alegría...

Cuando volvió a abrir los ojos, justo un segundo después de haberlos cerrado, empezó a comprender... la certeza de que todo había acabado.

Un segundo después, una lágrima resbaló por su mejilla.

Nunca supo a qué fue debida...

Dejó caerse, reposando la espalda contra el suelo, mirando inerte el techo, mientras la Luz recorría de punta a punta su cuerpo y una negruzca neblina se iba formando por sobre sus cabezas.

- Quédate conmigo... Redyan, no te rindas... Quédate conmigo... - gimió Alathen, sosteniéndola entre sus brazos, temiendo que su vida se apagase en ese momento, mientras la Luz se debatía con sus Sombras.


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~ ••• ~

La pesadilla se hizo presa de ella mientras luchaba contra la agonía de sus Sombras, nudos de Tinieblas aprisionadas en un alma atormentada que no cesaban de buscar los recónditos más amagados de su interior y al mismo tiempo la Luz batallaba por abrise paso y erradicarlas. Su mente divagaba en un limbo, entre la vida y la muerte, un espacio aun más cruel que el propio infierno, un espacio donde la nada se hace dueña del todo, un viaje en ese crudo y doloroso limbo... donde la historia de su vida era solo el reflejo macabro de sus peores pensamientos, el sentimiento relatado de una criatura sin dicha...

El limbo agónico quizá sería su útimo viaje... no un viaje hacia los sueños que en vida su alma había ansiado con mágica esperanza...

Hacía ahora un viaje allí donde la soledad se siente sola... e intenta huir en busca de amor.

Hacía un viaje hacia el más allá en donde el olvido se olvida de sí mismo, y jamás es recordado. Lugares baldíos de todo y repletos de nada, en los que la crudeza de la realidad se confunde con la amargura de sueños incumplidos...

Y es en estos parajes desiertos, donde descansa ahora. Entre montañas, rocas y peñascos, acantilados y precipicios, desfiladeros y cuevas horadadas profundamente por el tiempo hasta más allá de las entrañas del mundo, donde habita y sufre su inexistencia.

De hecho, incluso ella misma ignora por qué terminó en ese lugar perdido, más lejano que cualquier otro, distante de todo...

Su hogar ahora, una caverna flanqueada por colosales paredes de piedra que se elevan como murallas, y apenas dejan una estrecha abertura para permitir que la luz de un sol apagado forme una tenue semipenumbra, que no alcanza a colarse en el interior de la estancia, habitada ahora por su alma en pena, manteniéndose siempre opaca, oscura, sombría.

Jamás sonreirá. Se le olvidó. El tiempo, que dicen todo lo cura, y todo lo deja atrás. Atrás, más allá del recuerdo...

Pero poco importa. En este lugar no hay razones para sonreír, o manifestar alegría. Ninguna. Ni siquiera la certeza de que le vuelva a ver a él, por última vez...

Desde la entrada de su gruta, entre la negrura del interior y la penumbra del exterior, se divisa un profundo vacío. Vacío de todo lo que no fue... Repleto de silencios, incomprensión y crudeza...

No se atreve a bajar allá abajo. No desea por un infortunio caer y quedar allí, malherida, para siempre. Le resultaría, más que doloroso, demasiado familiar. Y no está dispuesta a volver a sentir...

Quizá por esto, empezó su costumbre de tirar piedras desde lo alto de la montaña, ladera abajo, observándolas caer, rebotar, rodar sin freno. Y cuando no quedaron piedras allá arriba, lo hizo desde la entrada de su morada, hasta más allá, hacia el abismal vacío. Cada vez que se sentía mal, o que acontecía algún hecho que la marcaba profundamente, o que regresaba un perdido y odiado recuerdo a su mente, cogía un guijarro, lo apretaba con fuerza en su puño, y lo lanzaba, perdiéndose en la negrura, intentando desquitarse con él parte de su desdicha, mientras el eco de los golpes retumbaba quebrando el pesado silencio...

Ocurrió en una ocasión que en la inmensidad de su vida eterna en la eternidad de ese limbo... Sumida en sus pensamientos y lamentos, arrojó por error algo muy valioso. Al volar en caída libre, en su parábola se cruzó con un casual rayo de luz, que lo hizo brillar. Y fue en ese momento, inalcanzable ya, cuando se dio cuenta de su estupidez. Al intentar ir a buscarlo, comprendió lo intangible de su miseria. El inmenso montón de piedras, sinónimo de frustraciones y penas, desconsuelo y pesadumbre, abatimiento, congoja y pesar, aflicción y angustia, sufrimiento y desolación que había acumulado con el tiempo, era incalificable en su descomunal y colosal dimensión. Encontrar algo allí era como vislumbrar un atisbo de esperanza en un alma en pena…

Aun así, se dispuso a una búsqueda sin esperanza.

Y sobrevivió.

Alzando el vuelo siguiendo ese diminuto rayo de Luz que había acentuado su pequeñez, haciendo realidad la evidencia de su insignificancia en ese lugar colmado de vacío, un lugar al que no esperaba pertenecer, no sin poder volver a ver aquellos ojos esmeralda, atravesar hasta lo más recóndito de su propia alma como un rayo tortuoso, sintiendo como la punzada del amor endulzaba y la hacía agonizar deseando siempre más. Ese agridulce deseo en su cabeza, la hizo salir.

Y al otro lado del abismo, halló esa mirada...

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Poesía: Sentimientos del Despertar

No estaba Sola

Por ~ Redyan Lyrudre

Sentí que estaba sola,

pero nunca fue así.

La soledad y tus recuerdos

se hicieron presentes

cuando ya nadie me ve,

cuando nadie me ve escribo

lo que fue de nuestro amor.

Tus caricias quedaron

dormidas entre los poros

de mi piel, eso me quema

en la memoria hasta el día

de hoy.

Tus besos se fundieron

a mi alma como las gotas

de lluvia al piso, sólo que

en mi alma es distinto porque

las gotas de tus besos no se

consumen ya, un río de tus

besos tengo en mi alma.

Me dueles y en tus manos está

la cura, escribir hasta que tú

me leas, espero que no

te duela tanto como a mí.

Si te duele, tú todavía me amas.


Y él estaba allí, observándola mientras dormía, esperando que recuperara la conciencia tras que las Sombras fueran vencidas y aunque todos ignoraban que aún en su interior existían tormentos fragmentados, su conciencia volvía a cobrar sentido. Estaba tumbada sobre la cama de su casita del árbol, pudiendo deleitarse de la dulce mirada de los ojos de él, quién había regresado al Alto Reino, de una forma u otra... para quedarse... - quedarse - pensó ella, algo que había soñado tantas veces en mitad de sus desvelos y tormentos, ahora era una realidad.

Él había vuelto.

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Relatos: Memorias Fragmentadas

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El Prologo del olvido

Sus piernas le eran cada vez más pesadas a medida que daba un paso tras otro en medio del Bosque Canción Eterna. De pronto, un extraño y aparente cansancio le obligo a detenerse e incluso, caer arrodillado en el suelo. Extendió su mano derecha y observo la palma de esta, notándola borrosa, difusa.

“… ¿Qué m…e han…?” - Logro apenas murmurar, incrédulo.

Creyó oír unos pasos tras de él. Rápidamente, intento alcanzar aquella daga; fiel acompañante de tantos “trabajos” y desventuras, ajustada a su cinturón, inútilmente.

Los pasos continuaban, siendo cada vez más claros.

Su mirada era cada vez más difusa y su cuerpo comenzaba a rendirse hasta el punto de no poder siquiera él, mantenerse arrodillado en el suelo. Hasta su propia respiración y ritmo cardiaco parecían aumentar con el interminable pasar de los minutos…

En esos últimos momentos, le pareció ver una silueta caminar desde su lado izquierdo hasta quedar frente a él, aparentemente arrodillándose ante su persona y extendiendo su mano derecha hacia su cabeza para levantarla levemente, tirando de su cabello. El dolor solo perduro por unos ínfimos segundos, antes de cerrar sus ojos, finalmente.

Al final, todo quedo en sombras y oscuridad…

* * * * * * * * * * * * * * *

La confusión inundaba su mente, parecía ido, siquiera él podía darse cuenta de si realmente estaba consciente o viviendo una especie de sueño. Tan solo recordaba haber caído en el verde césped del bosque de Quel’Thalas y, de pronto, caer al suelo sin más, cómo si algo o alguien le hubiese empujado, o golpeado en la cabeza, para luego despertar en mitad de la nada… Dentro de una especie de vacio eterno, similar a un cuarto oscuro, sin una pequeña chispa de luz.

“Alathen…” - Oyó su nombre desde algún lugar distante, viéndose obligado a mirar hacia sus alrededores.

“Despierta, pequeño…” - Volvió a oír, otra vez, pero esta vez a una voz femenina, cálida y materna.

Parpadeo un par de veces y, sin darse cuenta, se puso a correr hacia la dirección de la cual él creía que provenía la voz de ella, de su madre. Con cada paso agigantado que daba, parecía ver al fondo una especie de luz blanca e intensa, la cual comenzaba a crecer más y más, devorando la oscuridad, hasta pronto iluminarlo todo, con una delicada silueta de aparente ascendencia elfica al fondo.

“¡Minn’da!” - Exclamo el Sin’dorei al verla cada vez más cerca.

Parecía estar de espalda hacia él, sujetando un pequeño bulto con ambos brazos, dejando salir una suave risilla, llena de ternura, cada vez que pronunciaba su nombre y el bebe, en respuesta, balbuceaba una y otra vez.

Extendió su mano derecha hacia ella, tratando de alcanzarla y acabar con su desesperada carrera, logrando apoyarla sobre su hombro unos pocos minutos después, aunque los más eternos, quizá, para él. Una ligera sonrisa curvo sus labios y en su mirada, se denotaba cierta alegría de poder volverle a ver.

“Madre…” - Logro pronunciar con un hilillo de voz lo suficientemente alto para llamar su atención.

Ella se giro de inmediato, lentamente, volviendo su mirada hacia el Sin’dorei. Alathen solo pudo parpadear un par de veces, frunciendo el ceño, incrédulo…

“¿Alath?” - La joven Quel’Dorei ladeo su cabeza, mirándole con un brillo curioso en sus ojos, producto de la reacción del elfo.

“¿Li… Lilith…?” - Musito Alathen, nuevamente confuso, al verle a ella en vez de a su madre.

Dedico una rápida mirada a sus brazos; no parecía sujetar nada… Asimismo, observo los alrededores, percatándose de que ya nada era igual: el suelo bajo sus pies era de una roca blanquecina, cubierta por una alfombra azulada. Los muros, hechos del mismo material, yacían decorados con cuadros, la enseña del linaje o algunas estanterías colmadas de libros. Todo le resultaba demasiado familiar, incluso el propio aire…

¿Qué esta pasando?

Se pregunto en su cabeza, antes de sentir como una mano se apoyaba sobre su hombro de una forma un tanto amistosa, pero imponiendo su autoridad a la vez. No logro escapar de la sorpresa hasta escuchar su voz…

“¿Así es como saludas a tu prometida?” - Pregunto su padre con un tono altivo, casi autoritario, como si le regañase.

No pudo evitar sentirse menospreciado o rabioso, mejor dicho. Recordaba como es que la sangre le ardía cada vez que él le hablaba en dicho tono de voz, imponiendo su autoridad y parecer por sobre el suyo, siempre serio y disciplinado, lo más lejano a un padre que él habría imaginado. Aparto su hombro con un gesto lleno de desdén y le dedico una recelosa mirada de soslayo, creyendo adivinar su próxima reacción.

“¿Quién crees que eres para tratarme así?” - Le corrigió de inmediato, tal y como él esperaba que hiciera.

Sin espera alguna, se giro con suma determinación para replicarle cada palabra, cada ápice de poder que creía tener sobre su persona solo por el mero hecho de ser su padre. Todo a su alrededor poco a poco comenzaba a girar a medida que el se volvía hacia aquel hombre, tergiversando su entorno; transformando el sólido piso de roca blanca por un suelo empedrado en un césped verde e intercambiando los muros por un amplio paisaje primaveral, con arbustos y árboles enrollándose cual espiral, con algunas cuantas casas cercanas que podía ver a corta distancia.

A poco alcanzo a abrir su boca, antes de caer en la sorpresa de encontrarse en un lugar diferente al anterior, bastante similar a un hecho sucedido varios años atrás, incluso su propio padre se encontraba allí, presente…

“¿Cómo te atreves a hablar de curiosidad, cuando ha sido esta cualidad la que de manera indisciplinada ha llevado a tantos taumaturgos caer en la depravación?” - Le dijo indignado el elfo, mirándole fijamente, expectante a la respuesta de su hijo.

La villa… Aquí fue donde empezó todo… ¿Pero, como?

La respuesta broto de sus labios instantáneamente, como si hubiese estado preparada con varios minutos de antelación, ansiosa por salir y hacerse oír.

“La curiosidad y el saber no son algo malo” - Respondió Alathen, alzando la voz mientras dirigía su mirada hacia uno de los arboles cercanos, adivinando quien se encontraba tras de este, y aunque cierta felicidad inundara su pecho al verle, la confusión parecía apoderarse cada vez más de él.

“El saber es una virtud que no a todos debería ser concedida” - Sentencio indignado el Quel’dorei, con la mirada fija en su hijo.

Dejo pasar unos pocos segundos, sopesando lo que estaba sucediendo, tratando de encontrar una respuesta, aunque fuese una pista del por qué estaba reviviendo aquellos sucesos tan fugazmente, del por qué todo era tan extraño y familiar a la vez… Volvió a ver hacia el árbol e hizo un ademan, indicándole que saliese de su escondite, suponiendo el cómo respondería ella a tal gesto antes de siquiera hacerlo.

“… ¿Vos qué opináis?” - Pregunto seguidamente, casi de forma automática, aunque sin la sonrisa que le había caracterizado en esos momentos.

Le observo salir detrás del árbol, con su cabeza ligeramente agachada, igual de tímida que en esa ocasión, pero con cierto ápice de orgullo y un paso ciertamente decidido. Su cabello largo, sedoso y rubio, casi albino, contrastaba con la luz del día, como también lo hacían sus pequeñas pecas en cada mejilla de su pálido rostro. Unicamente el color azulado de sus ojos rasgados era lo único diferente en comparación con el verde esmeralda actual de ellos.

Redyan…

“La curiosidad está en la naturaleza de algunos, c...creo yo” - Respondió Redyan, nerviosa.

La curiosidad está en la naturaleza de algunos… ¿Acaso tendrá algo que ver con esto?

Se giro en torno a su padre, siendo conocedor ya de sus próximas palabras, pero no pudo escapar de la sorpresa al creer ver a una especie de silueta oscura a escasos metros de este. ¿Podría ser la misma figura que había visto antes de caer en aquel extraño trance? Rápidamente corrió hacia esa figura, seguramente él o ella le darían las respuestas del por qué estaba sucediendo esto y cuál era su papel en todo esto.

Corrió y corrió tras de esa figura, inmerso en una carrera sin fin, reticente a la idea de dejarle escapar sin obtener respuesta alguna. De repente, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar y el entorno de su alrededor poco a poco empezó a desintegrarse, deshaciendo o rompiéndose en mil pedazos. Parpadeo un par de veces y no pudo evitar sentir miedo, y sorpresa, en su interior, pero no por ello iba a detenerse. Continuo su persecución, hasta pronto sentir como la propia tierra bajo sus pies se resquebrajaba y pronto destrozaba, haciéndole caer en un profundo vacio sin fin…

Presiono sus ojos cerrados, con fuerza, antes de entreabrirlos suavemente. No sentía dolor, ni cansancio, más bien se sentía completamente reposado, como si hubiese dormido durante días. Se llevo su mano izquierda a la cabeza y la sacudió un poco, ligeramente, antes de abrir los ojos para mirar a sus alrededores; todo era diferente, otra vez, pero completamente familiar. El suelo y muros eran de maderas, bastante similares al de la casita del árbol de Redyan.

No… No son similares ¡Estoy en su casa del árbol!

No sabía si alegrarse de volver a estar en un lugar que podría llamar hogar, dentro de lo que cabía, junto a ella o dejarse consumir completamente por la desorientación y confusión. Pese a estar de vuelta, siquiera entendía por qué le habían sucedido todos aquellos extraños sucesos anteriores o la razón de haber caído en mitad del camino a la casita del árbol.

Se levanto del lecho en que se encontraba, solo para volver rápidamente su mirada hacia la escotilla de entrada de la casa al oírle abrirse, notando como una figura femenina frágil y menuda emergía de ella. Dejo salir un ligero suspiro de cierto alivio al verle, para luego acercársele para recibirle.

“Traje pastelitos” - Le dijo ella al verle acercarse, sonriéndole jovialmente, marcando esos pequeños hoyuelos que se formaban en sus mejillas, a medida que cerraba la escotilla y luego, le enseñaba la bolsa de papel en que traía los dulces.

“Eso veo, si” - Respondió con la misma sonrisa de ella, antes de abrazarle y acompañarle hasta el lecho nuevamente.

Extendió una manta en el suelo y acomodo los almohadones sobre esta para sentarse, mientras ella repartía los pastelillos sobre la bolsa y llevaba uno a la boca inmediatamente, sin poder resistirse a la tentación de devorarlos. Le dedico una mirada y negó para si con una sonrisa divertida, antes de comerse uno igualmente.

“Mientraf venia hafia afquí, mef encoftre con Ifnatfiar” - Comento ella, con la boca llena, antes de tragarse el pastelito. - “Dijo que un extraño se le había acercado a preguntarle por ti” -

Alathen alzo una ceja y le miro curioso, extrañado por sus palabras. ¿Cómo era posible que aun le preguntasen a Inathiar si sabía algo sobre él, cuando habían pasado meses desde que se le declaro en búsqueda y captura, logrando desaparecer sin dejar rastro?

“¿Te dijo como era?” - Pregunto casi al instante, mirándole fijamente.

Ella negó con su cabecita un par de veces, y volvió a hacerlo al verle fruncir el ceño repentinamente.

“¿Redyan…?” - De pronto, cuestiono su identidad, más aun al notar como el número de pecas de sus mejillas eran bastante menor al que creía haber visto en ella normalmente.

Sin previo aviso, se incorporo y separo de su persona, desenfundando su daga al instante y apuntándole con la afilada hoja en todo momento. El rostro de la joven denotaba la sorpresa y confusión que despertaba en ella su repentino comportamiento, y aunque algo en su interior le decía que solo podían ser ideas suyas, persistió en su creencia de que no era su amada quien se encontraba frente a él.

“¿Quién o qué eres? Dímelo” - Exigió Alathen.

Una sonrisa divertida, aunque con cierto deje de malicia, se dibujo en el rostro de la Sin’dorei a medida que esta se levantaba y acercaba a él, hasta el punto de apoyar una de sus manos sobre la afilada hoja de su arma, bajándola levemente.

“¿Así es como tratas a tu novia?” - Le pregunto con burla la elfa, demostrando que no era quien parecía ser.

“Tratándose de impostores, ¿existe otra manera?” - Respondió severamente, con una mueca en su rostro, volviendo a alzar la daga.

La elfa dejo salir una pequeña risa a medida que agachaba su cabeza, negando para si misma, molestándole cada vez más. Nuevamente, Alathen le exigió revelarle su verdadera identidad, pero una mueca llena de sorna y desdén fue lo que recibió a cambio, provocándole aun más.

¿Seguiré soñando sin saberlo? ¿Es esto una pesadilla?

“No, no es una pesadilla, Ray” - Respondió la impostora, utilizando el mismo tono que su joven amada. - “Pero tampoco dista bastante de esa realidad” -

El Sin’dorei le observo sumergido en el desconcierto ¿Qué era lo que intentaba decir? Y, peor aun… ¿Había logrado leer sus pensamientos o simplemente, por un mero y afortunado azar del destino, adivinado? Su mente comenzaba a llenarse de preguntas y la sonrisa altiva de la mujer que tenía frente a él no hacia más que arder su sangre cada vez más, hasta llegar a tal punto en que no pudo evitar acercársele y cogerle por el cuello, acercando el afilado metal a la delicada piel de su cuello… pero ella no dejaba de sonreír.

“Hazlo” - Ordeno la muchacha. - “¿Ya habías pensado en hacerlo una vez, no es así?” -

Reacio a caer en su juego, simplemente presiono con aun más fuerza la hoja contra su cuello, volviendo a exigirle entre dientes que dijese quien era en realidad.

“Tu peor pesadilla” - Respondió entre risas la elfa, mientras poco a poco se desvanecía de las manos del Sin’dorei conjunto a sus alrededores, regresándolo al mismo cuarto oscuro en que había despertado con anterioridad.

Intento sujetarle, pero sus manos únicamente le traspasaban. Trato de retroceder, una vez desapareció, pero se encontró acorralado por la desintegración de su propia realidad. Tan solo se cubrió el rostro con ambos brazos, formando una x con estos, cerrando sus ojos, esperando poder abrirlos y despertar de donde sea que se encontrase. Por desgracia, una vez separo sus brazos y abrió sus ojos, no vio más que oscuridad a su alrededor, absoluta oscuridad…

“¡Alathen Sunlake!” - Escucho su nombre venir de la nada, esta vez por medio de una voz masculina.

“¡¿Quién eres?!” - Volvió a preguntar exasperado, Sunlake. - “¡¿Qué es lo que quieres!” -

“Oh ¿Qué es lo que quiero?” - Cuestiono con un tono cínico. - “Algo tuyo, obviamente… Algo que has guardado durante años y que ahora, tras haberte condenado a ti mismo, deseo obtener…”-

“¿De qué estas hablando?” - Interrogo Alathen.

“Deja que te abra los ojos…” - Con tan solo esas ultimas palabras, parte de la aparente habitación se ilumino y como por arte de magia, comenzó a tomar forma y cobrar vida por si misma.

Frente a sus propios ojos pudo ver los primaverales bosques de Quel’thalas, lugar donde había nacido. Casi podía sentir la suave y delicada brisa de estos. Sentados en un banco frente a un jardín florido podía ver a una feliz pareja sostener a un pequeño en sus brazos, sus padres. Frunció el ceño ligeramente y observo la escena con suma atención, sin poder evitar reparar en la sonrisa y orgullo en los ojos de su padre, incapaz de recordar cualquier otra expresión similar de su parte durante su larga vida. Bien sabido era que el primogénito seria el ejemplo a seguir de sus próximos hermanos y hermanas, que él llevaría más reconocimiento a la Casa Sunlake, pero con el pasar de los años todo parecía demostrar lo contrario… Lentamente volvió su atención hacia su madre, ladeando la cabeza al reconocer a esa bella dama de cabellos dorados, similares al suyo, fino rostro pálido y ojos sutilmente rasgados de un color celestial, asimilando un par de ventanas al cielo. Además de su cariño, nunca pudo dejar de recordar esos hermosos luceros que acompañaban antes de caer profundamente dormido.

Musito su nombre con un hilo de voz, tan tenue que difícilmente podía haber sido escuchado por ellos, si es que pudieran hacerlo: Amaryë, antes de observar con sus propios ojos como el paso del tiempo se agilizaba en dicha imagen y le enseñaba los años posteriores a su muerte, aquellos en que su padre había quedado como el único pilar de la familia, tornándose en el ser disciplinado y serio que él conocía. Esos en que su hermano menor, Lorian, tenía como ejemplo a un hermano mayor cada vez más inteligente, pero no menos habido de conocimiento y un profundo sentido de rebelde independencia, debido seguramente a la incomprensión de su padre y la falta de una figura materna en la cual apoyarse. Años en que, como se tendía a hacer entre los nobles, comenzaba a conocer y entablar relación con su prometida, Lilith, hasta pronto caer enamorado de ella. Décadas en las cuales poco a poco comenzaba a acarrear más problemas en la Ciudad Violeta por su insaciable curiosidad, hasta pronto decidir abandonar Dalaran, buscando seguir sus propias metas.

… ¿Qué es lo que me quieres enseñar? …

Las imágenes continuaban pasando frente a él, pasando desde la caída de Quel’thalas a su decisión de adoptar la identidad de Rayan Dawnfire y comenzar a labrarse su debida reputación en una nación restaurada de sus propias cenizas, sin dejar de lado su ambición por obtener el mayor conocimiento de todas las cosas. Finalmente, todo se detuvo en una especie de recuadro del interior de su antiguo anticuario, máximo exponente de sus logros y esfuerzo tras el auge Sin’dorei…

“¿Cómo es qué tu…?” - Se pregunto en voz alta, cayendo finalmente en la razón de su búsqueda.

“Hay muchas cosas que logramos descubrir y formar antes de llevarte a la clandestinidad, Alathen Sunlake, y esto es tan solo una prueba…” - Respondió seriamente aquel desconocido. - “Pero solo una nos fue imposible de conseguir”-

“Y seguirá siéndolo” - Argumento de inmediato, seguro de sus palabras, Alathen.

“Yo no estaría tan seguro cuando despierte de todo esto” - Fueron sus ultimas palabras, sembrando la duda en él antes de volverse a oscurecer todo, una vez más.

* * * * * * * * * * * * * * *

Abrió sus ojos lentamente, solo para encontrarse tirado en el suelo, en algún lugar del extenso y primaveral bosque canción eterna. Se sentía cansado, débil, como si ese sueño más que haberle relajado el cuerpo, al menos, lo hubiese forzado más aun. Apoyo sus manos e incorporo lentamente, llevándose su mano derecha al rostro una vez se encontraba en pie… No, no era esa especie de cansancio, parecía ser algo más allá de lo físico simplemente, pero ¿qué podía ser? Se miro a si mismo; estaba en perfectas condiciones, pero la duda persistía en su cabeza.

¿Qué puede s…

Igual de fugaz que un rayo en mitad de una tormenta eléctrica, la imagen de la cámara interior de su viejo anticuario llego a su mente igual de nítida que en aquella especie de sueño. Negó para si inmediatamente y observo las dos palmas de sus manos, ambas extendidas. Murmuro un par de palabras, sintiendo en el proceso como el maná poco a poco comenzaba a inundar y recorrer su cuerpo hasta desencadenarse en sus manos en forma de llamas, sin poder evitar detenerse al sentirse aun más cansado que antes, como si todos sus esfuerzos se hubiesen ido en tan solo un conjuro…

Imposible…

De pronto, creyo oir un ruido entre los arbustos y se giro, desenfundando su daga inmediatamente. Se acerco lentamente hacia el arbusto y tan rapido como pudo, trato de ensartarla en el interior de esta, notando como un pequeño conejo blanco emergia de este y huia despavorido hacia el interior del bosque. Resoplo y volvio a observar sus alrededores, confuso, sin creer que el mundo frente a sus ojos fuese el verdadero. Cierta gota de sudor frio se deslizo por un costado de su rostro, mientras permanecia en medio de un claro sin dar siquiera un paso, ¿como saber que estaba realmente en Quel'thalas? ¿como saber que no se encontraba en medio de otro sueño? Y si este fuese cierto, ¿por qué de regreso en el reino? El desconcierto ante la situación no hacia más que aumentar ante cada pregunta que empezaba a tomar forma en su mente, tan solo el hecho de que su entorno no comenzara a desintegrarse le aportaba cierta seguridad de que dicho plano podia ser, tal vez, el fisico realmente... Inspiro hondo y trato armarse de valor, solo había una forma de averiguarlo; dio un par de pasos, para estar seguro del lugar, antes de internarse entre los arboles en mitad de la noche.


Autor: @Lyonwarrior

Este es un relato prólogo de una parte de la historia de Rayan Dawnfire (Alathen Sunlake)

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  • 3 meses atrás...

Relatos: Brotes del Ayer (Parte 1)

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El Progenitor

Engaños, neblina de mentiras y traiciones. Mi pasado estaba repleto del aciago de éstos. Palabras mudas de todos alrededor… no iban a responder por lo que me pertenecía saber, sobre mí misma. Solo ella, mi madre, seguía viva en alguna parte, (o eso creía yo), con el cuaderno que albergaba todos mis recuerdos, vivencias y amagos, incluso oscuros pensamientos que nadie tenía el derecho de hurgar.

Toda historia tiene un principio y ella era el principio de la mía. Más tenía en su poder el cuaderno, también la runa de Khyrial, así me lo habían hecho saber, cuando pregunté por mis pertenencias y me fueron negadas con aires de superioridad y egolatría. No iba a permitir que controlaran mis pasos, mi vida. Recuperaría todo cuanto me pertenecía, incluyendo mi propio control, a pesar de la encrucijada que se arremolinaba en mi interior. Las exigencias de mi otro yo se habían desbordado sin lógica y control, demasiadas emociones, unas contrarias de otras, el odio por el que se es, incontrolable, debía mitigarlo, carente de emociones ahora pero suficiente para ganar tiempo hasta hallar el modo de poner un nuevo orden. Sin saber cómo lo haría, era mi objetivo. Pero antes de eso debía encontrar mi cuaderno, mi diario y a mi madre…

Ahora solo tenía páginas en blanco. Vivencias escritas en mi memoria. Momentos impresos en recuerdos perpetuos, que se cruzaban con el olvido de mi otro yo, incapaz ésta de asimilarlo. Palabras mudas infestadas de temor, tabús de los que no se podía hablar, palabras grabadas a fuego en remotos rincones ocultos. Escritos de tinta invisible a ojos que los que no pueden ver más allá. Emociones inertes a gentes que no sienten más que sus mentes cerradas a la realidad.

Ciertamente todo libro cuenta, al menos, una historia. Ya sea importante o no, vieja o nueva. Mi cuaderno relataba hechos pasados, algunos imaginados, otros sucedidos o inventados, que en su trasfondo transmitían mucho más allá de las vivencias. En él, leyenda y realidad se entremezclaba, tejiendo telarañas de tramas que traman dar caza al propio escritor, mientras letra a letra van formándose frases de un texto que, con o sin sentido, quedó escrito.

Propia protagonista que pasa desapercibida, convirtiéndose en mera secundaria de su vida, anodina que no aporta nada, siendo sus hechos dignos de ser ignorados, como ella misma.

Deambulando sin pena ni gloria por lo que es mi propia historia, pero al menos la tengo, propia. Y, de entre tantos relatos, los hay que ocupan apenas unas líneas que se olvidan al pasar página.

Otros se impregnan como relatos dignos de ser contados, y escritos, que perdurarán y permanecerán.

En el vacío y frío rincón del dolor yacían hojas amarillentas y arrugadas, arrancadas y hechas pedazos. Entre líneas de éstas podían entreverse trazos de relatos amargos, frases compuestas por palabras malditas que prefería nadie pudiera leer.

Historias, para olvidar.

Durante el cálido regazo maternal de Eyrille y bajo la protección paternal de Dhalassir, los deseos y los sueños pudieron ser escritos con letras bonitas. Su armonía y belleza se ensayaron en hojas de un pasado desconocido, marchito, mientras otros pudieran ostentar a grandes libros de hermosas tapas labradas quedando prestos a contener relatos con finales felices. No era mi caso. Sabía que en mi historia no habría un final feliz, pero habría final, como en todas.

Mis relatos ignoraban y evadían la hipocresía. En todas esas historias felices también hay una triste, que no suele ser contada.

¿Quién va a querer leer o escuchar historias tristes?

Aquél que es feliz no necesita escucharlas para serlo aún más, y quien se siente desdichado no va a querer leerlas para incrementar su pesar.

Las historias tristes se escriben por necesidad, no por placer. No necesitan ser leídas o contadas, como sucede con el resto de historias. Se conforman con quedar en un trozo de papel, y lograr arrancar una parte de la pena de quien las ha escrito.

Aun así, cada historia, sin excepciones, tiene un don: nunca se puede saber si va a gustar, si va a lograr expresar ese algo que forma parte de su esencia, mientras no sea leída. Y eso, virtud o defecto, es innato en todas ellas.

Porque, por muy triste que pueda ser la mía, por mucha pena, desdicha y pesar que contenga, puede albergar belleza si se ve más allá, si logra transmitir, llegar a quien está aventurándose a vivirla.

Pero es mucho más difícil ver la belleza en una flor marchita, ¿no?

Al final, todo son solo historias. Historias sin título. Historias con punto final. Cada momento, cada acontecimiento, es una historia de historias. De pequeñas grandes historias nunca escritas, jamás contadas.

Un cuaderno de pequeñas grandes historias de historias… vividas.

Mi mente divagaba a mi paso hasta que el camino se detuvo y junto a éste, me detuve también. Alzando mi mellado rostro, figuré mis pupilas en las derruidas ruinas de lo que antaño había sido Corona del Sol. El recuerdo de esa melodía, un recuerdo tan mitigado como un suspiro que se escapa. Creía obviar qué podía significar y que aquello quizá era la única pista que tenía para comenzar a averiguar cómo hallarla.

Adelanté mis pasos más allá del pueblo, por los caminos que daban al bosque y que reseguían los límites de la montaña cercana hasta detenerme al pie del camino, allí mismo estaba, deteriorada pero igual de confusamente majestuosa que en mis recuerdos de antaño, la antigua mansión del linaje Sunlake.

La casa, visible desde lejos, estaba situada en mitad de un pequeño claro del bosque, alrededor del cual discurrían muchos caminos que, según se mire, llegaban o se alejaban, pero sólo uno llevaba a ella.

El jardín que la rodeaba, estaba ahora descuidado, era una maraña de plantas y grandes árboles que daban fe de lo fascinante que pudo haber sido en otros tiempos. Como la fascinación que nos empujó a mí y a Niere a entrar en ella aquella noche, de tiempos pasados en la niñez.

Un único portal de madera hierro me permitió acceder al recinto, delimitado por una verja que se perdía en la distancia, rodeando el claro.

Tras cruzar el jardín y recorrer el trecho que separaba este del edificio principal, un porche me recibió, para resguardarme de la noche fría, o del tórrido sol de la primavera que ya nunca volvería a ese lugar. Lugar olvidado.

El umbral de la puerta estaba abierto para poder entrar y nada más hacerlo intuí el olor de antaño, a muebles viejos, carcomidos por el paso del tiempo y el desuso.

El recibidor era amplio a la par que discreto, hacía su función sin demasiado ahínco, dando una bienvenida opaca.

Al otro lado, extensos salones daban forma a espacios entre cuatro paredes.

Majestuosas alfombras cubrían un suelo polvoriento, donde las huellas de mis pisadas, quedaban marcadas. Fijé mi mirada perpetuamente a las paredes, observando los torcidos cuadros de pintores desconocidos, ya extintos. En los rincones, sobre pequeñas mesitas, lámparas inservibles, siquiera dignas de ser alumbradas por ningún tipo de claridad que pudiera haberse colado antaño por los grandes ventanales, mal cubiertos por largas cortinas que colgaban de techos decorados con esmero y recargados.

En cada habitación, sofás y sillones invitaban al descanso, aun con el tono grisáceo de sus ropajes polvorientos y sucios.

Sobre la mesa de un gran salón, yacían papeles desordenados y en cada recóndito espacio, multitud de otros muebles que trataban en vano de rellenar un vacío que lo ocupaba todo.

En el pasillo, apilonados armarios con estanterías repletas de libros, cuyas tapas se apretaban unas contra otras a más no poder, asfixiando las palabras de sus páginas.

En la parte trasera había una terraza abierta al ocaso del fantasmagórico bosque, que antaño habría despedido muchos bellos atardeceres.

Al fondo reposaba una escalera de peldaños desgastados. Conducía al primer piso, donde estancias de ensueño guardaban sueños estancados.

Y sobre ellos, arriba, en un desván de recuerdos olvidados, la pequeña caja de música reposaba sobre una polvorienta mesita abandonada ahora en aquel lúgubre espacio.

Estaba igual como la recordaba, solo que en esta ocasión me había costado encontrarla. Antaño reposó en un resplandeciente mueble colocado en el pasillo que daba a las habitaciones de invitados.

Ahora el polvo la cubría, para no desentonar con la melancolía que albergaba el resto de la casa.

Mis manos se deslizaron por su tapa, abriéndola y la música empezó a brotar, nítida e inmortal al paso del tiempo, de nuevo inundando mis pensamientos a su son. ¿Por qué?

El desconcierto solo podía llenar el vacío de la ignorancia, del silencio de una pregunta irreconocible. Su dulce melodía se estremecía tenebrosa para mí, en la incertidumbre. ¿Por qué?

El crujir de la madera del desván, ante los reconocibles pasos tras de mí, me alertaron, haciendo que la certera inercia me voltease para mirar. A pesar del demacrado rostro por las llagas y quemaduras sufridas, en la expedición de Kalimdor, fue notablemente visible mi expresión de sorpresa al ver la reconocible presencia.

Ojos que ven en la oscuridad, del más allá, del ayer. Buscaba respuestas a esos mitigados e incoherentes recuerdos, pero éstos también me buscaban a mí…

Lord Aidan Rhandall, mi padre...

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Relatos: Brotes del Ayer (Parte 2)

El Progenitor - El Secreto de Lord Aidan Rhandall (Eian Midnight Versión)

Bajamos del barco y camine, en silencio, las costillas aun me resentían, observe el camino buscando alguna señal de Redyan sin éxito, donde estaba, hacia un momento había estado ahí a mi lado. La observe irse hacia el sur, la seguí, a donde iba, estaba herida y si lo que Halthir me decía era verdad no podía curarla con luz, debía ir de inmediato a un médico.

El camino se me hizo corto hasta las tierras perdidas, las tierras fantasmas.

Me mantuve a una distancia prudente, la seguí sin que me viera, pero sin perderla de vista, el equipaje pesaba y las heridas dolían pero después de un rato me olvide del resto y me con centre en el camino que estábamos recorriendo… íbamos devuelta a aquel poblado… el poblado donde la había conocido.

Mientras nos encaminábamos hacia el poblado una figura apareció, tras ella, no pude distinguir quien era, ni si era un hombre o una mujer, no me detuve a intentar averiguarlo, debía irme con cuidado, estaba herido y no planeaba luchar, si tenía la oportunidad y si era necesario le mataría antes de que me viera.

Redyan se adentró en el poblado, pero antes de llegar a él se desvió… a donde iba… ¿Al lago?... la casa de Halthir estaba ahí, quizá…

El extraño desapareció, pero solo por un segundo, más tarde lo volví a ver, esta vez le reconocí, Aidan Rhandall, ese hombre, que buscaba aquí, porque la había segundo, algo raro pasaba aquí, los seguí hasta el piso de arriba. Me quede atrás escondido viendo como Redyan se percataba de su persecutor, Aidan.

¿Qué haces tú aquí? ¿Porque me has seguido? – pregunto Redyan al verlo.

- Demasiada curiosidad, ver que en vez de acudir a un curandero, os desviabais a un destino tan austero. – respondió Aidan Rhandall.

Me acerque pero hice demasiado ruido, ambos se percataron de mi presencia, pero para ese momento ya tenía mi espada en la mano. Pedí una explicación pero Redyan lucia tan confusa con la presencia de Aidan como yo.

Aidan ofreció respuestas a Redyan, dijo que el tenia algunas para sus preguntas, incluso le insinuó algo sobre ser una Noble a Redyan, algo que no acabe de comprender hasta el final de la conversación. Hablo sobre la madre de Redyan, aparentemente la conocía y así había dado con ella, Redyan era el nombre de la madre de Esyllia, nombre que ahora ella portaba.

Aparentemente Aidan los había seguido en la expedición, a ella y a Halthir, o como se hacía llamar originalmente, Alathen Sunlake. Aidan no era más que el padre de la anterior prometida de Alathen, quien había muerto, según este a manos del mismo. No entendía como pero Halthir se las ingeniaba para acabar cada vez más y más profundo en aquel agujero de crímenes del que se le acusa.

Fue entonces que Aidan dijo algo extraño “quiero proteger lo que me queda”, Redyan le miro confusa esperando y exigiendo una respuesta, Aidan lo revelo, Esyllia era hija suya. Aidan explico que había mantenido una relación secreta con la madre de Redyan. Me quede en silencio escuchando toda aquella historia, la hija de Aidan estaba comprometida con el hijo de Lord Sunlake, el cual descubrió la aventura que este tenía con la madre de Redyan. Sunlake intento romper la relación que tenían Aidan y la madre de Redyan pero ella opuso resistencia, hasta que, una año más tarde todo acabo. Según Rhandall, Sunlake había mostrado una vieja profecía una maldición que caía sobre los primogénitos de las familias, la convenció de que aquello pasaría e intento convencerla, sin éxito, de que no debía dar a luz a Redyan.

Lord Rhandall conto que habían mantenido a Redyan y a su madre durante años en aquella casa, oculta y que para asegurarse de mantenerla e cautiverio había inventado crímenes contra ella y era buscada por la ley. Incluso logro que la madre de Redyan abandonara a su hija.

La maldición era antigua, demasiado, pero tan antigua como cierta según Redyan y su recién acreditado padre, que creer, que hacer… veo a Redyan, tan cerrada, tan controlada sobre si misma que no se apetece natural, ni correcto. Aidan nos ofreció su ayuda en todo lo que pueda, yo no dejare que suceda, así tenga que morir, protegeré a mi familia con todo mí ser.

Redyan menciono algo sobre una marca en Halthir que había desaparecido junto a sus recuerdos, una marca de linaje, algo que creaba una especie de lazo con los otros, aunque no estoy seguro de haber entendido bien. También me dijo que Halthir no posee esencia, ni siquiera posee sombra, aunque para ser sincero nuca me había fijado en ello.

Nos marchamos al fin, por insistencia mía y de Aidan, para que viera a un médico, sus heridas estaban mal y no podían usar luz para sanarla, lo mejor sería comenzar de inmediato con la sanación, la acompañe en silencio hasta la ciudad, pensando todo esto, pensando que hacer a continuación… supongo que debería seguir con mi vida… seguir con mi deber… por ahora no podía hacer nada más.


Relato del personaje Eian Midnight, de eventos antiguos que compartimos y de los cuales va estos relatos de "Broters del Ayer".

Autor: [MENTION=47]N The DarkCrawler[/MENTION]

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Relatos: Brotes del Ayer (Parte 3)

Los viajes hacia los Brotes del Ayer - Eian Midnight Versión

Primer viaje: Quel'Danas

Lord Randhall nos necesitaba ir a Quel'Danas, algo con que su hija, quien fue asesinada por Rayan, descansaba en paz en aquel sagrado lugar. Redyan me invito a ir con ellos, supuse que habría algo mas ahí, algo importante, aunque no se, últimamente todo ha estado tranquilo.

Tanto tiempo ha pasado desde que no piso aquellas tierras, recuerdo bien el día en que cayo Quel'Danas, cayo el rey y la fuente del sol en manos del príncipe traidor. El viaje en el barco fue tranquilo, las horas pasaban silenciosas al ritmo del mar y el barco que nos llevaba hasta allá.

Una vez allí caminamos hasta un gran edificio que parecía una posada o algo similar, nos hospedamos ahí y dejamos las cosas. Naur parecía cohibido por alguna razón... Los draeneis de aquel lugar nos trataban con respeto, a pesar de todo el daño que les hemos hecho a su raza, el daño que hemos hecho... este lugar me resulta extraño, me hace sentir... nostálgico.

Poco después de llegar a la posada partimos hacia el cementerio del lugar, donde supuestamente encontraríamos la tumba de su hija. Una vez ahí solo quedaba esperar a que el hombre rindiera homenaje a su hija y luego volver sin mas a la ciudad, sin embargo el destino o algo mas, nos tenia preparado algo.

Redyan comenzó a gritar, descontrolada, parecía estar sufriendo, pero no habia nada ahí, solo nosotros, continuaba gritando sosteniéndose la cabeza, ordene a Randhall ir a buscar al draenei amigo de ella para que nos ayudara, mientras tanto intentaba calmarla, intentaba comunicarme con ella inútilmente, no respondía, no parecía estar en sus cabales, algo le producía un dolor inmenso.

El draenei llego y la tomo en brazos llevándola hasta la posada donde la coloco en una cama y comenzó a imbuir su cuerpo en luz, alarmados por el acto intentamos detenerlo pues aquello podía causarle daño e incluso la muerte por el estado de su alma... Lentamente un aura oscura, como una sombra comenzó a salir de ella dando forma a un ser humanoides, una elfa... una igual a la original, pero oscura. Llena de odio prometió acabar con todos aquellos que la hubieran lastimado, aquellos que le hubieran hecho mal y desapareció dejando a Redyan sin parte de su alma, completamente insensible a cualquier sentimiento y sensación. Observe alarmado a Redyan, parte de su alama se habia marchado de su cuerpo, pensando en las palabras de aquella sombra pensé y nombre a Halthir, si buscaba venganza iría a por el sin duda.

El draenei entrego algo a Redyan, una carga con un mapa o un plano, según Redyan de la casa del hermano de Halthir, donde le habían dejado algo, algo que le ayudaría a acabar con aquella maldición que corría por su sangre. Redyan dijo que Halthir sabia donde estaba aquel lugar, y después de todo necesitábamos estar cerca de el para encontrar la parte del alma de Redyan que habia huido. Marchamos de Quel'Danas pocos días después, a la ciudad, en búsqueda de Halthir, parecía ser el la clave de todo ahora... debías actuar rápido, no sabíamos cuanto tiempo le quedaba a Redyan, sin una parte de su alma podría caer en cualquier momento.

Segundo Viaje: Tierras del Interior

Halthir accedió a ayudarnos a llegar hasta la casa de su hermano, que estaba localizada en las montañas de las tierras del interior, la única manera de llegar hasta haya era un viaje, otro mas, en barco hasta una pequeña tribu de trols localizada en una de las costas. El barco no era de viaje, las comodidades eran nulas.

Mantuve una airada conversación con Halthir, entre susurros, no confiaba nada de nada en el tal padre de Redyan, alzando a la madre de esta como verdadera y bondadosa mujer y la única que podía y sabia como ayudar a su hija. Yo mantenía mi opinión a la deriva hasta aquel momento, entre Randhall e Ildara, como se hacia llamar la madre. Mas me di cuenta de que ambos tenían la misma versión, ambos decían tener la única forma de ayudar a Redyan, quizá aquello no era mas que una pelea entre ellos en la que habían involucrado a Redyan, luchando el uno contra el otro sin ver que su hija era algo mas que un objeto para la victoria.

Subí a cubierta, ahí estaba ella, observando el mar, me acerque y comenzamos a hablar, le dije mi punto de vista, y el "lado" que habia elegido, estaría del suyo, no con su padre ni con su madre, le ayudaría solo a ella, sin importar lo que aquellos dos decidieran correcto. Ella pensaba igual, aquello me tranquilizo un poco, ahora sabia que era la decisión correcta.

Llegamos a la aldea de los trols pero no nos quedamos allí mucho tiempo, marchamos directo ala casa que buscábamos, Naur no hacia mas que quejarse de la caminata, a estos magos les hace falta un buen ejercicio de vez en cuando, no hay manera de escudarse la falta de condición física. Los bosques lucían demasiado densos, por algún rato pensé que nos perderíamos pero logramos encontrar una piedra llena de musgo que marcaba el camino. Subimos una pequeña colina y llegamos hasta la dichosa casa, mientras yo decidía tocar la puerta, Naur y Halthir se dedicaban a discutir y pelear, como todo el viaje... EL que abrió la puerta era un Quel'dorei, no se porque la idea, a pesar de obvia nunca se paso por mi mente, aquella era una casa de Quel'doreis, el tipo cerro de inmediato, asustado. Me quede petrificado por un momento, bueno, si no podíamos entrar fácilmente, solo habia que tirar la puerta, aunque Naur tuvo una idea un poco mas... sutil, rompí el mango de la puerta con la espada, esta se abrió fácilmente, dejándonos pasar hacia el interior de la casa.

Adentro nos esperaba un hombre, no se veía fuerte ni como un forestal, no portaba ningún arma y aparentemente estaba solo, no lo considere una amenaza a pesar de ser un Quel'Dorei, de hecho en cierta forma me recordaba Max. Después de un rato dijo que habia una niña con el ahí, una bebe, elfa como el, subí junto a el a buscar a la niña mientras el resto buscaba, Naur tuvo un rato "divirtiéndose" con el, tanto odio hacia una persona tan similar... me pregunto si este elfo habrá decidido dejar la ciudad por su propia cuenta, o si como Max fue obligado a dejarla por no compartir los dieales de un príncipe corrupto.

Al rato encontraron lo que buscaban, un cofre, y otro mapa con indicaciones. Debíamos buscar la llave donde señalaba el mapa, en la misma región, pero algo lejos para ir ahora. La decisión fue quedarnos en aquella casa hasta el día siguiente, y partir de nuevo en búsqueda de lo que abriría el cofre.

*Al día siguiente*

​Al llegar al lugar, habia una charca, un arbol bastante grande y un pequeño riachuelo saliendo de el. Poco mas que eso. Buscamos por todas partes lo que sea que estuviéramos tratando de encontrar, sin mucho éxito, Dahos encontró algo, así como Halthir.

De un momento a otro Naur lanzo un hechizo a otro elfo que hasta ese momento no habia visto antes. Ahí estaba oculto en las sombras. Naur dijo que su poder era grande, pero por algún motivo el elfo se quedo quieto mientras este lo hacia arder, yo me retire de allí, no iba a ver arder a nadie... después de todo lo que he visto, no necesitaba ver algo así.

Por alguna razón olvidamos el cofre en casa del Quel'Dorei , al llegar como era obvio no habia nada ni nadie en la casa. Marchamos a una cueva, lejos de la casa, ahí pasaríamos la noche mientras pensábamos la forma de recuperar el dichoso cofre, que seguramente estaría junto al elfo y la niña en Quel'Danil. Se me ocurrió pedirle ayuda a Max, el es un Quel'Dorei después de todo, lamentablemente tardaríamos demasiado y no sabíamos cuanto tiempo le quedaba Redyan, la misma se encargo de recordarme lo. Halthir saco a relucir una noticia que la madre de Redyan le habia comunicado durante nuestra estadía con el Quel'Dorei, ahora en la cueva saco de nuevo el comentario, la madre de Redyan era un Quel'Dorei, y nos podía ayudar a recuperar el cofre, pero debíamos ir a las Tierras Altas de Arathi, a reunirnos con ella y con un pequeño grupo de Quel'Dorei que la acompañarían. No nos quedo otra opción mas que aceptar aquello, era la única vía que quedaba, aunque ninguno de nosotros estaba del todo contento con trabajar con Quel'Doreis.

Tercer Viaje: Tierras altas de Arathi - Tierras del Interior

En las tierras de Arathi poco hicimos realmente, mas que ir al punto de encuentro y vigilar que sucedía con los Quel'Dorei la madre de Redyan y Halthir, en cuestión de minutos la conversación se convirtió en diferentes planes de como asaltar a los Quel'Dorei en caso de que se negaran a ayudarnos y decidieran matar a Halthir. Al poco rato Halthir volvió con buenas noticias, nos ayudarían.

Una vez en Tierras del Interior debíamos esperar en la misma cueva que antes a que ellos recuperaran el cofre de las manos del elfo que se lo habia llevado. La espera se nos volvió algo larga, y las ideas de una trampa fluían por las mentes de todos. Al final los elfos llegaron, con el artefacto en manos, sin ningún soldado, pero justo cuando crecíamos que todo habia terminado algo inesperado sucedió. Todos, Sin'Dorei y Quel'Dorie nos quedamos inmoviles, como estatuas, por algún extraño extraño encantamiento. Naur nombro a Aidan como responsable, nos habia traicionado. De repente la madre de Redyan se movió, revelándonos a la vez su alianza con Aidan y mas tarde la pertenencia de ambos en un culto oculto que buscaba convertir a Redyan en un demonio.

Cuando estábamos a su merced, la sombra del alma de Redyan apareció, jurando venganza a su madre y padre y al resto que le hubieran hecho daño, justo entonces, dos elfos mas aparecieron en las sombras, uno de ellos tenia una extraña orbe con la que absorbió a la sombra, en aquel momento mi desesperación alcanzo el limite, maldije mil veces en mi interior el no poder moverme, el no poder hacer nada. Quería moverme pero aquel maldito hechizo no me dejaba.

Los elfos se acercaron, un hombre exactamente iguala Halthir y a su lado una mujer, una elfa de ojos azules que conocían como Lyriah, la dueña de la casa en la que entramos. Esta elfa se acerco mientras los otros tres discutían, aparentemente este tercer elfo era un impostor y habia traicionado a Ildara y a Aidan. Lyriah portaba una espada, y cuando estuvo cerca de Redyan la levanto, como si fuera a matarla, en ese instante un odio profundo, un odio que no sentía ya hacia mucho tiempo, deseaba poder moverme para clavar mi espada en aquella elfa, en ese momento muchas cosas pasaron. Aidan cayo ardiendo a causa de un hechizo del impostor, Naur lanzo un hechizo contra este y a la vez, la elfa lanzaba la espada a los pies de los Quel'Dorei, pero aquella acción no menguo mi odio, todos recuperamos nuestro movimiento a causa de la muerte de Aidan, tome a la elfa y puse mi espada en su cuello, conteniendo las ganas de destruirla solamente por la utilidad que tenia para salvar a Lyriah.

Observe como el impostor parecía tenerle cariño a Lyriah, al igual que los Quel'Dorei, ahora yo tenia la llave de todo el asunto a mi merced. La utilice para recuperar el alma de Redyan. Luego me susurro que si le daba lo que habia en el interior del cofre, la reliquia, podría usarla para debilitar al impostor y devolver su esencia a Halthir. Dude, pero le permití tocar la flauta, la reliquia, lentamente la marca de la frente del impostor comenzó a brillar, este cayo debilitado, en ese momento Kethrian, uno de los Quel'Dorei cargo hacia el haciéndolo caer, a la vez, Naur lanzaba un hechizo que dejaría su rostro y gran parte de su cuerpo quemado. Tras esto recogí del suelo lo que quedaba del impostor y lo amarre con partes de su ropa. Redyan evito que matara a su madre, quería llevarla a Quel'Danas, si no me lo hubiese pedido le abría cortado el cuello en aquel lugar.

Nos quedamos aquella noche en la cueva, esperando el amanecer para partir, Sin'Doreis y Quel'Doreis por caminos distintos, hacia un mismo destino, Quel'Danas.

Cuarto Viaje: Un viaje al Pasado.

Maravillosos recuerdos, pero también aquellos que le hicieron tanto mal.. Nunca podre olvidar lo que me mostraron aquellas visiones, su alegría de niña, su felicidad... incluso el intenso cariño que tiene por Halthir... pero sobre todo... su dolor, tanto daño... Quizás si no me hubiera ido, quizás las cosas hubiesen ido mejor... pero ella tiene razón no debo pensar en lo que no fue. Intente soportar los recuerdos mas dolorosos como pude, se que lo que vi debo saberlo si de verdad quiero cuidar de ella ahora que he vuelto. Mi propia inseguridad me hizo creer que le hacia mas bien que mal al irme así, sin decir ni siquiera adiós.

Lo que me mostró sobre mi también impacto bastante... recuerdos olvidados y desechados desde hace ya tiempo, mi pasado, mis orígenes... El verdadero yo cuando aun era un Quel'Dorei, cuando aun estaba viva aquella parte de mi cuya alma no fue condenada a la impura magia vil... cuando no era quien soy hoy, extraño aquellos días, cuando todo era ta simple, cuando evitar que la pequeña Redy no se molestara después de las bromas era la única preocupación... Ahora todo es tan diferente... Tan complicado de hacer y comprender... de pronto mis acciones de vuelven difusas... no se que pensar... no se que hacer... pasa todo... Redyan estará bien ahora, estará completa, al fin sera ella misma y tendrá la segunda oportunidad que merece, para empezar de nuevo, pero no de cero, ahora sabe y conoce en que mundo y con que personas vive, conoce el cariño y el desprecio... conoce el mal y el bien y es capaz de discernir, de elegir y evitar aquello que le cause mal... pero sabe que no debe evitarlo todo pues es sufrir tan parte de esta vida como el disfrutar... ahora lo sabe... y a la vez me lo ha enseñado.

La estadía en Quel'Danas se alargo un poco, tuve mas tiempo para mi, para pensar... la sacerdotisa Lyriah me hizo entrar aun mas en mis pensamientos, su forma de ser, de actuar, su filosofía... todo aquello que la sacerdotisa parece profesar, tan idealista, tan... puro quizá... no somos muy diferentes, nuestros ojos solamente... sin embargo nos odiamos a muerte, pero ella no, ¿ podría incluso decir que no odia? ¿Puede existir una persona en este mundo que de verdad piense de esa manera?... Parecía tan certera, tan sincera, diciendo que la luz esta en todo lo vivo, en todo lo consciente, que su enemigo no era la horda, ni los Sin'Dorei, su enemigo era la plaga, la Legión, los grandes males y las grandes sombras que arruinan poco a poco este mundo... Sin odios raciales, sin temores... Su visión del mundo, su filosofía de vida, se vuelve tan tentadora a seguir cuando se la escucha expresarla con tanta convicción, sin embargo se vuelve difusa y falsa conforme piensas en los humanos, y su alianza, en la forma en que nos abandonaron... pero de nuevo observo a estos Draenei, que han perdonado a los de nuestra raza, y nos han ayudado a vencer al príncipe traidor... han visto que no somos todos iguales... no son todos iguales... tal vez...

Amanece ya... pronto sera la partida a casa, quizás pida unos días en la Orden, necesito descansar un poco después de tanto viajar.... después de tanto pensar... es hora de partir...


Relato del personaje Eian Midnight, de eventos antiguos que compartimos y de los cuales va estos relatos de "Broters del Ayer".

Autor: [MENTION=47]N The DarkCrawler[/MENTION]

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Relatos: Brotes del Ayer (Parte 4)

Los viajes hacia los Brotes del Ayer - Rayan Dawnfire Versión

Entrada Nº 20.

Año 6937 del calendario thalassiano.

"Traigo noticias, con extrañeza, desde el Sur. Me desplacé tal como acordamos, en busca de información o respuestas sobre aquellos escritos que debió hallar vuestro padre antaño. Ante vuestro desconocimiento del paradero de vuestra familia y parientes, busqué a vuestro hermano.

Con la ayuda de unos enanos, en Gorothia, supe de un pueblo quel'dorei en el Reino humano del Sur. Desde allí es desde donde os escribo esta carta, tras hablar con unos jovenes que aseguran, vuestro hermano Lorian falleció en la guerra. Su muerte supone un nuevo obstaculo. Apenas se de cuanto tiempo disponemos para encontrar una solución y dar fin a esa maldición que tan incontables años ha traído desgracias.

Los jovenes con los que he hablado aquí, insisten en que tal vez, la esposa de vuestro hermano, pudiera saber al respecto, pero lo más desconcertante y extraño es que no solo afirman eso, también afirman que ella no se encuentra en el pueblo al Sur con ellos, sino con vos, en Kalimdor... concretamente despidieron de ella en la ciudad de Theramore. No logro entenderlo. Espero no haber sido realmente engañada por vos y que esto se trate de algun tipo de error. Espero que os llegue esta carta y podais reuniros con nosotros en las tierras de Arathi. Os adjunto un pequeño plano del lugar del encuentro.

Ildara."

Esta fue la carta que recibi sorpresivamente un día, pasado el tiempo después de mi regreso a Quel'thalas tras la expedición de la Academia. Tenia intención de escribirle a Ildara sobre lo sucedido con Redyan, alertarle y decirle que el sello se había roto, pero ella se me adelanto y ciertamente, supero con creces cualquier espectativa. Para cuando termine de leerla por primera vez, no pude evitar repetir el ultimo parrafo de la misiva, ¿donde había oido antes que temian haber sido engañados por un falso yo? ... Me abstendre a responder a una pregunta ironica y propia, pero si algo de todo esto llamo mi atención: el que alguien pudiera estar haciendose pasar por mi persona frente a Lyriah y sometiendola a un peligro. Desconocia por qué, pero a pesar de creer que no queria que corriera riesgo alguno simplemente por ser una valiosa fuente de información para mi, algo me decia que era más allá del simple interes. Cerre la carta para intentar meditar sobre esto antes de llamar a Inathiar para decirle que prepara mis cosas, y así ponerlo al corriente de mi nuevo viaje, pero para cuando él aparecio, alguien llamo a la puerta y tras abrirla, mi expresión incredula y sorprendida debio de haber sido digna de una obra de arte cuando Redyan se adentro sin pudor alguno en mi sala, acompañada de Quel'dalhar, Eian y otro hombre que desconocia, pero que había visto en la expedición de la Academia.

Disimuladamente, resguarde la carta en un bolsillo y frunci el ceño, antes de preguntarle a Redyan a que debia su visita. Por supuesto, el inutil de Quel'dalhar me mando a callar y Eian simplemente guardo silencio, observandome fijamente con cierto aspecto severo, así como el otro desconocido acompañante de Redyan. No hice caso a las palabras de Quel'dalhar, después de todo, estaba en mi casa, aunque no por esto pude evitar sentirme amenazado y en peligro. Redyan me miro con una expresión neutra y carente de cualquier emoción, y con una voz sumida en el mismo estado, me comento sus deseos de viajar a la casa de mi hermano en las Tierras del Interior. Inicialmente queria un mapa, pero los planos que me había entregado Ildara en su carta, me citaban en un punto de las Tierras Altas de Arathi, por lo cual me vali de mi conocimiento para convencerle de que yo podria guiarlos allí, siempre y cuando Inathiar pudiera venir conmigo. Soy temerario, pero no lo suficientemente estupido como para saber que todos allí no temerian en cortarme el cuello, a juzgar por su entrada y forma de actuar. Por suerte, Redyan acepto y tras retirarse bajo la atonita mirada de Inathiar, seguida de su sequito, no me quedo otra más que preparar mis cosas e indicarle a mi fiel criado que, en caso de ser extremadamente necesario, él mismo acudiera a esta cita con Ildara bajo un pretexto que yo daria, llegado el momento.

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De modo que al siguiente día, me embarque con Redyan y su compañia hacia las Tierras del Interior, en el Fondeadero Vela del Sol. El viaje fue bastante silencio en su mayoria, Redyan observaba fijamente el brasero en el centro de la camara de camarotes donde nos hallabamos todos, Eian me dirigio un par de palabras, las cuales aproveche para consultarle quien era el desconocido antes de largarse a discutir - Como ya me era costumbre a esas alturas - conmigo y separarse. Aidan Rhandall, el padre de Redyan, eso era lo que me dijo. Al pensar en como la familia de Redyan volvia a reunirse, no pude evitar que en mi rostro se dibujara cierta mueca sardonica, la cual se prolongo unos pocos minutos hasta que Inathiar se aparto de mi lado, completamente mareado. No dudo que haya viajado alguna vez, pero tanto tiempo sin pisar una nave asumo que tiene sus consecuencias.

El viaje nos tomo un par de días, pero para cuando desembarcamos en un poblado trol inmediatamente recuperamos el tiempo perdido. Tan solo basto dejar el puerto y subir el acantilado, para que me dijeran con un tono frio, cual orden: guía. Recuerdo haber pensado en unos minutos como desearia que el "valiente" Lethaliel hubiera estado allí para guiarles y no yo, por estupido que me llegara a sonar a mi mismo, pues iria en contra de mis planes. Aunque cuando se esta molesto, poco se puede apelar a la razón para ser sincero...

Les guie por el bosque de las Tierras del Interior, sin perder la ocasión de responder a comentarios inutiles como los de Quel'dalhar o cualquier otro que se atrevia a decirme que estabamos perdidos, confundiendome con los Farstriders que acudieron a su expedición. Si bien admito que no recordaba por completo la ruta, bien sabia que la casa se encontraba entre las montañas, por lo cual lo más logico era seguir su curso. También recordaba que a varios metros de ella, desde las alturas, se podia vislumbrar un refugio quel'dorei. Las molestas burlas continuaron a lo largo del camino, hasta que finalmente dimos con el sendero por el cual descendi junto a Lethaliel, cuando habiamos de volver a Quel'thalas, la ultima vez que viaje a aquel lugar. Lo subimos y mientras reparabamos en que una de las ventanas yacia iluminada, denotando que había alguien dentro, lo primero que el inutil de Quel'dalhar hizo fue pisotear las plantas de Lyriah, como si eso fuese a hacerle daño a alguien, aunque asumo que por alimentar un ego tan estupido como el suyo, se necesitan acciones igual de innecesarias.

Comenzamos a debatir que hacer para entrar y pensamos llamar a la puerta, y entrar todos cuando se abriera. Un plan simple, pero efectivo, excepto para Quel'dalhar, quien comenzo a contradecirme y como un augurio del pasado, intente golpearlo ya harto de sus estupideces. Trate de abalanzarme sobre él, pero este se alcanzo a percatar de mi movimiento. Me intento corresponder con una bola de fuego, la cual logre esquivar apenas por unos escasos centimetros. El sonido de nuestra pelea llamo la atención de Zarek, el hermano gemelo de Lyriah, quien abrio la puerta al oir tanto ruido venir de fuera, encontrandose con Eian y Redyan frente a su puerta. Un fuerte portazo se hizo escuchar luego de eso y tras los regaños de Eian, Redyan y Aidan, reparamos en que el ocupante ya se había dado cuenta de nuestra presencia. Necesitabamos otro plan: Eian penso en tirar la puerta abajo, secundado por Quel'dalhar, pero yo sugeri simplemente destruir con un hechizo el cerrojo de la puerta. Sin embargo, cuando lo quise intentar, tuve que hacerme a un lado al ver al Caballero de Sangre cargar contra la puerta con todas sus fuerzas, tirandola abajo (...). La casa estaba vacia y recorrimos sus habitaciones, hasta llegar al segundo nivel y encontrarnos a Zarek, con la pequeña hija de Lyriah, Sumiee, en sus brazos. Nuevamente Quel'dalhar, con sus delirios de estupidez - Pues la grandeza es otra cosa, creo yo -, aprovecho de asustar a Zarek e intentar tomar a la pequeña, diciendo que podria acogerla como su ahijada y volverla una sin'dorei. Supongo que ni él se espero que Zarek apartara a la pequeña de sus manos y que Redyan le mandara a callar, diciendo que no tocara a ninguno de los dos Quel'dorei, a quienes además se les dejaria encerrados en la habitación superior mientras nosotros realizabamos una busqueda en la casa.

La noche había caído para entonces y el viaje había sido extenuante. Nos hallabamos dentro de la casa de Redyan, pero no podiamos estar allí mucho tiempo. Aprovechariamos de descansar esa noche y al siguiente día, buscariamos lo que Redyan decia que Lorian había escondido allí.

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Entrada Nº 21.

Año 6937 del calendario thalassiano.

Sin aguardar siquiera el amenazar o dar tiempo para descanso esa misma noche, comenzo la busqueda del supuesto secreto que mi hermano había escondido en su casa, el cual a juzgar por la carta de Ildara, estaba relacionado con mi padre. Hablando con Redyan, termine descubriendo que Lorian le dijo que había algo para ella en su casa, pero mi pregunta es... ¿Por qué? ¿Qué relación tenia mi hermano y mi padre, con Redyan?. Aun con todos mis recuerdos asimilados nuevamente, lo desconosco. Entonces mi confusión era mayor, pero me dispuse a buscar alrededor de la casa; me encamine hacia los dos cuartos proximos a la cocina, a un extremo de la casa. Entre al primero y observe los muros e incluso palpe por encima, buscando cualquier clase de hendidura. Tras no hallar nada, mire debajo de la cama y vislumbre dos pequeños ojos que me observaban curiosos y alerta. Preferi no descubrir que era y sali del cuarto, observando el suelo que dividia ambos cuartos, reparando en que una de las tablas parecia estar ligeramente torcida, como si la hubieran removido con anterioridad. Me arrodille y la retire, descubriendo una pequeña escotilla de la cual retire un cofre, mientras llamaba a Redyan para que viniera a ver mi hallazgo y Quel'dalhar retiraba una pequeña cria de oso debajo de la cama donde yo había visto ese par de ojos, seguramente una mascota de Lyriah, a quien con gusto habria dado algo de comer como premio por morder al petulante elfo, si hubiera podido.

Intente abrir ese cofre, pero Aidan, quien se aproximo cuando vislumbro el objeto, me rebatio e indico que se lo entregara a Redyan. No estaba de humor, ni mucho menos era el momento para discutir, por lo cual lo hice, a pesar de mi curiosidad. Sin embargo, también sobre este había hallado un mapa. Cabe destacar que el cofre no tenia cerrojo, siquiera parecia poseer alguna forma de abrirse y el mapa señalaba un lugar. Era más que obvio que la llave estaria allí y en ese momento, si optamos por descansar y movilizarnos al día siguiente.

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Desperte a la siguiente mañana, aunque no menos cansado. Esa noche me costo conciliar el sueño, en más de una ocasión levante mis manos y observe, temiendo que se traslucieran al punto de desvanecerse y estoy seguro que lucian ligeramente transparentes... Quizá fuese el sueño, pero me niego a creerlo. Para colmo, las preguntas referentes a mi padre y a mi hermano no cesaban. ¿Tenia que ver con la maldición? Y si era así, ¿como sabian? Lorian podria, quizá, por mi, pero... ¿mi padre?. Todo me fue confuso esa maldita noche.

Me reuni con el resto y seguimos el mapa, abandonado la casa y desgraciadamente, dejandonos el cofre en su interior también, lo cual a pesar de ser un problema, me abrio las puertas para acudir al encuentro de Ildara con suma facilidad. Llegamos a un pequeño lago, alimentado por un riachuelo que recorria una montaña y caia sobre el lago, por entre las raices de un arbol. De inmediato, me acerque al arbol y comence a observarlo atentamente, palpando su corteza hasta dar con una especie de cavidad interior de la cual retire un orbe. Lo observe con interes y confusión a la vez, justo al mismo instante en que oia a Dahos, otro miembro de la Academia que se había sumado a este viaje por parte de Quel'dalhar, señalar que había hallado una especie de hendidura con la forma de una esfera bajo las raices del arbol. Me acerque y le tendi el objeto, el cual introdujo y abrio otra pequeña hendidura, de la cual retiro un objeto que supusimos que seria la llave del cofre. Al instante, regresamos con nuestro hallazgo a la costa, encontrandonos a un quel'dorei arrodillado, herido ciertamente. Quel'dalhar lo llamaba Nardeth y yo no tarde en darme cuenta que se trataba del mismo asesino que se nos aparecio en la Sierra Espolon sorpresivamente. Ciertamente no cesaria en su intento y a pesar del interrogatorio al que lo sometio Quel'dalhar, este no dijo una palabra. Esto provoco la furia del fanatico de Naur, quien lejos de querer proporcionarle una muerte rapida y así dejar de hacernos perder el tiempo para su diversión, comenzo a torturarlo. Por suerte, termino cediendo a nuestros pedidos de dejar su estupida tortura de lado.

Marchamos de vuelta a casa de Lyriah y mi hermano, descubriendo no solo que Zarek había huido con la pequeña, sino que además se había llevado el cofre consigo y seguramente, la guardia del refugio quel'dorei más proximo, donde no cabia duda que se habria refugiado, vendria a por nosotros. No nos quedo otra más que abandonar la casa y buscar refugio en una caverna entre las montañas cercanas, donde me vali de esta circunstancia para desvelar a todos la carta que me había enviado Ildara, agregando que ella podria recuperar el cofre por nosotros, pero, al mismo tiempo, me aseguraba además de que Inathiar pudiera separarse de nosotros y volver a Quel'thalas, comenzando su viaje de vuelta por Molino Tarren. Con aquella eventualidad ya no le necesitaba y si realmente todos quisieran mi cabeza, no consideraba justo que él, solo por ser mi leal criado, tuviera que perder su vida por mi culpa. Le debo mucho a ese hombre, como para dejarlo morir como si fuera un simple conocido... Reaciamente todos aceptaron. No había otra manera, de modo que al proximo día nos encaminariamos hacia las Tierras Altas de Arathi.

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Entrada Nº 22.

Año 6937 del calendario thalassiano.

Nos encaminamos hacia las Tierras Altas de Arathi a traves de los boscosos alrededores de las Tierras del Interior, atravesando el cordon montañoso adyacente y colindante a las llamadas Laderas de Trabalomas, donde aproveche de dejar partir a Inathiar de vuelta a Silvermoon, desde Molino Tarren. Era un asentamiento renegado y estoy seguro que, pese a no sentirse comodo con muertos vivientes a su alrededor, aun siendo nuestros aliados - En lo cual no lo culpo. Yo tampoco me fio de ellos - y mucho menos querer dejarme allí a mi solo o a Redyan, pudo entender las verdaderas razones del por qué le regrese al reino, las cuales van más allá del simple hecho de que ya no me era util su presencia. Puede que a simple vista le pareciera así y esta en su derecho pensar de esa manera, después de todo ... A veces peco de actuar rastreramente incluso con los mios, unicamente por no querer una faceta interior y más endeble de mi, lo cual puede deberse a mi orgullo, tal vez. Sea como sea, Inathiar se separo de nuestro grupo y se encamino hacia el lugar indicado, sin la queja de ninguno de quienes nos acompañaban, aunque el muy testarudo reafirmo su posición como mi fiel criado y me replico que si bien se quedaria en Molino Tarren, seguramente retornaria a la caverna para saber que había vuelto a salvo yo y Redyan, de este encuentro con Ildara y el resto, en las Tierras Altas de Arathi.

Supongo que a veces el mero sentimiento de apego, es mucho más fuerte que la propia sangre...

Con Inathiar atras y seguro en suelo renegado, continuamos atravesando las Laderas de Trabalomas en dirección al sur, traspasando el derruido y gran muro que le dividia de las tierras de arathi, separandonos cada vez más del mismo. Por horas caminamos en dirección al sur, hasta llegar a un valle flanqueado por dos cascadas por un extremo y unas montañas, señaladas por un arbol que levantaba una sombra sobre el suelo en el otro. Bajo la sombra del mismo, yacia Ildara aguardandome, acompañada por Allure y tras de ella, otros tres quel'dorei más que por entonces no reconoci, pero de los cuales dos rostros me eran bastante familiares: Dawnblade y Beltore, quienes por supuesto tenian cara de pocos amigos y aun más, al vislumbrar el grupo de sin'dorei que me acompañaban, quienes ya pensaban en como matarlos a todos en caso de que me atacaran - Aunque si soy sincero, dudo mucho que por parte de Eian, Naur y Dahos, se hubiese necesitado que me atacaran para ir por ellos. Eran traidores a los ojos de ellos, sobretodo del ultimo par de elfos, y creian que era su deber eliminarlos como si por alguna estupida razón las leyes de Quel'thalas se los permitieran incluso fuera de nuestras fronteras. Por suerte, esto no llego a ocurrir.

Cuando hable con Ildara, esta me volvio a relatar lo escrito en su carta y reitero su desconfianza hacia mi persona, y temor de que yo fuera un impostor. Obviamente, su sentir era secundado por Dawnblade y la otra elfa que les acompañaba, pero sobretodo el primero, al decir que él me había en Kalimdor tiempo atras antes de que yo partiera con Lyriah. Por suerte, mi estadia junto a Ildara en esa caverna de la Sierra Espolon y todo lo que me sucedio, como perder mi sombra e incluso hacerle saber del como mi cuerpo languidecia lentamente, desvaneciendose frente a mis ojos, me valio de su beneficio de la duda. Y poco a poco pude convencerla de ayudarnos, sin importar si su "escolta" queria venir o no. Por suerte para nosotros, vinieron y cuando les puse al tanto de nuestros hallazgos y el cofre desaparecido, ellos mismos comprendieron al instante que era su tarea recuperarlo y aceptaron, bajo la condición de que yo les ayudara a encontrar a Lyriah. Siempre y cuando, no me desvaneciera antes de terminar toda aquella tarea...

Con el trato realizado, retorne con mi grupo, el cual había permanecido unos cuantos metros tras de mi para no levantar ningun tipo de sospecha, ni tensar aun más la situación. Diria que me fue un alivio ver la espectación en sus rostros, excepto en el de Redyan, pues pensaria que temian por mi vida, pero tendria que ser un imbecil de los pies a la cabeza para no ver que más de uno de ellos tenia esa expresión para saber si habían de comenzar a insultarlos y atacarlos solamente. Lo unico que me aporto cierto alivio y gratitud, fue la cara de sorpresa de muchos cuando me oyeron decir que habían aceptado y llevarian el cofre a la caverna, una vez lo tuvieran. No les dije sobre la condición y tampoco es que hubiera tenido que hacerlo, siquiera les habria importado.

Así, una vez hecho mi trabajo, emprendimos el largo camino de vuelta hacia la caverna de las Tierras del Interior donde nos hallabamos escondidos, aguardando "pacientemente" la llegada de Ildara y los suyos, con el cofre en sus manos.

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Entrada Nº 23.

Año 6937 del calendario thalassiano.

Aguardamos por horas dentro de la caverna, incurriendo incluso en un intenso debate, no menos cargado de tensión, con Quel'dalhar, quien no paraba de decir que Ildara y los suyos nos habían traicionado o que lo intentarian, cuando llegaran. Tanta paranoia suya, sobretodo al oir el como debian de ser "llevados a la justicia" como los Sin'dorei que eramos, me llevo a decirle que las leyes de Quel'thalas no regian en el lugar en que nos encontrabamos, mucho menos estabamos allí de manera oficial y en representación de nuestra patria, pero si lo que queria era imponer su parecer a como de lugar solo por falta de valor, no me extrañaba que tuviera aun ciertas opiniones retrogradas similares a las que algunos poseian, mientras viviamos felizmente en la mentira de que el príncipe Kael'thas Sunstrider, volveria a Quel'thalas bañado en gloria y majestuosidad con la cura para la sed de magia o llevarnos a una tierra prometida, donde esta ya no existiria para nosotros. Obviamente me respondio, buscando romper mis argumentos y tachandome de desleal a nuestra patria, a nuestro pueblo y a nuestra propia sangre. Palabras que me resbalaron simplemente, puesto que no necesitaba de su aprobación a mi modo de pensar para saber si era o no un Sin'dorei; puede que la guerra entre la Horda y la Alianza no me importe, tampoco lo que algunos lleguen a pensar de mi, pero como cualquier otro, siento un profundo amor hacia mi reino, a pesar de que los hombres con poder se aprovecharon de la maltrecha situación en que nos dejo la Plaga, para fomentar el miedo y lograr un absoluto control sobre su población. Quel'thalas es la joya de la corona de los Reinos del Este y todo Azeroth, pero Quel'dalhar hubo de oirme fuerte y claro, sin poder contradecirme de ninguna manera, cuando dije que nuestro amado reino estaba corroido por las ansias de poder de unos pocos que manejaban todo allí. Me lo nego, pero sospecho que solo por orgullo, incluso él tiene que reconocer que la manera en que la ciudad capital se encuentra; atestada de guardias y patrulleros arcanos, a veces arrestando ciudadanos incluso por el crimen más mundano como no estar de acuerdo con el rumbo que tomo nuestro pueblo gracias al príncipe traidor, no es la mejor o la más propicia como para hablar de gloria exactamente. Aunque son opiniones, claro esta, y los más fanaticamente leales nunca lo aceptaran. Supongo que yo le hecho, pues he sido victima de injusticias en mi propia patria, también...

Un día entero llego a pasar tras nuestro arribo a la caverna y tan solo a la noche del siguiente día, Ildara se aparecio acompañada por los tres quel'dorei que vi en las Tierras Altas de Arathi, en vez de cuatro, pues Allure no estaba allí. Todos salimos a su encuentro, incluso Inathiar, quien había cumplido su palabra de retornar a la caverna con o sin mi consentimiento, pero a la hora de tomar el cofre de sus manos, las cosas comenzaron a torcerse. Todos repentinamente nos paralizamos, quedando ajenos al hechizo tan solo Ildara y Aidan. En un principio todo era confuso, pero cuando Lyriah y otro sin'dorei, exactamente similar a mi, aparecieron en el lugar también, todo era claro: Ildara, Aidan nos habían traicionado o eso creimos. Darten, como fue que llamaron al elfo que robo mi identidad, había dejado atras el culto que aparentemente formaban Aidan e Ildara, quienes buscaban hacerse con el cofre para aparentemente convertir a Redyan en un demonio, siguiendo los pasos de Eireen, su ancestro. Y para concretar su traición, antes de que Aidan pudiera reaccionar, Darten conjuro y expulso un imponente proyectil igneo que impacto sobre el elfo, consumiendole con las llamas hasta dejarlo tirado en el suelo, carbonizado. Al mismo tiempo, nuestros cuerpos volvieron a recuperar su movilidad y todos volvimos nuestra atención hacia Darten y Lyriah, quien no parecia reaccionar a las palabras de sus conocidos, actuando como si estuviera bajo su control. Incluso llego a tomar la espada que Darten le ofrecio, cuando aun estabamos paralizados y levantarla por sobre Redyan, como si fuese a acabar con su vida, pero para cuando recuperamos la movilidad, arrojo lo espada a Dawnblade e indico que luchara, al mismo tiempo que Eian se apresuraba a tomarla, colocarla de espaldas y acercar el filo de su mandoble a su cuello para empezar a amenazar a Darten. Naur apoyaba el actuar de Eian, mientras yo hacia lo contrario y Redyan observaba perpleja la situación al mismo tiempo que Lyriah les decia que abriesen el cofre, que allí estaba la clave para todo, justo después de que Darten alzara un orben y robara el alma de Redyan, debilitandola... Por supuesto, Darten no nos dejaria y bajo una marea de ataques con armas de filo, flechas y hechizos, fue contenido hasta que Redyan abrio el cofre con la llave que habiamos encontrado, hallando en su interior una especie de flauta la cual fue tendida a Lyriah, a pesar de las protestas de Quel'dalhar, quien tampoco le quitaba los ojos de encima a Darten.

Repentinamente, el ambiente se lleno de una suave melodia y los poderes de Darten se disiparon al instante, al mismo tiempo que se llevaba sus manos a la cabeza y cierta especie de energía comenzaba a brotar de él, haciendole adoptar su verdadera forma al mismo tiempo que esta me impactaba de lleno y paralizaba por completo, nuevamente. Mis ojos centellaron, incredulos ante el paso de mi vida frente a ellos, desvaneciendo cualquier mentira impuesta en mi mente a pesar de la manipulación. Me sentia revitalizado poco a poco y ese sentimiento de confusión con respecto a mi propio yo, desaparecio. Para cuando pude volver en mi y recapacitar, me encontre que Darten había sido derrotado y se encontraba tirado en el suelo, y yo podia recordar a cada uno de los presentes por sus nombres y relaciones que tuvieron conmigo, incluso a aquellos que no había reconocido antes. Yo mismo había vuelto a ser yo, finalmente.

Me acerque a Redyan, mientras el resto se ocupaba de capturar a Ildara y Darten, acordando que Darten seria dispuesto ante las autoridades de Quel'thalas para ser sometido a su debido juicio, mientras Ildara seria llevada a la justicia por los quel'dorei, un trato seguro, pero que no gusto a Quel'dalhar, quien no dejo de mofarse de la supuesta justicia de los traidores. Por suerte, la voz de muchos se antepuso a la de uno... Mejor para todos, pues suficientes batallas había ya y aun quedaba ocuparnos de Redyan. Solo quedo una opción para ayudarla y salvarla: acudir a la Isla de Quel'Danas.

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Entrada Nº 24.

Año 6937 del calendario thalassiano.

Arribamos a la Isla de Quel'Danas, una vez todo se tranquilizo en las Tierras del Interior. Aun recordaba ese lugar desde la ultima vez que estuve allí... El recuerdo infame del fin de mi compromiso con Redyan y el entierro de Lilith, quien murio por mi también, asolo mi mente de manera inmediata. Sacudi mi cabeza e intente centrarme, queriendo olvidar el pasado doloroso al que me remontaba ese lugar. Habiamos llevado a Darten con nosotros, mientras los quel'dorei traian a Ildara con ellos, diciendo que seria sometida a la justicia de la Ofensiva del Sol Devastado. Recuerdo que mire a esa mujer, deseando su muerte en lo más profundo de mi alma después del engaño que nos hizo y lo que esperaba hacer con Redyan.

Eian menciono que seguramente, el draenei nos estaba esperando. Asumi que por draenei, se referia a ese anacoreta, Kairthos, quien se había preocupado de cuidarla la ultima vez que ella acudio a la isla. Subimos hasta la cuspide, cada uno en silencio, inmerso en sus propios pensamientos, hasta ser recibidos en lo alto del edificio central en la costa por el anacoreta. Kairthos nos saludo y algunos correspondieron su saludo, otros guardaron simplemente un respetuoso silencio antes de que Redyan le indicara que ya poseian la otra parte de su alma ya encerrada en el orbe de Darten. Inmediatamente el draenei asintio y recosto a Redyan en el centro de la habitación, pidiendonos tomar asiento en torno a ella antes de llamar a dos anacoretas más, para luego indicarnos que nos relajaramos, cerrando los ojos. Dedique una ultima mirada a Redyan, deseando que todo esto terminara ya para ella y pudiera recuperarse. Cerre mis ojos y lo ultimo que pude oir fueron unas palabras extrañas recitadas por Kairthos, antes de sumirme en una extraña especie de trance...

Abri mis ojos en una completa oscuridad que poco a poco fue tomando forma de un poblado elfico, levantando en los momentos de antigua gloria de nuestro reino. Sobre una banca yacia una pequeña que no tarde en reconocer como Redyan, Esillya por entonces... Cuando era feliz y nada de esto había llegado a ocurrir. Si lo hubiera imaginado entonces... Sea como sea, otra pequeña elfa se le acerco y le sorprendio; Niere, su vieja amiga y quien traiciono su confianza. Seguida por un también pequeño, Eian. No menos fue mi sorpresa cuando Niere le dijo a Redyan si otra vez espiaba al noble y mientras ella respondia que no, observaba un vivo reflejo de mi persona cuando era más joven. No negare que fue curioso y agradable ser eso e incluso reparar en el interes que Redyan tenia en mi, desde tan joven. Pero las cosas siempre toman otro rumbo...

Redyan queria ser escritora entonces, y no dudo que aun ahora quiera serlo, pero todo ha sido tan atribulado para ella, que apenas tiene tiempo u ocasión para dedicarse a lo que ella realmente quisiera. Este fue el primer pensamiento que se me vino a la mente, antes de que todo el entorno a nuestro alrededor cambiara radicalmente, por el de la antigua casa que alguna vez habite con mi familia y que ahora, yace en ruinas como un vestigio de un pasado caoticamente glorioso a su manera...

Era de noche en ese recuerdo y por unos momentos, tan solo oi voces sin prestar atención, observando absorto el lugar. La nostalgia me invadio... Nunca volvi allí después de mi ultima discusión con mi padre, siquiera tras la caída. Asumo que no son más que ruinas, pues no habria obtenido otro destino tras el asalto de la Plaga a Quel'thalas... Cuando volvi a ver hacia el frente, Redyan, Niere y Eian habían entrado en la casa, husmeando curiosos su interior. Observe el lugar, recordando cada día, tarde y noche en esa casa, cada discusión, cada broma y cada alegria, incluso la tristeza del desolador día en que minn'da nos dejo... De todas formas, Redyan y sus acompañantes continuaron husmeando en la casa, hasta recoger una pequeña caja musical cuya melodia le fue familiar a ella, pero que también alerto de su presencia a Inathiar, quien se oyo preguntar si había alguien en la casa mientras se encaminaba a la sala. Supongo que eso le sorprendio, tanto como a mi, aunque no de la misma forma: Años habían pasado desde que con aquella voz me decia <<¿Cuantos relatos esperais oir de mi parte sobre vuestra madre, mi joven señor? ... Os contare uno más, pero no más. Debeis de estudiar y aunque no le paresca, esta treta no os lo impedira. Como vuestro señor padre, vuestra madre también deseaba lo mejor para vos>>. Maldito criado, el día que me arrepienta de dejarlo seguir a mi lado tras la caída prometo que rogare su perdon, incluso de rodillas si llega a ser necesario.

Redyan me demostro el inimaginable afecto que me profesaba con esos recuerdos, pero también lo fragil que era, cuando sus cercanos habían de partir y separarse de ella. Bien lo sabia yo, después de mi desaparición un día en casa, cuando el inutil de Velorian me coloco una daga sobre mi cuello, exigiendome respuestas sobre quien era y donde estaba Lyriah, antes de ella misma convocarme ante su presencia...

Los recuerdos continuaron emergiendo en su mente, remontandonos a la caída de Quel'thalas y el como perdio a quien adopto la postura de su padre. El como lo perdio todo... Y como sufrio la traición de sus amistades más cercanas. Siquiera los años venideros fueron los más amables con ella, los cuales prefiero no escribir aquí por la impotencia que me causa recordarlos y lo doloroso que fue verlos... Sobretodo porque aunque solo vislumbre ciertas escenas, el sentir lo que ella sintio me basto para saber el daño que le he causado y que careceria de perdon a estas alturas...

El ultimo de los recuerdos fue una imagen del presente, donde todos vislumbramos nuestros propios cuerpos inmersos en el trance y una silueta oscura, donde yacia Redyan. Era ella misma, completamente atormentada... La viva imagen del tormento que vislumbre incluso antes de partir a la Sierra Espolon, cuando la oscuridad se extendia por su cuerpo. Estaba llorando y me adelante tratando de tranquilizarla, pero la rabia, el miedo y la desesperación le podian más, respondiendome que quien era para pedirle eso. El resto lo pidio lo mismo e incluso Lyriah, trato de ser conciliadora con ella, mientras yo... Yo aceptaba mi culpa frente a sus ojos. No habían muchas palabras de las que valerme y decir perdon, era demasiado poco en mi opinión, pero lo hice... Todos dijimos, con nuestras propias palabras, cuanto la queriamos de vuelta y algo en ella reacciono, dejando escapar ese miedo que yo conocia: el de transformarse en Eireen. Lyriah la calmo y abrazo.

Todo termino allí y volvimos, escuchando entonces a Kairthos decir que lo habiamos logrado. Aunque aun así, se llevo a Redyan para dejarla descansar a solas. Yo abandone la sala, necesitaba pensar y recuerdo que acudi a la tumba de Lilith, como si algo en ella me fuese a dar la respuesta a mis preguntas y la solución a mis tantos errores... Eludi a bastantes personas, incluso a Lyriah y marche de la isla con el resto, aliviado de poder recordar quien era, si, pero inmerso en el pesar de mis acciones. El nombre "Tempestad" se aparecio en mi mente, mientras nos aproximabamos al fondeadero y yo me preguntaba, que tan acertado podria ser ese nombre.


Relato del personaje Rayan Dawnfire (Alathen Sunlake), de eventos antiguos que compartimos y de los cuales va estos relatos de "Broters del Ayer".

Autor: [MENTION=18]Lyonwarrior[/MENTION]

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Relatos: Brotes del Ayer (Parte 5 Final)

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Un Alma atormentada - Visiones de Redyan Lyrudre

[isla de Quel'Danas - Mediados del Año 27]

El grupo se había reunido en la isla de Quel'Danas, una vez obtenido el orbe que había absorbido el alma de Redyan, de mano de Darten el Traidor. Lyriah portaba el orbe con cuidado, miró al grupo que la acompañaba y al grupo de Sin'doreis que habían estado ayudando a la joven Redyan en su búsqueda.

Rayan miró de soslayo a Ildara, la elfa que se había hecho pasar por la supuesta madre de Redyan, ahora cautiva para ponerla en la jurisdicción de los militares de la Isla de Quel'Danas. Éste volvió a mirar al resto, deteniéndose en Eian.

- Debemos buscar al draenei, supongo que nos estará esperando arriba. - Dijo Eian, mirando al grupo también.

Redyan débil, miró a Eian y asintió.

Lyriah junto con el resto del grupo Quel'dorei y Sin'dorei, avanzaron hasta el gran edificio que se alzaba cerca de la plaza central. Naur Quel'dalhar parecía denotar cierto nerviosismo, mostrando una expresión enigmática, mirando los alrededores y los habitantes de la isla, pocos eran los que podían conocer el motivo de su reacción.

Arriba del gran edificio restaba Kairthos, el Anacoreta con el que habían hablado y pedido ayuda para la resolución del problema de Redyan. Si bien su alma ahora estaba absorbida por el orbe, necesitaban restructurar el desequilibrio y caos que se había desatado en sí misma.

El Sin'dorei Dahos siquiera reprimía en su rostro, el poco agrado y atisbo de asco que le daba el ver a esos seres llamados Draenei. Su mirada estaba llena de desconfianza, sin verles como aliados de ningún tipo a pesar de la lucha que tiempo atrás se había desempeñado en la Isla de Quel'Danas.

- Arkenon Poros. - Dijo el Anacoreta Kairthos al ver llegar al grupo nuevamente.

Nostiag saludó al Draenei con sumo respeto. Ambos habían luchado en la Ofensiva del Sol Devastado y sentían profundo respeto el uno por el otro, además de otras ayudas ofrecidas por el Anacoreta, en acontecimientos anteriores al actual.

Kethrian restaba cordial y respetuoso, sin mediar muchas palabras.

- Dentro de este orbe está ella. - Dijo Redyan, mirando a Kairthos, refiriéndose a la mitad de alma propia que contenía encerrada dentro del orbe.

- Bien, acerrquensen. - les hizo un ademan el Anacoreta. - Acomódense aquí.

El grupo asintió, sentándose en la sala circular, dejando un espacio en el centro, donde Redyan se tumbó, bocarriba.

Kairthos hizo llamar a dos Anacoretas más, para apoyar el ritual que disponía a efectuar.

Dahos en cuanto vio entrar el resto de Anacoretas, hizo mella de su desconfianza, prefiriendo retirarse de la sala. Naur lo fulminó con la mirada antes de que éste abandonase la sala.

Eian observaba a Redyan en el centro de la sala, tumbada, con preocupación. Preguntándose si realmente aquello lograría ayudarla al fin.

- Trraten de relajarse. - Dijo Kairthos mientras colocaba unos cristales violáceos, alrededor del grupo. - Cierren sus ojos e intenten dejarr la mente en blanco. - añadió.

El grupo cerró sus ojos, obedeciendo las palabras del Anacoreta. Kairthos abrió un libro y comenzó a recitar algo en su idioma. Poco a poco el grupo se vio sumergido en una especie de sueño. Todo alrededor se oscureció...

[Corona del Sol - Alrededor de 28 años atrás]

Lentamente la oscuridad del lugar etéreo fue tomando forma, primero desde sus contornos y luego el paisaje. Encontrándose el grupo en una pequeña plaza, de un pueblecito de Quel'thalas. Las gentes iban y venían, todos ellos Quel'dorei. Parecía marcar una época antigua a la actual.

En el centro de la plaza se alzaba una fuente, con bancos a su alrededor.

Nostiag observaba el pueblecito, sintiendo algo de nostalgia al recordarle su lugar de origen.

Rayan entreabrió sus ojos poco a poco, observando como de la oscuridad que les rodeaba, cobraba vida y formaba distintos edificios y Quel'doreis.

Eian miró el pueblo recordándole el lugar donde conoció a Esillya (Redyan), observando de lado a lado el lugar y a sus habitantes. El recuerdo de viejos y mejores tiempos asaltó su mente.

Una Quel'dorei, podía verse sentada en uno de los bancos del centro de la plaza. A poco de observarla, el grupo pudo darse cuenta de que se trataba de la misma Redyan, Esillya para quiénes la conocían en esa época. Se veía más menuda, más joven, más niña.

Pocos segundos después, otros dos Quel'dorei se le acercaban, una elfa y un elfo, jovencitos, igual que la Redyan que podían ver.

Eian no puedo evitar sorprenderse y a la vez esbozar una sonrisa ante el conjunto de memorias que asaltaban su pensamiento al verla y al darse cuenta que el jovencito que veían acercarse, era él mismo de jovencito.

- ¡Bu! – exclamó Niere, dándole un golpecito en el hombro a Esillya.

- ¡Niere! – exclamó Esillya, dando un pequeño brinco, al asustarse.

El niño ligeramente más alto que ambas, sonrió ligeramente, acercándose a ellas dos.

- ¿Que haces aquí atolondrada? – dijo Niere, mirando alrededor, formándose una sonrisa en sus labios, aniñada. - ¡Uy! ¿Otra vez espiando al noble? – Se río.

- ¡No estoy espiando a nadie! – replicó Esillya, hinchando los mofletes.

El pequeño Eian levantó ligeramente una ceja, sin terminar de comprender la jerga de ambas elfas.

- ¿Espiando?... ¿Que noble? – Preguntó pensativo, el pequeño Eian, confuso.

Más allá de la fuente, al otro lado, se podía observar un grupo de Quel'doreis hablando, entre ellos uno que parecía ser Alathen, pero también mas joven.

Rayan espiró apaciblemente por la nariz y frunció los labios a la vez que esbozaba una muy ligera sonrisa de medio lado. Miró por el rabillo del ojo, reparando en sí mismo, al otro lado de la plaza.

- ¡No espío a nadie, leches! – protestó Esillya. - ¡Pensaba en el próximo relato que escribiré! Si... ¡eso! – añadió, como excusándose.

- Ju ¿Aun pierdes el tiempo en esos relatos? – dijo Niere, parpadeando.

- Bah… - dijo el joven Eian, con las mejillas enrojecidas, cruzándose de brazos e intentando disimular la molestia que le causaba el comentario de Niere, quizá por el hecho de que fuera cierto o no. - ¿Y de que será el próximo relato? – añadió.

Niere reparó en un libro que llevaba Esillya en su regazo y frunció el ceño.

- ¿Has vuelto a llevarte el libro de Nardeth? Como se entere se va a cabrear... – dijo ésta, mirando a Esillyan.

- ¡Lo dejare de nuevo en la estantería, cuando lo haya leído! – respondió Esillya, apurada.

- ¿Piensas aun que tu padre te llevara a esa Academia de la ciudad? – le dijo Niere, entre risas. - Ay, nena, estas cosas no están a nuestro alcance. Tardaría toda una vida en ahorrar para enviarte allí. – añadió.

- Haz caso a Niere, Esy, es mejor no soñar con lo que no nos toca. – dijo el joven Eian.

- ¡Dhalassir lo prometió y yo le creo! ¡Iré ya lo veras! – exclamó Esyllia, molesta.

- Cuando vayas lo creeré. – dijo el joven Eian. - Igual no me hace gracia, pasarías mucho tiempo lejos… - agregó el joven Eian, mirando hacia abajo, ocultando el rostro.

- Bueno, bueno. No te enfades tonta. – respondió Niere, pellizcándole la nariz a Esillya.

Esillya se frotó la punta de la nariz, arrugándola ligeramente al mismo gesto.

Naur iba observando impaciente las escenas junto al grupo que habían viajado a esa especie de visión pasada.

Eian se miraba a si mismo de pequeño, junto a Esillya (Redyan), recordando cada una de las palabras que dijo aquel día.

- ¿Y cuando empezaras a escribir ese relato? – preguntó Niere.

- ¿No has dicho que era una tontería? – respondió Esillya, con molestia.

- Oh, vamos. ¿No me lo vas a enseñar? ¡Soy tu mejor amiga! – exclamó Niere, suplicante.

- Está bien... – agregó Esyllia, suspirando y retirando unos papeles de entre el libro de magia de Nardeth, el hermano mayor de Niere.

- Ji, ji, ji ¡Veamos! – dijo Niere, cogiendo los papeles y comenzando a leer, mientras el joven Eian se acercaba para leerlos también, sintiendo curiosidad.

- Bla, bla, bla... Oh – Iba leyendo Niere, haciendo broma y deteniendo en un párrafo, alzando una ceja y poniendo cara picara. - ¿Escribes sobre el noble? – preguntó riéndose.

- ¡Calla! – exclamó Esillya, quitándose los papeles apresuradamente.

- Soñar es gratis. – dijo Niere, riéndose y achuchándola por los hombros.

Rayan frunció el ceño ante el gesto de Niere, aunque aligeró muy levemente su gesto a los pocos instantes... no se sentía el más indicado para juzgar tales actos. Parpadeó un par de veces al oír las últimas palabras de Niere y volvió a ver a Esillya…

- ¡No seas pesada! – exclamó Esillya, muy molesta con su amiga y volviendo su mirada hacia el joven Eian. - ¿También piensas que pierdo el tiempo con estos relatos? –

- No lo tomes tan mal. – respondió el joven Eian, alborotando el pelo de Esillya, cariñosamente. - Es solo una broma, seguro que llegas a ser una gran escritora. –

- Las escritoras tienen fama de solteronas, Esy – se rio Niere, bromeando.

- Pfff, me da igual. No pienso casarme. – respondió Esillya, mirando de reojo hacia el otro lado de la plaza.

La imagen comenzó a oscurecerse y todo alrededor a desvanecerse, tomando forma otro paisaje poco a poco…

[Casa Sunlake del Claro Corona del Sol - Alrededor de 25 años atrás]

Lentamente el paisaje cambió por completo para el grupo inmerso en la visión, denotándose una apacible y oscura noche, estando cercanos a una casa. Alrededor de ésta, se vislumbraba grandes extensiones de bosque, encontrándose la casa en el centro de un Claro.

El lugar posiblemente reconocible para aquellos que hubieran estado allí alguna vez en el pasado. Se trataba de la casa de los Sunlake, en las cercanías del bosque que poblaba alrededor de Corona del Sol.

La casa no se veía en las actuales ruinas, pero si se apreciaba bastante descuidada.

Rayan reparó unos instantes en la casa, más que en el propio bosque a su alrededor con cierta nostalgia... permaneciendo absorto en su imagen.

Los tres mismos Quel’dorei de la anterior visión, volvían a verse de nuevo esta vez, encontrándose estos en el cercado de la casa, iluminando con unos pequeños farolillos para ver en la noche.

- Diantres, Esy, dime que estamos haciendo aquí a media noche… - dijo Niere, tiritando de frío.

- Vamos a investigar, ya te lo he dicho. – respondió Esillya, resoplando.

- Esto tiene que ser ilegal... – replicó Niere, asustada.

- ¡No seas miedica! – exclamó Esillya. - Además, esta abandonada ¿No lo ves? – añadió.

- Vaya debilucha apenas hace frio. – dijo el joven Eian, viendo a Niere quejarse.

- Como se entere mi padre de esto, vas a ver… - volvió a replicar Niere.

- Dicen que la casa esta encantada… - explicó Esillya.

- ¿Encantada? Que tontería… - volteó los ojos Niere, negando para sí.

- ¡Vamos! - les hizo un ademán Esillya, para que la siguieran, dirigiéndose hasta la puerta trasera que daba a la cocina de la gran casa.

Niere y el joven Eian, la siguieron, sin tenerlas todas consigo.

Esillya miró la cerradura de la cocina.

- He abierto cerraduras mas complicadas. – dijo el joven Eian, alardeando dispuesto a abrir la cerradura.

- Creo que estas ya están abiertas… - respondió Esillya, con una sonrisa traviesa en sus labios, empujando la puerta y abriéndola.

- Eh... si... ¡Ya lo sabia! – exclamó un poco el joven Eian, poniéndose rojo.

- ¿Los chicos primero? – dijo Esillya, sonriendo y enseñando lo dientecillos.

- Vaya par de atolondrados. – sonrió Niere, mirándolos a ambos.

- Que vaya Niere que es la más lista. - respondió el joven Eian.

- Está bien… iré yo primera. – dijo Esillya, alzando el farol para verse mejor en la oscuridad del interior y entrando a la casa.

Los tres Quel’dorei se internaron dentro de la casa.

Ésta en su interior se apreciaba completamente a oscuras, sin la presencia de nadie y el polvo acumulándose por el tiempo.

Los jóvenes se adentraron por los pasillos hasta una sala cerca de la entrada. La sala parecía auxiliar, con una chimenea apagada y las decoraciones en la pared, mostraban cuadros de los antiguos inquilinos.

- Vaya... – dijo Esillya, iluminando la sala.

- Creo que deberíamos irnos, Esy… - volvió a insistir Niere, mirando alrededor de la sala con miedo.

- Concuerdo… - asintió el joven Eian, comenzando a gustarle poco la situación.

- ¡No seáis miedicas...! – replicó Esillya.

Rayan reparaba en cada detalle del interior de la casa, sin dejar escapar el más mínimo detalle... Los recuerdos inundaban lenta y levemente su mente, mientras sus ojos retornaron a Esillya y sus dos amigos.

Esillya se acercó a la repisa de la chimenea, cotilleando las estatuillas que la decoraban, reparando en una pequeña cajita, cogiéndola entre sus manos, examinándola.

- Aquí no hay nada... Vamos esta vacío... – dijo Eian.

- ¿No estarás pensando en robar nada no? – frunció el ceño Niere, viendo a Esillya coger la cajita.

- ¡Claro que no, tonta...! – resopló Esillya.

Esillya volvió a mirar la cajita y la abrió. De ésta empezó a sonar una música, en cuanto fue abierta. Esillya parpadeó un poco, atónita, escuchándola.

- ¡Lo que faltaba! Que hicieras ruido... ¡Cierra eso nena! – exclamó Niere.

- Yo he escuchado esto en otra parte… - musitó Esillya, rascándose la cabecita, pensativa.

- Si, claro. En tus sueños. Vamos, déjala en su sitio. – respondió Niere, cogiendo la caja de entre sus manos y volviendo a dejarla encima de la repisa de la chimenea.

El joven Eian observaba a Esillya y a la caja de música en silencio.

En ese instante, unos pasos se escucharon, bajando las escaleras cercanas a la sala.

- ¿Quién anda ahí? – exclamó una voz masculina, que parecía corresponder en un parecido casi igual a la de Inathiar, el actual criado de Rayan (Alathen).

- ¡Mierda! ¡¿No dijiste que estaba abandonada?! – exclamó bajito Niere.

- ¡Eso creia! – le respondió Esillya.

- ¡Vámonos cagando leches!... ¡Eian, corre! – volvió a exclamar Niere, mientras arrastraba a Esillya del brazo, hacia las afueras de la casa.

Inathiar alzó ambas cejas, viéndose a sí mismo en la visión de la cual estaban siendo espectadores, haciendo memoria de esa noche y comprendiendo ahora lo sucedido.

Rayan miró de soslayo a Inathiar y al instante volvió su atención a los Quel'dorei, que huían rápidamente bien lejos de la casa.

La imagen de la visión comenzó a oscurecerse, dando paso a una nueva transición.

De nuevo el alrededor tomaba cambio y formándose otro lugar…

Lyriah miraba alrededor, afirmándose para sí, la certeza de que en cada una de las visiones que estaban siendo presentes como espectadores, ellos no podían influir, ni eran vistos. De algún modo, era como estar en los recuerdos de Redyan.

[Corona del Sol - Alrededor de 20 años atrás]

Nuevamente la plaza de Corona del Sol, se iba formando, aunque parecía esta vez, ligeramente cambiada, como si algunos años hubieran pasado, en el mismo lugar, desde la visión anterior.

Esillya se encontraba junto a Niere, ambas sentadas en un banco.

- Vamos, tontona. No estés triste. – le decía Niere a Esillya, achuchándola un poco.

- Pero es... que... ¿Porque tenia que irse? - dijo Esillya entre sollozos.

- Seguro que tenia una buena razón. – respondió Niere.

Eian frunció el ceño, pensando en qué momento podía tratarse. Pronto relacionó el acontecimiento con su marcha de Corona del Sol.

- T-tu no... Tú no vas a irte... ¿Verdad? – dijo Esillya, mirando a su amiga, con los ojos vidriosos.

- ¡Claro que no! – exclamó Niere, sonriéndole. - Siempre juntas ¡Prometido! – añadió abrazándola con cariño.

Esillya esbozó una amarga sonrisa y asintió, dejándose animar por su amiga, aun con la pena por la marcha de su mejor amigo en la infancia. La primera vez que sintió la punzada del abandono y una parte de ella cambiaba, alejándose la infancia y acercándose un poquito más a la madurez. Aun así, una espina que nunca encajó…

[Corona del Sol - Alrededor de 7 años atrás]

Otra vez la imagen cambió, pero esta vez con gran rapidez. La misma plaza de Corona del Sol se transformaba en un espacio en plena destrucción. No-muertos invadían el lugar, escuchándose gritos de terror y agonía. Gentes que corrían de un lado a otro intentando salvarse.

Algunos soldados intentaban contener el ataque como podían, pero sin mucho éxito.

A un lado de la plaza, se apreciaba un grupo de Quel’doreis, corriendo tras uno de los edificios. Entre ellos, eran reconocibles Niere, Esillya y Nardeth, ya casi en el aspecto actual, en cuanto a su edad, pero con sus azulados ojos, incorruptos.

Rayan trataba de soportar la imagen que estaba presenciando, tragando saliva, escuchando los gritos de terror y el avance de los No-muertos.

Eian apretaba los puños y los dientes mientras veían aquello.

Lyriah frunció los labios, haciendo un gesto por inercia, como si quisiera ir a ayudar a los aldeanos.

Kethrian frunció el ceño, presionando con fuerza la mandíbula, recordando ese día. Espiró pesadamente por la nariz y desvió la mirada, tratando a la vez de evadirse de los gritos de ese fatídico día, inútilmente.

Naur también sentía aflorar los traumáticos recuerdos de aquella época, pero tratando de serenarse, prosiguiendo a ver la escena de la visión.

- ¡Vamos, subid al carro! – exclamó Niere, subida a un carro, con el que parecía que el grupo trataba de escapar.

Sobre el carro permanecían Niere, Esillya, Nardeth y dos elfos más, con aspecto más adulto, probablemente los padres de Niere y Nardeth.

Tras el carro se veía a otro elfo intentando alcanzarles para subir, mientras el transporte seguía en marcha para la rápida huida.

- ¡Dhalassir, corre! ¡Dame la mano! – gritó Esillya, estirando su brazo para alcanzarle y ayudarle a subir.

Antes de que el elfo consiguiera su propósito, un pequeño grupo de necrófagos, se lanzaron sobre este, mordiendo su carne, retornando en una imagen macabra y grotesca, mientras el carro se alejaba cada vez más.

- ¡Dhalassir! ¡Nooo! – gritó Esillya, agonizante, al ver la horrible escena.

El grito se alejaba en eco al mismo tiempo que el carro se perdía en el horizonte del camino.

[bosques Sureños de Quel'Thalas - Alrededor de 7 años atrás]

La imagen se disipaba poco a poco, oscureciéndose el paisaje y pasando a una nueva transición. Esta vez se apreciaban los oscuros bosques del Sur de Quel'thalas y el grupo que había huido en la carreta, alrededor de una hoguera, intentando descansar.

Naur miraba impasible, recordando el dolor de esos trágicos días, pero intentando no reflejarlo en su rostro.

Junto al grupo refugiado en el bosque, se veían sumados un par de humanos, con armaduras de placas y un tabardo de Lordaeron, destartalado.

Esillya se podía ver tumbada, en silencio, dando la espalda al grupo. Una herida en su brazo se denotaba.

- Deben hacernos caso... Hemos visto lo que sucede con quienes son heridos por esos engendros. Se volverá una de ellos. – dijo entre susurros, uno de los humanos, al grupo alrededor de la hoguera.

- ¿Y que esperan que hagamos? – respondió en el mismo tono de voz, la madre de Niere.

- Darle una muerte limpia, señora. Entiéndalo, es por la seguridad de todo el grupo. – le dijo el humano a la elfa.

El grupo que estaban viendo la visión, reflejaban en sus rostros, una símil expresión, de asombro por las palabras del humano, desconcierto y pena por la muchacha herida.

La imagen pasó en una rápida transición, aunque el paisaje mantenía el mismo lugar, dando a entender que estaban viendo solamente algo de poco tiempo después de que el humano dijera esas palabras.

En esta transición, el mismo bosque oscurecido, siendo iluminado por las antorchas de sendos humanos, que buscaban algo. En ese mismo instante la silueta de Esillya, se apreció corriendo por entre los arboles, como si huyera de ellos.

- ¡¿La han visto?! – se escuchaba gritar un humano al otro.

Esillya se detuvo al camino cortado, encontrándose de bruces con un acantilado, sin poder avanzar.

Unos pasos se escuchaban, acercándose a ella, notables.

- No deberías escapar… Esy… - dijo la voz de Niere, dejándose entrever al dar unos pasos más hacia ella.

- ¿E-estáis... locos...? – tartamudeó Esillya, por el miedo. - Y-yo no... No me mordieron... ¡Me caí!.. – exclamó, mirando a su amiga, atónita de creer que ésta pudiera perseguirla con la sola idea de acabarla.

- No podemos correr... este riesgo, Esy... – añadió dando unos pasos más hacia ella, desenfundando una daga de desuello.

- No vas… a hacerlo… ¿V-verdad? – miró a su amiga, nerviosa, temblando y con los ojos llorosos.

Niere sin atisbo de intención de echarse atrás en su propósito, avanzó otros pasos más, esta vez con la daga en alto, dispuesta a clavársela a Esillya.

Esillya en un acto reflejo, por inercia, se apartó al instante, viendo el ataque de su amiga y Niere trastabilló, a punto de caer por el precipicio, cogiéndose a una rama del borde.

- ¡Niere! – exclamó Esillya, al verla a punto de caer, girándose y prácticamente olvidando toda situación, cogiéndola de ambas manos para ayudarla a subir.

Niere haciendo acopio de la poca fuerza que podía, pero con la ayuda de Esillya, consiguiendo subir, viendo a ésta agotada e indefensa, reintentó su propósito de alcanzarle la daga en un costado. En lo que Esillya por acto reflejo, soltó a su amiga, viendo como caía al vacío en un grito ensordecedor.

Sus ojos se cerraron con fuerza, tratando de soportar lo que había visto, lo que había hecho, cómo su mejor amiga la traicionaba y ella sin poder hacer más para defenderse, la había dejado morir…

El grupo observaban como la imagen se oscurecía de nuevo, comprendiendo que acontecía una nueva transición. En sus rostros se denotaba pena, compasión, tristeza y rabia. Ninguno podía verse capaz de reprochar la acción de Esillya, ante tan difícil suceso.

[Pueblo de Refugiados, Centro Norte de Quel'Thalas - Alrededor de 5 años atrás]

La imagen nuevamente se desvaneció y trasladó al grupo de la visión, avanzándoles a años posteriores.

Se apreciaban los bosques de Quel'thalas, en su posterior declive y a lo lejos un pueblo, que en la imagen se acerca poco a poco.

La mayoría de los habitantes, con aspecto descuidado, refugiados, enfermos, otros presentan los síntomas de los desdichados.

Podía verse a Esillya cerca de una de las casas. Ésta, con aspecto de posada y taberna.

Un elfo salió de ella, por sus pintas era fácil deducir que se trataba del posadero.

Rayan observó al posadero, frunciendo el ceño, resultándole en un parecido familiar al elfo que fue asesinado en Trinquete, durante la expedición con Gaelian y Areghos

- ¡Vamos niña! ¡No te quedes ahí plantada...! – señaló el posadero, hacia la puerta del edificio, indicándole que entrara.

- Voy... – respondió Esillya con un hilo de voz.

Esillya entró en la cocina y empezó a limpiar platos. Su aspecto se veía deplorable, con varios moratones, contusiones y señales de golpes.

La imagen oscureció, formándose con rapidez, lo que parecía ser una habitación.

Esillya sentada en el costado de una cama, escribiendo en lo que se apreciaba, su cuaderno, que tantas veces se le ha visto llevar en sus viajes y a todas partes, cual diario.

Poco a poco, a medida que las visiones avanzan, una aura sombría se formaba tras de la silueta de Esillya, como si simbólicamente fuera acumulándose en el tiempo.

El grupo miraba la escena con lástima, expectantes, cuando unos golpes en la puerta de la habitación se escucharon.

- ¿Si? – preguntó Esillya mirando hacia la puerta al decirlo.

El posadero entró en la habitación, con cara de pocos amigos, pareciendo realmente enrabiado.

- Han desaparecido veinte monedas de plata. ¿Vas a explicarlo niña? – dijo éste, mirándola fijamente.

- ¿Cómo? – parpadeó Esillya, mirando con desconcierto al posadero.

- Lo que oyes, niña. Será mejor que confieses. Sabia que era una mala idea tener una piojosa trabajando aquí. – respondió este con sumo desdén.

- Pero si yo no... no he cogido nada... – dijo Esillya, mirándole con miedo.

- ¡Eso mismo dijiste la última vez que desaparecieron diez de plata! ¡Maldita mocosa ladrona! ¡Confiesa! – exclamó este, alzando un bastón de madera, comenzando a golpearla con brutalidad.

Esillya restó encogiéndose en la cama, gritando a cada golpe y sollozando, suplicando que parase.

Rayan aun sabiendo que nada más estaban siendo presentes en un recuerdo, por inercia se adelantó un paso en cuanto vio al posadero alzar el bastón y golpearla. Se detuvo en su puesto y resopló, mirando con impotencia la escena...

Naur apretó los dientes, sus músculos temblequearon de ira contenida.

Eian presionó los puños, sabiendo que no podía hacer nada, pero su enojo era real y palpable en su rostro.

- ¡Y-yo no… he cogido nada! ¡P-para…! – seguía gritando Esillya, llorando y encogida, aguantando los golpes.

- ¡Esto es por tu bien, niña, para que aprendas! – le gritó el posadero, deteniéndose.

Esillya se mantenía encogida, temblorosa, mientras el posadero dejaba a un lado el bastón de madera y se sentaba en el borde de la cama.

- Vamos, no hagas un drama de esto niña. Así aprenderás a hacerte mayor… - le dijo este, mientras acariciaba su pelo y sus mejillas, acercando su rostro, oliendo su cabello.

Rayan cerró los puños con fuerza y observó con sumo desprecio al elfo, rabioso por la escena…

Esillya se apartó un poco al mismo tiempo que el posadero volvió a acercarse a ella. Ésta, asqueada, sollozando y con miedo, agarró el candelabro de encima la mesita al lado de la cama y golpeó con fuerza la cabeza del posadero.

- ¡Agh! ¡Maldita rata! – gritó el posadero, con la cabeza sangrante.

Esillya corrió hacia la puerta, intentando abrirla, pero ésta estaba cerrada con llave. Su respiración estaba agitada, denotándose el miedo en su rostro.

- No tendrías que haber hecho eso… - dijo el posadero, llevándose una mano a la cabeza y mirándola amenazante.

Antes de que éste pudiera abalanzarse sobre ella, se desplomó en el suelo, vencido por el fuerte golpe.

Acto seguido y de forma rápida, podía observarse a Esillya escapando por la ventana, cayendo del primer piso, torciéndose la pierna y alejándose, coja, haciendo acopio de sus pocas fuerzas.

Las imágenes se comienzan a ver borrosas, como en una nueva transición, parecen pasar deprisa…

[Aldea Brisa Pura - Alrededor de 2 años atrás]

Una nueva imagen se iba formando. Pareciendo ser esta vez en la Aldea Brisa Pura, bastante cerca de la actualidad.

Se apreciaba a Esillya hablando con un muchacho, un elfo de rostro demacrado. Éste indicaba estar padeciendo los síntomas de los desdichados.

Naur observó extrañado al engendro.

- La gente no quiere oír la verdad, Esillya. Esperan escuchar lo que quieren oír. Se lista y no lo olvides. – le decía el muchacho.

- Quizá tengas razón, pero… - respondió dudosa ella, como si por un momento dudase o rechazase la idea de ese consejo.

- Pero, pero nada. – replicó el muchacho. - Si piensas llegar a algo en la ciudad, hazme caso. Aquello que no se quiere ver, se tapa con un velo. Solo es una realidad edulcorada. – añadió.

Un par de soldados de la guardia, se acercaron al muchacho.

- Vamos, escoria. – dijo uno de ellos, mientras lo ataban con las manos a la espalda. - Andando que no tenemos todo el día. –

- Shorel'aran… - le respondió Esillya, mirando como ambos soldados se lo llevaban detenido.

Las palabras de aquel muchacho terminaron de marcar un antes y después en Esillya, desde aquel momento sus pasos avanzaron dirección a la gran capital, Lunargenta, pero Esillya no volvería a resonar en las palabras de nadie que pudiera llamarla. Su identidad, su pasado, el ayer, habían hecho nacer a la Redyan, que el grupo conocería a posterior.

[Lunargenta y Cercanías - Alrededor de 1 año atrás]

Una nueva imagen se vislumbró, apreciándose a Redyan, llegando cerca de Lunargenta. Siendo reconocible la plaza Alalcón y en la propia visión, acercándose al interior de uno de los locales cercanos al lugar.

Dentro del local, una mesa, rodeada de elfos, jugando y apostando en partidas de dados. Redyan observando jugar a uno de los elfos, mientras hace sus apuestas, resultando ser el ganador y obteniendo una cuantiosa cantidad de oro.

Redyan al poco salió del local, junto al elfo ganador.

- Y lo prometido. – dijo Herendil, dándole el dinero a Redyan. - Con esto podrás pagar la Academia. –

Las imágenes cambiaban con suma rapidez, en estas veces, llevando al grupo que presenciaba las visiones, por atisbos resaltables, de los recuerdos de Redyan en su llegada a Lunargenta y sus primeros pasos, amistades y a su vez, desolaciones que fueron sumándose.

En la visión que pudo apreciarse a posterior, el aura oscurecida era cada vez más y más presente, cual sombra que la perseguía a sí misma, de su propio destino en el tiempo.

Rayan volvió a cruzarse de brazos, parpadeando un poco mientras observaba cada imagen con suma atención. Frunció el ceño poco a poco al notar el aura oscura que la acompañaba cada vez más prominentemente.

Podía verse en esta vez, a Redyan junto a una elfa que rondaba su misma edad, pero con un aspecto totalmente desaliñado.

- Voy a buscar a mi hermana, Redy. Ya no me necesitas. Caled estará por aquí y Eli también. Cuídate. – le dijo la elfa, despidiéndose.

- Haz lo que quieras… - respondió Redyan, arrugando la nariz, reprimiendo el sentimiento de tristeza que le suponía la marcha de su amiga.

Otra vez la imagen se disipó cual relámpago, viéndose su casita del árbol y Redyan volviendo a esta.

- ¡Eli! ¿Eli? – exclamó Redyan, subiendo las escaleras de la casita, buscando a su compañero de vivienda.

Redyan repasó el interior de la casita, reparando en que su amigo, se había marchado, dejando nada más que una nota de despedida…

- ¿P-porque… Eli…? – dijo arrugando el papel, encogiéndose y haciéndose un ovillo sobre la cama, llorando en silencio.

Pocos minutos después, esta salió apresurada de la casita, dirigiéndose a la ciudad, con cara de perrito abandonado, plantándose delante de la puerta de un caserón.

Para quienes hubieran estado allí antes, fácilmente reconocieron la casa, tratándose del caserón que habita Rayan en Lunargenta.

- ¿Ray? – dijo Redyan, llamando a la puerta.

- Señorita Redyan. – respondió Inathiar, quién abrió la puerta para recibirla.

- ¿Está Ray? – preguntó esta aun con las mejillas encendidas y los ojos llorosos.

- El señor ha salido. No esta en la ciudad, señorita. – le respondió Inathiar, frunciendo el ceño, mirando su estado.

- ¿A donde ha ido? – volvió a preguntar Redyan.

- No sabría decirle, señorita. Está de viaje, no se cuando volverá todavía. – dijo Inathiar.

Redyan frunció los labios y asintió, descorazonada. Aquella noche la pasó deambulando por la ciudad, en soledad, sin otra oportunidad que guardarse para sí el desconsuelo, la rabia y el dolor de lo que iba anidándose en su ser…

[bahía del Botín - Alrededor de 1 año atrás]

El escenario oscureció de nuevo y se formaba otra imagen en un paisaje muy distinto a Quel’Thalas. Reconocible era la ciudad portuaria de Bahía del botín.

En el lugar se veía a Redyan junto a un elfo pelirojo, al que ella llama Caled y a otro elfo que ocultaba su rostro. El aspecto de Redyan se apreciaba cambiante, su cabello lucía anaranjado y algunas cicatrices eran visibles en sus brazos.

- ¿Piensas verte con esos Nigromantes? ¿Estás loca? – dijo Círyon, con el rostro cubierto, siendo su voz reconocible para quienes le habían conocido.

- No tengo otra. – le respondió Redyan, sin atisbo de duda. - Son los únicos que tuvieron contacto con la secuaz de Eireen. Quizá tengan información para entender todo esto… - agregó, explicando la situación.

- No me parece buena idea, te mataran… - dijo Círyon tratando de quitarle la idea de la cabeza.

- Y mientras tu intentas salvar tu culo ¿Donde esta Rayan? – dijo Caledhris, frunciendo el ceño.

- Ya te lo he dicho, tendré que hablar con él. La cague joder... ¡Es culpa mía por dejarme engañar por ese maldito dragón! – exclamó Redyan.

La imagen se desvanecía de nuevo, dejándose entrever a Redyan en las arenas Gurubashi, viéndose con unos encapuchados y Ragnos.

Poco a poco las arenas dejaban de ser reconocibles.

[Ciudad de Lunargenta - Alrededor de 1 año atrás]

En la imagen que comenzaba a preceder, se volvía a vislumbrar el caserón de Rayan, en Lunargenta.

Redyan y Rayan restaban en su interior, en el salón principal. Ella, con el mismo aspecto deteriorado que pudo verse en la visión de Bahía del botín, pero denotándose símbolos, marcas y cortes en por todos sus brazos.

- ¡N-no, no, no! ¡No voy a confiar en ese Paladín! ¡Me matará! ¡¿Como puedes confiar en ellos?! – gritó Redyan, furiosa y asustada al mismo tiempo.

- ¡Porque ellos van a ayudarte! – respondió este, exclamando.

Rayan observaba la escena de la visión con cierta reticencia, recordando lo sucedido ese día... desviando la mirada de vez en cuando por pequeños lapsus de tiempo, a poco efímeros segundos, con el ceño ligeramente fruncido...

- ¿¡Ayudarme?! ¡Me quieren muerta! ¡Yo no quiero matar a nadie! ... ¡S-solo quiero, acabar con esto! – seguía discutiendo Redyan, entre sollozos. ¡N-no quiero convertirme en... un maldito d-demonio! – agregó con la voz temblorosa.

- ¿¡Vendrás con nosotros... o no..!? – le respondió Rayan, enteramente tajante, como ultimátum.

- … No piensas… venir conmigo, ya…, entiendo... – apretó los puños Redyan, dándose la vuelta hacia la salida, tragando saliva. - Adiós, Alathen Sunlake… - ultimó diciendo al cerrar la puerta y abandonar la casa.

[isla de Quel'Danas - Alrededor de 1 año atrás hasta el Presente]

El caserón de Lunargenta se desvaneció de la imagen y todo alrededor otra vez se oscureció. Poco a poco se formó otro nuevo lugar, esta vez en la misma Isla de Quel'danas. Apreciándose el piso inferior del edificio de la posada de Quel'danas. Allí mismo se podía ver a Nostiag, Kethrian, Lorian, Alathen, Kairthos y también una gnomita de pelo rosa, con un aparatejo que la mantenía distraída.

El conjunto del grupo dentro del edificio, parecía estar hablando entre sí, mientras se veía a Alathen abandonar el edifico, encaminado hacia el cementerio donde Lilith restaba enterrada.

Una vez la visión se detuvo allí, poco a poco comenzó a concentrar el aura oscura, formando la silueta de Redyan, en el presente.

- Yo... podría ser ella… - dijo la silueta oscura, en un tono lamentándose.

Rayan abrió los ojos y frunció el ceño al ver la escena, recordando lo sucedido, pero por sobretodo, reparando en aquella silueta oscura de Redyan…

La silueta volteó entonces, desviando su atención de la tumba, encarándose hacia el grupo que estaba siendo presente de la visión de sus recuerdos.

- ¡Que hacéis aquí! – gritó la sombra oscurecida.

Lyriah parpadeó al percatarse de que por primera vez, en todas las visiones que habían sido presentes, se dirigía a ellos.

Rayan alzó ambas cejas y parpadeó, sorprendido.

- Redyan... tranquila... – logró Rayan decir.

Nostiag miró fijamente a la silueta oscura de la elfa, con pasividad, mientras que Naur y Eian, reaccionaron con sorpresa.

- ¿Tranquila? ¡¿Tranquila?! ¡No deberíais estar aquí! ¡No deberíais haber visto…! – exclamó la oscurecida Redyan.

- Estamos aquí porque queremos ayudarte. – respondió Rayan.

- ¿Y por qué no? – saltó Naur de improvisto. - Si estamos aquí es por ti. – añadió.

- Por mi... ¡Ja! – exclamó Redyan.

- ¿Que mas podemos pretender? – agregó Naur a sus palabras.

- ¡No dejaré que me acabéis! – exclamó Redyan, esta vez mirando a Nostiag.

- No pienso hacerlo. – le respondió Nostiag, suponiendo la emoción de la muchacha, tras haber sido testigo de las visiones.

- Nadie quiere hacerte daño, Redyan... – dijo Lyriah, apenada.

- ¡Que sabrás tu del sufrimiento, princesita! – exclamó con rabia Redyan, mirando a Lyriah con desdén.

- No venimos a hacerte daño, Redyan. Al contrario, queremos ayudarte... – explicó Rayan, ante la situación.

- ¡¿Que mas quieres?! ¡Que más quieres de mí! – le gritó Redyan a este.

- Hemos venido ayudarte, pero si no te dejas ayudar poco podremos hacer… - agregó Nostiag.

- Solo... que dejes de sufrir... – dijo Naur, aun con las visiones en su mente.

Nostiag dio un paso al frente, hacia ella.

- Aunque no puedas creerlo... lo se, Redyan... se lo que es, perderte a ti misma... tener miedo incluso de tus propios pensamientos... – expresó Lyriah, mirando apenada y comprensiva a Redyan. Realmente comprendía su dolor.

Rayan miró a Nostiag, al verle avanzar un paso y volvió a entornar su mirada en Redyan, temiendo su reacción.

Redyan dio un paso atrás, mirando a Nostiag con miedo.

- No pienso hacerte daño. – dijo Nostiag.

- ¿Porque debería creerte…? – respondió Redyan, temerosa.

Nostiag desenvainó su espada y la tiró a sus pies.

- Ahora no puedo hacerte daño en cambio tú a mi sí. – dijo Nostiag.

Redyan quedó unos instantes mirando su gesto y tragó saliva.

- Y-yo no quise... hacerle daño a nadie... – respondió Redyan, con la voz entrecortada.

- Lo pasado, pasado está. Pero hay momento para rectificar. – le dijo Nostiag.

- Sabemos que no quisiste hacerle daño a nadie... – dijo Rayan. - Te obligaron a hacerlo... Yo te obligue a hacerlo... – agregó.

- Hay cosas que han pasado, no tienen solución, pero puedes marcar un nuevo camino para que no vuelvan a ocurrir. – repitó Nostiag, apiadándose de la muchacha.

- Tu no eres ella Redyan... tu eres tu... Todos los que están aquí, anhelan que vuelvas... – dijo Lyriah.

- Por mucho tiempo fui indiferente contigo... pero como el resto, deseo que vuelvas a ser tu misma... No te pedimos que dejes el pasado atrás, pero sí que puedas empezar de nuevo... – dijo Rayan.

- Jamás te importé... jamás le importe a nadie... – se lamentó Redyan.

- Vuelve, Redyan, Vuelve... – dijo Naur, en un tono suave.

- Con el daño que te hice... ¿Y deseas que vuelva? ¿Porque...? – preguntó Redyan, mirando a Naur, abatida.

- Porque sin ti, vivir seria demasiado aburrido. ¿No crees? – dijo en un tono desenfadado, Naur. – Además… ¿Quien iba a ser capaz de hacerme la puñeta en la Academia si tú no estás? – añadió siguiendo la desenfadada broma.

Redyan pasó la mirada por cada uno de ellos, dejándose caer de rodillas al suelo, con los ojos vidriosos.

- Y-yo no... no quiero... ser ella... – dijo Redyan con la voz temblorosa y entrecortada.

Lyriah se mordió el labio inferior y acercó a Redyan, agachándose a su lado.

- Nunca lo fuiste... ni nunca lo serás... – le respondió Lyriah con dulzura, abrazándola.

El aura oscura se fue desvaneciendo de alrededor de la silueta de Redyan. A medida que eso acontecía, todo alrededor se iba esclareciendo más y más, quedando solo un paisaje blanquecino.

Lentamente el grupo se iba despertando del sueño inducido, volviendo a la sala del piso superior de la posada de Quel’danas.

Redyan yacía tumbada en el centro, aun permaneciendo dormida e inconsciente.

- Lo habéis logrrado. – dijo Kairthos sonriendo.

Lyriah abrió sus ojos y miró alrededor. Observó a Redyan y sintió profundo alivio al saber que la muchacha había podido volver en su equilibrio. Un camino duro de aceptación de todo aquello que a veces, sin querer, nos forja grandes males y nos hace pagar el precio más alto, perder todo cuanto somos.

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Estudios: El Ilusionismo - La Ciencia de la magia

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El Ilusionista

Un Ilusionista es un lanzador de conjuros que se especializa en el uso de la Escuela de Magia de la Ilusión, que consiste principalmente en engañar los sentidos de los demás convocando, transformando y manipulando los fenómenos fantasmales, las ciencias ambientales, las ciencias de la lógica, la mente y la percepción de los sentidos. La Ilusión es el arte de engañar la realidad misma. La niebla de la ilusión puede hacer a un mago invisible o inaudible para el mundo o girar la imagen de un lugar en algo totalmente diferente. Las Ilusiones pueden ser utilizadas para la manipulación. La Escuela de Adivinación también otorga nociones del Ilusionismo y para aprender a detectarlas.

Conceptos de la mente

La esencia del estudio de la magia Ilusoria se basa en unos principios básicos teóricos y científicos. Sin conocer la ciencia teórica, la creación de Ilusiones no sería factible.

El primer concepto teórico relevante es la asimilación de que la magia ilusoria se basa en la manipulación de la mente. Todo lo que vemos, la conciencia y el subconsciente. Por ello es una base fundamental estudiar el funcionamiento de la mente, el raciocinio de la misma.

  • Concepto consciente: aquello que la mente toma por lógica en el razonamiento, es la primera capa de la mente, la más rápida.
  • Concepto subconsciente: aquello que la mente asimila de forma subconsciente, sin una orden de control directa del ser, basado en patrones pre-establecidos, como el respirar.
  • Concepto abstracto: los sueños.

Las ilusiones no pueden contradecir esos principios básicos, pues son fundamentales para que la propia mente sea capaz de asimilar una creación, sin quebrantar la lógica, tanto consciente, subconsciente o abstracta, del funcionamiento mental. Al quebrantarse dichas bases, la mente sería capaz de no aceptar el concepto de la creación, desecharla y esta siquiera sería asimilada.

Los sentidos

Una vez partiendo de esa base y habiendo estudiado acuradamente los conceptos de la mente, podemos proceder a la segunda etapa: los sentidos.

Estudiar el funcionamiento más general de los cinco sentidos, es fundamental para el desarrollo de muchos hechizos ilusorios, pues son aquellas reglas que queremos manipular, transformar, cambiar y dar vuelta, el límite es la imaginación.

Los cinco sentidos y sus principios básicos alterables:

  1. La visión: alteración del entorno visual, colores, formas, desde objetos específicos hasta todo un entorno al completo alrededor. El límite lo hace el conocimiento y poder del mago.
  2. La audición: alteración de los sonidos ambientales, entorno, personas, voces, sonidos animales, objetos y/o cosas.
  3. El olfato: alteración de los olores que pueden ser percibidos en el entorno, personas, objetos, animales, comida, lugares, zonas específicas. Las alteraciones del olfato suelen ir unidas a ilusiones que alteran otros estados de sentidos. Por ejemplo alterar la visión para hacer ver una comida y asociar el olor.
  4. El gusto: alteración del sabor de cualquier cosa, incluso cualquier cosa también realizada mediante una alteración de visión u olfato. Por ejemplo, asignar un sabor a una visión de comida donde previamente también ha sido asignado u alterado su olor. Los sabores que el paladar básico reconoce son: Amargo, ácido, dulce, salado, picante y astringente.
  5. El tacto: alteración de lo palpable, personas, objetos, superficies.

En la creación de Ilusiones, la alteración de alguno o todos estos sentidos es una base fundamental. El conocer las lógicas que rigen sus principios, desde el estudio mental hasta su asimilación final, puede llegar a ser un reto ilimitado, su fin solo depende del conocimiento y poder que el mago haya adquirido.

El uso de componentes, artefactos u objetos, suele ser un requisito indispensable para realizar muchos hechizos ilusorios que requieren la alteración de los sentidos, pueden ayudar al mago a realizar adecuadamente aquello que espera. Algunos objetos o componentes que suelen ser usados en casos: cristales, superficies, beneficios del entorno, instrumentos mágicos, runas, etcétera.

Disciplinas del Ilusionismo

Se suele clasificar el ilusionismo según diferentes conceptos en función de la distancia desde la que se encuentra el mago de la persona o personas que se verán influidas por el conjuro, su número, localización de la presentación del hechizo, si se utilizan componentes o tipos de efectos.

En función del entorno:

  • Disciplina cercana: efectos hechos a corta distancia y con un número reducido de influidos. Pueden ser desde distorsiones visuales, alteración de superficies, objetos cercanos, alteraciones del taumaturgo y/o alteraciones de sentidos que pueden ser percibidos solo estando muy cerca de la ilusión. Para esta disciplina, suelen utilizarse alteraciones visuales perceptibles de cerca, alteraciones del olor o del tacto.
  • Disciplina escénica: efectos a escala perimetral, grandes ilusiones que permiten influir a un gran número de personas, alterando los sentidos que se perciben de un entorno medio-grande. El mago debe estar dentro del perímetro de la Ilusión para poder realizarla. Los hechizos de esta disciplina suelen ser de conocimiento avanzado, el mago debe tener un alto conocimiento de la magia ilusoria, para llegar a alterar detalles de todo un entorno, zona y lugar. Algunos magos han llegado a realizar obras magnificas que comprenden hasta el más mínimo detalle de todo un entorno.

En función de los componentes:

  • Disciplina rúnica: efectos hechos mediante el uso de la magia rúnica. Posibilidad de crear ilusiones complementando conocimientos rúnicos. Estas ilusiones pueden utilizar los beneficios conocidos por los patrones rúnicos en las Líneas Ley y sus propiedades, para formular ilusiones. Es posible realizar algunas de dichas alteraciones mediante otros conocimientos no-rúnicos, pero la magia rúnica abre un abanico muy poderoso en la creación de hechizos. Los patrones rúnicos son: conciencia, bestia, llama, escarcha, curación, movimiento, restauración, blindaje, piedra, tormenta y llamativo.
  • Disciplina con objetos: efectos hechos mediante el uso de objetos variados, armas, polvos mágicos, cristales y cualquier utensilio que un mago puede adquirir. Existe un sinfín de objetos mágicos capaces de ser usados para la creación de ilusiones.
  • Disciplina elemental: efectos hechos mediante el uso de factores ambientales elementales, existentes en el lugar donde se creará la ilusión. Agua, fuego, humo, hielo, viento, niebla, luz artificial, solar o lunar. Es posible alterar o utilizar a beneficio propio dichos factores para manipular la mente, o mejor dicho, la asimilación básica de lo que se quiere mostrar en la ilusión. Cambiar principios básicos asimilados por la mente, como por ejemplo, un fuego existente que se propague alrededor o por una zona concreta, ventiscas o estancamiento del aire, dando una sensación de claustrofobia. Los hechizos pueden ser muy variados, pero el factor fundamental de esta disciplina es que el principio del efecto elemental, debe existir en el entorno y ser visto por la persona o personas que van a ser influidas por la ilusión. Es posible crear elementos sin su existencia, pero eso compete a otra disciplina más avanzada, que se explica más abajo.

En función de los tipos de efectos:

  • Disciplina sensorial: esta disciplina comprende aquellas ilusiones que afectan la parte emocional de la persona o personas influidas bajo el hechizo. Su creación base dependerá de un conocimiento de la persona o personas a las que se les influirá. Puede ser desde infundir temor mediante la audición de un sonido, infundir risa, tristeza, belleza, amargura, desesperación. No es una disciplina que guste a los maestros enseñar, pues es fácil caer en el mal uso de esta, pero es una disciplina necesaria para realizar inclusive conjuros perimetrales de distintos tipos y otros más sencillos e inofensivos, después de todo, casi cualquier ilusión que se cree, se espera que cause alguna sensación, sea agradable o desagradable, para el “espectador” de la misma.
  • Disciplina de celeridad: comprende ilusiones que se basan en efectos de movimiento, normalmente movimientos acelerados o rápidos. Pueden ser agitar manos, infundir el creer ver el desplazamiento de un objeto o persona. Es posible incluso crear sensación de terremotos, movimientos violentos del aire.
  • Disciplina mental: es la disciplina en la que se utiliza más los conocimientos de la mente y psicología, ya mencionados antes. Infundir visiones creadas por el mago, efectos de telequinesis, alteración de la realidad visual, formas, distorsión. Dentro de esta disciplina entra la maestría abstracta.
  • Disciplina de escapismo: efectos los cuales su principal objetivo es escapar. Soltarse de algún objeto, juego de luces, espejos, sombras, desapariciones. Pueden utilizarse en base a objetos, entornos perimetrales o en base al mismo mago para desaparecer o hacerse invisible a ojos de los demás.

Tipos de efectos

En esencia se puede afirmar que existen los siguientes tipos de efectos básicos en la creación de ilusiones:

  • Efectos de producción: aparecer algo o alguien de la nada.
  • Efectos de desaparición: desvanecer algo, alguien, un entorno, zona o uno mismo.
  • Efectos de transformación: transformar algo en otra cosa, deformación, distorsión. No necesariamente el objeto o persona, también puede ser un color, la forma.
  • Efectos de Restauración: restaurar algo roto o dañado.
  • Efectos de teletransportación: transportar u mover algo de un lugar a otro, de una forma imposible.
  • Efectos de levitación: suspender algo en el aire, simular ausencia de gravedad.
  • Efectos de penetración: atravesar un objeto, algo o alguien, con otro, con posibilidad de que se restaure de una forma imposible.

No hay que olvidar que otras ramas de magia son capaces de hacer dichos efectos pero en base real, con las ilusiones tratamos de crear un efecto que manipula la asimilación de la realidad y los crea, a pesar de no ser reales en sí mismos.

Hechizos y Conjuros

Hechizos conocidos:

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    (Nivel Medio-Alto): El hechizo de Invisibilidad es un conjuro mágico ilusorio de la Rama Arcana, utilizado por los magos en la actualidad. Esta habilidad es capaz de nublar la percepción de los demás para que no reconozcan la existencia física del taumaturgo. El individuo que se vuelve invisible, no puede realizar ninguna tarea como atacar, manipular algo o conjurar otro hechizo mientras mantiene la Invisibilidad en sí mismo. En caso de que el taumaturgo interactúe con su entorno en cualquier modo más agresivo que el simple movimiento, la Invisibilidad será disipada y su forma física será revelada. Esta regla no se aplica si se hace invisible un objeto u algo estático.
    • Tecnicismo: Crea un campo mágico alrededor de uno mismo o una persona que impida el paso de la luz. Por lo tanto, la gente simplemente verá directamente a través de la persona invisible. Sin embargo, cualquier intento de atacar o lanzar otros hechizos, mientras se está invisible, hará que la invisibilidad se disipe.
    • Lore: En la historia de su creación, originalmente fue un hechizo creado y empleado por los clérigos. Antaño se utilizaba como una herramienta para hacer la confesión de los secretos que pesaba sobre las almas de los infieles. Los clérigos de la Abadía de Villanorte encontraron muy útil esta habilidad para ayudar a los ejércitos del Rey Llane para librar a Azeroth de los Orcos. Conjuro originalmente obtenido de los tomos sagrados rescatados de los escombros de la Abadía de Villanorte. Este hechizo ilusorio ha vuelto al uso generalizado desde los días de la Segunda Guerra.

    [*]

    Debes tener Rango Rolero, con Cuenta de Juego, o superior para ver este contenido.
    (Nivel Alto): El hechizo de Reflejo exacto es un conjuro mágico ilusorio de la Rama Arcana, que permite emular en un alto control y maestría de las disciplinas, efectos, conceptos y sentidos, para simular una o varias copias del taumaturgo que lo conjura. Es posible emular objetos y otros seres, pero el hechizo más elevado y potencial es el de emular la propia persona, con posibilidad de llegar a crear más de una copia de uno mismo, realísticamente con el mismo aspecto, olor, movimiento y básicas capacidades. Magos de prestigio y alto nivel son capaces de realizar este conjuro emulando dos o más imágenes de sí mismos que también son capaces de conjurar hechizos ofensivos de forma simultánea. Mientras el mago mantiene las imágenes reflejo en acción, no puede conjurar otro hechizo defensivo ni ofensivo, pero sí puede hacer que lo hagan las propias imágenes de sí mismo.

Magos Ilusionistas

Magos conocidos en el uso de la Escuela de Ilusionismo:

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Notas Finales

Estos textos comprenden las bases esenciales para el mago que desea aprender la Escuela del Ilusionismo. Mediante dichas bases se puede profundizar, crear y manipular hasta límites insospechables. Es sabido que el límite de la magia ilusoria es la propia imaginación creativa del mago utilizando estas bases como partida de inicio, el resto lo pone el alcance de su conocimiento y adquisición de poder.

Hay que matizar también que es una Escuela de Magia de índole muy analítica, estudiosa, observadora y no especialmente ofensiva, aunque eso último puede depender del uso que se le dé. El factor más principal que la define, es el estudio de las propias ciencias de la física, fenómeno, psíquica, y las fuentes de torrentes mágicos.

<<Compendio escrito por Redyan Lyrudre>>

Algunas Notas Off-Rol:

  • Debes tener Rango Rolero, con Cuenta de Juego, o superior para ver este contenido.
    es una Illustionista Vrykull de Las Cumbres Tormentosas, Rasganorte, que usa la Magia Rúnica para crear sus ilusiones.
  • Los
    Debes tener Rango Rolero, con Cuenta de Juego, o superior para ver este contenido.
    es un Set de armadura para los magos hecho a mano por los Trols de la
    Debes tener Rango Rolero, con Cuenta de Juego, o superior para ver este contenido.
    . Algunos magos Zandalari se conocen como ilusionistas.
  • Este texto, composición y escrito ha sido recopilado y redactado por mí, no doy consentimiento de que sea usado fuera de MundoWarcraft...

Referencias varias de:

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Reflexiones: Una muerte fingida, un adiós sin palabras

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Veintitrés veces apretaste el gatillo y veintitrés veces detuve las balas por ti

[TABLE=width: 500, align: center]

[TR]

[TD]« Ahora comprendo cuando decías que a veces el amor duele y se transforma en un arma suicida y más de alguno termina muerto, o termina herido y después tiene miedo de volver a amar.

Veintitrés veces apretaste el gatillo y veintitrés veces detuve las balas por ti, lo que no sabía era quién estaba apuntado hacia mí, eras tú. Y comprendí que el amor no duele, lo que duele son las personas a las cuales decidimos amar, porque hasta el más mínimo error duele, duele en la misma proporción que se ama, partes igualitarias. Pero eso es lo que jode, no se elige, simplemente sucede. Pero es bonito mientras dura, ¿o no? Lo triste es cuando nos vamos convirtiendo en desconocidos con un par de recuerdos que nos hacen sonreír o nos hacen rompernos en la oscuridad de la noche.

¿Cómo y cuándo? ¿Cómo fue que nos convertimos en esto y cuándo dejamos de necesitarnos?

Sé que ambos fallamos. Tú por no corresponder al amor que te tenía y yo por vivir en una mentira de la cual no quería salir. Nos faltaron un par de cosas por organizar juntos, por ejemplo nuestro reencuentro en una de las tantas discusiones que tuvimos. Es incierto todo lo que el futuro nos depara, y no sé, quizá en una de esas jugadas nos incluya a nosotros dos. »[/TD]

[/TR]

[/TABLE]


Reflexión de una muerte fingida

Le había dejado a Ray la pequeña cajita de música, creyendo que tal vez entendería el significado. Estaba decidida a partir a aquella expedición de Asor y de llevar a cabo mi misión. Frondavil... esa sería mi tumba, podía morir de verdad intentando la farsa, pues mi poder con las Ilusiones aún no estaba muy pulido, un solo error me haría perecer, sin embargo la muerte era lo que buscaba, fingida pero la buscaba, de no hacerlo el riesgo sería igual o mayor pues mi padre seguía vivo... No podía hacerle frente y no estaba dispuesta a que él les hiciera daño a aquellos que más me importaban.

Mi muerte le haría perder todo objetivo de sus metas... dejaría de formar parte de sus diabólicos planes...

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Relatos: El Caso Rhandall

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Prólogo

A pocos días de su regreso, Lord Rhandall, se estableció de nuevo en su mansión de la Ciudad de Lunargenta. Con su mismo porte inquebrantable y sin atisbo de ninguna herida visible, su rostro se mostraba sin pudor, seguro de sí mismo.

Los rumores pronto llegaron a su persona, el funeral de su hija ilegítima, hasta ese entonces, estaba siendo dispuesto. - Así que Esillya Rhandall ha fallecido... - se dijo a sí mismo inmerso en sus pensamientos.

Sin parecer afectado por la noticia, se levantó de la acomodada silla de su despacho y salió de la casa, llevando sus pasos en busca del Errante Asortherion Azzora, aquél que había sido el líder de la expedición donde la joven elfa acudió y perdió la vida.

Encontró al Errante cerca de la Charca Plácido Susurro, junto a un grupo de jóvenes elfos, que descansaban en el lugar.

El Errante era reticente a dar muchos detalles sobre lo ocurrido, tampoco hizo atisbo de extrañarle la afirmación directa que hizo Lord Rhandall, al referirse a Redyan como su hija y por otro nombre.

De todo cuanto dijo el Errante, ocultando la suspicacia que percibía en su relato, solo sacó en claro, que la muchacha había muerto de forma accidental cuando estaba el grupo de dicha expedición, en el interior de unas ruinas que se vinieron abajo. Una expedición en busca de un fugitivo de la Ley de Quel'Thalas... - ¿Porqué iba a ir hasta Frondavil a ocultarse y huir de la ley, pudiendo haber lugares menos expuestos? - pensó Lord Rhandall, para sí. Algo en todo ese relato, no le encajaba, tenía que haber algo más, algo que el Errante no estaba dispuesto a contar y que dejaba entrever bajo una postura de culpabilidad.

Lord Rhandall se retiró, tras la conversación y volvió a su mansión, sin dejar de dar vueltas a todo el asunto. Era un hombre persistente y trataría de averiguar más sobre todo aquel asunto.

El funeral se celebró en la tarde del día siguiente y cómo no, Lord Rhandall, hizo acto de presencia. Daba por sentado a quiénes se encontraría allí, ya estaba convencido de que su presencia llamaría la atención de algunos y que no pasaría desapercibido, probablemente era lo que esperaba. Si algo podía asegurarse de Lord Aidan Rhandall, es que nunca obraba sin un motivo.

Bajo su porte templado, sereno y enigmático, con un atisbo de arrogancia y seguridad, captó suficiente la atención de algunos, que debieron preguntarse a sí mismos, como lograba no estar preocupado ni afectado por la situación, durante toda la ceremonia. No parecía un padre sufrido por la pérdida, pero tampoco indiferente ante la situación, era difícil adivinar qué podía estar pasando por su mente.

Su expresión cambió únicamente una vez, durante todo el tiempo que duró el acontecimiento, cuando Halthir Dawngrace, quién él sabía bien que se trataba de Alathen Sunlake, el hijo mayor de Lord Dar'thael Sunlake, subió al altar que había sido acomodado para la ceremonia y alzó palabras desdeñadas y llenas de rabia, acusando al Errante Asortherion, de la muerte de la joven Redyan.

Al parecer, por las palabras de Halthir, toda la expedición había sido un montaje para disfrazar un motivo personal, bajo la apariencia de la expedición en busca de un criminal del Reino y que la joven fallecida, había sido moneda de cambio para que el Errante consiguiera lo que pretendía encontrar, a su hijo, y aun así, a pesar de ese sacrificio y elección, tampoco lo había hallado. - Inquietante... - pensó Lord Rhandall para sí. Ahora ya tenía respuestas del porqué el Errante parecía sentirse culpable y sobre el verdadero objetivo de aquella expedición.

Lord Rhandall regresó a su mansión de noche, no sin antes haber tenido un encuentro directo con Halthir Dawngrace, Eian Midnight y Valferon Orastela. Especialmente el joven Caballero de Sangre, añadió más detalles sobre lo ocurrido en aquella fatídica expedición. Detalles que a Lord Rhandall no parecían aportarle nada y los cuales calificaba de escabrosos. No necesitaba saber cómo el Errante se vio en jake mate a la hora de decidir entre la vida de su hijo ilusorio o la joven Redyan, ni tampoco sobre cómo el pilar de las ruinas del templo, se desprendió sobre ella.

Lo único en claro que tuvo de aquella reunión fue la agudeza, que él mismo puso a prueba durante la ceremonia, del Teniente Castien Darkblade. Sin duda al Teniente no parecía escapársele nada y no bajaba la guardia siquiera ante actos tan personales e íntimos. Algo que a Lord Rhandall le sonsacó una sonrisa de su inquebrantable rostro.

El Teniente había escuchado durante la ceremonia, cómo el joven Midnight se extrañaba de ver a Lord Rhandall con vida, según él, después de ver cómo un criminal traidor, llamado Darten, lo había supuestamente calcinado delante de él. Halthir también afirmaba haber sido presente a aquel acontecimiento, sin embargo Lord Rhandall no parecía preocupado en absoluto, siquiera en el hecho de que el Teniente supiera al respecto y preguntase qué fue lo que pasó.

- Cuando guste puede concertar una cita para hablar de los detalles, Teniente. - es lo único que respondió Lord Aiadan Rhandall, antes de retirarse.

Aquella misma noche tuvo una inesperada visita de Halthir, quién hizo saber al Lord creía que él no se trataba de él mismo, sino de otra persona bajo su identidad, Khyrial, el Altonato, maestro de Redyan, que en aquellos tiempos, estaba desaparecido y en paradero desconocido.

Lord Rhandall se mantuvo paciente y templado durante toda la visita, resaltando que no era nadie más que él mismo. Ante, en su opinión, la desfachatez del joven, en insinuar que averiguaría más sobre él y sobre todo lo que rodeaba el asunto de su persona, Lord Rhandall, zanjó con su paciencia y sin perder siquiera su compostura, con un juego de palabras, meticulosamente calculadas, le dio a entender al elfo, que no estaba dispuesto a permitir que éste siquiera husmeando en sus asuntos y su familia. Bajo una sutil amenazada, hizo callar a Halthir, quién captó las adversas palabras de su oponente. Ahora era decisión de Halthir, elegir si jugar en esa liga o dejar al noble en sus asuntos, a pesar de saber que éste no era trigo limpio. ¿Pero qué Sin'Dorei lo era?

Lord Rhandall entrelazó los dedos, apoyando las manos sobre la mesa de su despacho, una vez Halthir retiró del lugar. Leyó una carta que éste le había hecho llegar por medio de su sirvienta y sonrió. - Bien, parece que sí quiere jugar. - se dijo a sí mismo en pensamientos.

No parecía estar preocupado por nada, sin embargo tenía asuntos que rondaban su mente y que esperaba encontrar respuestas. Le llamaban la atención las palabras de su sirvienta, quién le había relatado que poco antes de que Redyan partiera a aquella expedición para ayudar al Errante, había estado viviendo en la mansión, haciéndose llamar "Señorita Rhandall", actuando como una noble y haciendo acopio del legado familiar, reuniéndose con una mujer llamada Lady Elora, junto a un joven que supuestamente estaba casado con ella y de quién la sirvienta recordaba que Redyan, en la intimidad de la mansión, lo nombró como Velandros.

- Inquietante... - pensó Lord Rhandall, cerrando el capítulo de aquel día, pero dispuesto a darle continuidad hasta averiguar el atópico comportamiento de su hija, los últimos días antes de partir al viaje que le dio muerte.

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