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Remée D. Gray / La Sombra del Ocaso.


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Introducción.

-
Ocaso...
- Es un suspiro, lo digo casi en un sueño, cuantas historias habrán comenzado y acabado en este insano y hostil infierno. Doy una mirada desde mi escondite entre la maleza. No parece haber nada en el camino, nadie tampoco. A lo lejos, el pueblo, algo lúgubre, con la niebla cubriendo y cegando el camino, y las luces apenas dando su fulgor, como fantasmas en pena.

Es hora de volver a aquel frió sótano. A casa.

-
¿Como se llamaba este pueblo? ¿ Aurora ?... Irónico.... No importa.
- masculle, avanzando, deslizándome, apareciendo sin rastro o sonido. Aprendí del mejor, aunque los
no suelen ser muy veloces, mi maestro es diferente, quizá la excepción que confirma una regla.

Aunque, vaya forma de comenzar a contar una historia.

Mi historia.

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Ese Frío Sótano

(Resumen de Trasfondo)

Deslizo la puerta delantera. Con la niebla ahí afuera, nadie podría verme irrumpir fuese donde fuese. Igualmente, mi casa quedaba lejos del resto, en una esquina lejana del pueblo, donde pocos o ninguno de los residentes tenia el valor de poner un pie ya hace años... Incluso, antes de la transformación de estos bosques.

Dentro no hace tanto frió, el calor se mantiene aunque la casa no es para nada acogedora. La escena, tal como la recuerdo, deshecha. La mesa esta completamente destrozada y en el suelo frente a mi. En el interior de la chimenea hay aun algunas sillas, y la ceniza del fuego que encendí el primer día, cuando por fin me libere de las cadenas que me ataban al sótano.

En la alfombra de la misma sala, la mancha de sangre y el cuerpo... No esta. Pero no me sorprende, no. Ella, mi madre, desapareció aquella noche, cuando clave una estaca a través de su pecho, la maldita bruja se desvaneció, dejando aquella hedionda y negra mancha de sangre.

El resto parece en orden, una estufa, un par de sillas, mucho polvo, una cama en buen estado, y las escaleras que bajan hasta mi "habitación".

Dejo eso de lado. La casa es mas grande de lo que recordaba. Nunca insistí en investigar, el miedo y la locura tomaron mi lugar esa noche, y cuanto tiempo y sangre me costo recuperar la consciencia...

¡Libros! Centenares.

Aquí junto a mi en aquel precario estado, vivía un viejo alquimista, de nombre Du Gray, mi padre y sus libros aun reúnen polvo, la mayoría en las paredes del cuarto principal. Las estanterías con poca o ninguna simetría, parecen haber sido construidas con rapidez o sin detalle o reparo, improvisadas, incluso manchas de sangre cubren los maderos, aún visibles al remover los libros.

Son solo viejos maderos clavados sin cuidado contra las paredes de madera. La bruja había robado de el toda cordura para entonces, mi único recuerdo del viejo... Más vida tendrán aquellos esbirros de la plaga.

- ¿Que mas queda? ¿Que mas...? - La sorpresa me responde. Y bajo las sabanas, un viejo diario, algo desgastado por la humedad y el polvo. En su cabecera pone: Loriant Du Gray. Paso las paginas rápidamente, algo entre ella llama mi atención. Es una certificado de nacimiento. Firma alguien de importancia, quizá el alcalde o sacerdote.

- Remée D. Gray... "Remed" - Digo con una sonrisa, entendiendo mi error, no sabía leer del todo cuando escape. Guarde el documento y el diario. Aquel cuarto y todo el saber en el esperarían, era hora de enfrentar los demonios del pasado.

Nunca pude decirle a Lionel porque marche. Quizá yo tampoco sabía entonces lo que buscaba en realidad. Pase de ser un esclavo del destino a un bandido y asesino. Si o hubiese sino por Pablo probablemente siquiera estaría vivo, aunque el no tiene porque saber todo lo que he hecho, no aun al menos. Lionel me hizo entender, aveces es mejor mentir para proteger a los que amamos, aveces hay que hacer lo que es necesario. Pablo, Susan, Lionel, hasta al abuelo... Me pregunto si estarán todos bien.

Cuando me fui preferí evitar las despedidas. Las preguntas. Era mi camino el que iba a emprender, por primera vez y para bien o para mal, sabía que me llevaría a la verdad sobre mi, sobre quien y que podía llegar a ser. Ahora todo eso estaba frente a mi. Algunos años después, pero por fin.

Comencé a bajar las escaleras, una a una, recordando los dolorosos inviernos que pase en aquel asqueroso sótano.

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