Luego de varios segundos, o quizás muchas eternidades, abrió los ojos y contempló la habitación en penumbras, el olor a incienso tapaba otros olores mas terrenales, el olor a sudor, a polvo, olor a dos cuerpos humanos que se encontraban nerviosos. Era su primera vez, jamás lo había hecho antes, el nerviosismo atacaba por su espalda en forma de escalofríos y como si miles de mariposas revolotearan en su estómago parecían apoyar la teoría de que estaba nervioso. Miró hacia la cama, el dosel no existía, solo un colchón que había visto mejores épocas, una almohada igual de usada era testigo muda d